sábado, 28 de febrero de 2015

La fiesta pascual

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina


La palabra pascua viene del hebreo “pesaj”; literalmente significa paso. Es una festividad que nos recuerda la liberación y salida del pueblo hebreo de Egipto. Guiados por Moisés, debieron esperar 40 años para llegar a la tierra prometida. Un número relacionado con los 40 días que Jesús vivió en el desierto meditando y orando, en donde además fue tentado por el maligno antes de iniciar su misterio pascual. Por ello hay dos fiestas de pascua, la judía y la cristiana.

Para poner fin a la antigua polémica en torno a la celebración de la pascua en las dos tradiciones, durante el concilio de Éfeso en el año 325 el emperador Constantino solicitó se fijara un calendario único por medio de una ley imperial. Aprobado el hecho, encargó la tarea de fijar el tiempo pascual a la Iglesia de Alejandría, la cual contaba con muy buenos astrólogos. En consecuencia los sabios alejandrinos dispusieron una serie de normas: la pascua sería en domingo por ser el día del Señor. No debía coincidir con la pascua judía para evitar confusiones ni celebrar dos fiestas de pascua en el año, en especial porque el año nuevo comenzaba con el equinoccio de primavera, antes de la entrada del Sol en la casa de Aries. Aun y cuando estaba vigente la antigua disposición imperial, Roma no adoptó inmediatamente esa disposición de los alejandrinos

El año 525 Dionisio El Exiguo apoyó la celebración de la pascua a partir del primer plenilunio de primavera. El plenilunio o luna llena es una fase lunar que sucede cuando la Tierra se halla situada exactamente entre el Sol y la Luna. Propuso celebrar a la pascua de Resurrección el domingo inmediato a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera, supuestamente ocurrido el 21 de marzo. Por ello, la pascua no debía celebrarse ni antes del 22 de marzo ni después del 25 de abril. La celebración de la Pascua o Cuaresma como también se le conoce, (como periodo previo a la Semana Santa) cambia cada año y depende de la primera Luna llena que ocurre después del 21 de marzo. Se toma el domingo de Resurrección, se recortan 40 días y llegamos al Miércoles de Ceniza.

Regularmente vamos al templo a recibir ceniza y recordamos nuestra condición de pecadores, peregrinos en este mundo, dispuestos a la salvación y a la redención; reconocemos que somos parte de la Tierra y a ella regresaremos. Por eso nos imponen ceniza, preferentemente hecha con la quema de los ramos que quedaron del Domingo de Ramos anterior. Debemos prepararnos como lo manda la Iglesia a sus hijos, para participar del misterio pascual comprendido en la Pasión, Muerte y Resurrección, vividos y reflexionados durante la Semana Mayor en el Jueves y Viernes Santo, Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección.


Son días que exigen ayuno y abstinencia, además de redoblar esfuerzos para hacer el bien a los demás. Como es un período de renuncia, tenemos una etapa previa en la cual aprovechamos para vivir con fiesta y alegría, denominada “carnaval” o fiesta de la carne; con bailes, disfraces y demás bullicios cuyo origen está en las fiestas dedicadas al dios Baco en el imperio romano. Como viene un periodo de privación de la carne y de los placeres relacionados a ella, debemos vivir plenamente unos días previos al inicio de cuaresma, en donde se sugiere  vivir sin excesos y sin lujos, sin comer carne de animales y en particular sin “comer” carne humana, pues somos muy dados a hablar mal de los demás.

Son famosos los lugares en donde se hacen carnavales. Sobrevive la costumbre en Roma, Nápoles y Venecia. En México los de Veracruz y Mazatlán. Pero el que se lleva las palmas por las fiestas y desfiles que realizan es el de Río de Janeiro en Brasil. Ahí consideran al carnaval como una fiesta de inversión social, pues los ricos se hacen pobres y los pobres viven como si fueran ricos.

Ahora, ¿por qué relacionamos al conejo y los huevos con la pascua? De acuerdo a una leyenda, un conejo se quedó encerrado en el sepulcro de Cristo y fue testigo de su resurrección. Por eso debía anunciar la alegría de la victoria de la vida sobre la muerte. Un anuncio que debía llegar rápido a todos los puntos de la Tierra. Y el conejo es símbolo de fertilidad. Basta con colocar una pareja de conejos una frente de otra para ver lo que hacen inmediatamente. El conejo reparte huevos como señal de la resurrección de Cristo, pues el huevo es el símbolo universal de la vida. Ciertamente al conejo lo relacionaban en la antigüedad con la fiesta de abril dedicada a la diosa pagana Astarté y con el culto a la madre naturaleza, a la vida, la fertilidad, el amor y los placeres carnales.



Además el animalito posee patas traseras que lo impulsan hacia adelante y patas delanteras con las que muy apenas se sostiene. Es un dilema o coyuntura que tradicionalmente se nos presenta: alguien quiere avanzar pero que no puede o simplemente no lo dejan. Por lo tanto necesitamos de los demás para continuar con nuestra tarea. Yo recuerdo las palabras de mi mamá cuando se refería a una persona que siempre quería sacar provecho para sí sin importarle el beneficio de los demás: “es más largo que la cuaresma”. Una etapa de preparación, respeto y sacrificio, como entrega a los demás.

miércoles, 25 de febrero de 2015

El Obispado de Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina


Es raro que una ciudad como la capital de Nuevo León, establecida hace poco más de 400 años no tenga edificaciones propias de los siglos XVI, XVII y una que otra correspondiente al siglo XVIII. Gradualmente todo el patrimonio arquitectónico fue desapareciendo y no se diga de la falta de panteones y arte funerario pertenecientes a esos siglos. Del siglo XVIII solo permanecen en pie la catedral, el antiguo edificio del hospital de nuestra señora del Rosario y el obispado. El otro fue destruido en 1914 durante la ocupación de las tropas carrancistas, el emblemático y enigmático templo y convento franciscano dedicado a San Andrés.

Al inmueble como a la loma y la colonia que rodean al único monumento colonial de Monterrey se les llama o conoce popularmente como “El Obispado”. Desde aquí se pueden apreciar las montañas que circundan a Monterrey, la bien ponderada “ciudad de las montañas”. Entre las montañas se forman valles y nosotros bien podemos identificar dos: el valle de Monterrey delimitado al norte por el cerro del Topo Chico, al sur por la Loma Larga, al este por la majestuosa sierra de la Silla y al oeste por las Mitras. El otro valle está delimitado por la Sierra Madre al sur, las Mitras y la Loma Larga al norte, al poniente la Cuesta de los Muertos y al oriente la Silla. A éste se le conoce como el Valle de Santa Catarina de Nueva Extremadura y en están jurisdicciones territoriales de García, Santa Catarina, San Pedro Garza García y una parte del sur de Monterrey.

Precisamente el cerro de las Mitras tiene dos estribaciones que bajan de poniente a oriente: la Loma Larga con una extensión de diez kilómetros más o menos la cual llega hasta el sureste, con una altura de no más de 300 metros. La otra es un conjunto de lomas que bajan por San Jerónimo y llegan hasta Monterrey. A ésta loma le llaman del Obispado y tiene una altura de 780 metros.  Al cerro del Obispado también se le conoce como la Loma de la Chepe Vera, en honor a José Vera, un poblador regiomontano que nació en 1687. Cultivó sus tierras por éstos lares cercanos a la loma. Trabajó en la construcción de la catedral y fue casado con Ignacia Rodríguez, muriendo en Monterrey en 1743.  

La diócesis del Nuevo Reino de León y luego arquidiócesis de Monterrey han dado nombres en honor a los obispos: los municipios de Marín y Apodaca llevan los apellidos de dos obispos. Un barrio y colonia del sur de Monterrey se tituló originalmente Repueble de oriente o de Verea. Una montaña nos recuerda a la mitra episcopal y hasta un arroyo que baja de la Sierra Madre se le conoce como del Obispo gracias al señor José María Belaunzarán y Ureña.  

Obispo tiene su raíz etimológica en una palabra griega “episkopos”, formada por el prefijo “epi” que significa sobre o encima de y “skopos” cuyo significado es ver, mirar o apreciar. Entonces el obispo es quien tiene una posición superior, es quien cuida y supervisa a su pueblo convertido en su rebaño. El obispo se sienta en una cátedra y desde ella gobierna a su diócesis. Por eso su templo es llamado catedral. Luego desde el punto de vista honorífico, algunos obispos asumieron posiciones más elevadas. Se convirtieron en arzobispos, cuya etimología procede de “arki”, el primero, el que manda. Desde 1891 la sede diocesana fue convertida en el arzobispado aún con el nombre de Linares, pero estando en Monterrey, cambio aprobado por la Santa Sede en 1922. Hoy en día, la arquidiócesis de Monterrey es la primera de una provincia eclesiástica conformada por los obispados de Saltillo, Piedras Negras, Linares, Nuevo Laredo, Matamoros, Ciudad Victoria y Tampico. Todas ellas situadas en las ciudades más grandes del noreste mexicano.

La intención más antigua de formar una diócesis data de 1739, cuando el rey Felipe V pensó en la conveniencia de establecer otro obispado y segregar su territorio de la diócesis de Guadalajara. Para ello solicitó a unos emisarios que recorrieran el noreste de la Nueva España buscando el lugar más idóneo para fijar la sede diocesana. Uno de ellos, el Lic. José Osorio y Llamas recomendó en 1769 su establecimiento. Para ello propuso a la villa de San Felipe de Linares, situada en el corazón geográfico del Nuevo Reino de León, de la Nueva Extremadura y del Nuevo Santander. En consecuencia, el 16 de mayo de 1777 le otorgaron la categoría de ciudad a Linares y el papa Pío VI decretó la creación de la nueva diócesis mediante la bula “Relata Semper” el 15 de diciembre de 1777.

A la nueva sede episcopal le dieron por nombre del Nuevo Reino de León. Después le llamaron de Linares y desde 1922 de Monterrey. El auto formal para su funcionamiento corresponde al 31 de agosto de 1779. El rey de España propuso como primer obispo a Juan Antonio Sánchez de Alozén, un religioso franciscano que cambió su nombre por fray Antonio de Jesús Sacedón. Inmediatamente se trasladó a éstas tierras para tomar posesión de su encargo espiritual. En noviembre de 1779 llegó enfermo a Saltillo y desde ahí dispuso que el padre Francisco Javier Barbosa, cura del Valle del Pilón acudiera en su representación hasta Linares y tomara posesión de su diócesis. Todavía indispuesto llegó a Monterrey. La gente organizó fiesta para su recibimiento y hasta le ofrecieron un generoso hospedaje. Como buen franciscano prefirió una de las celdas del convento franciscano de San Andrés, en donde falleció en olor a santidad el 27 de diciembre de 1779.

Al quedar vacante la diócesis, nombraron como segundo obispo a fray Rafael José Verger (1722-1790). Originario de Santagní, en Mallorca, España. Todo un personaje formado en la academia y dedicado a la enseñanza y con celo apostólico a las misiones.  Fue consagrado como obispo por el arzobispo de la ciudad de México, Alonso Núñez de Haro el 22 de junio de 1783. Llegó a Monterrey el 20 de diciembre del mismo año. Acudió a su sede pero no le gustó. Prefirió el clima y el ambiente de Monterrey, por eso pidió el cambio de Linares para la capital del Nuevo Reino de León.

Ya con la diócesis la situación del reino cambió. Proyectó una catedral nueva, abrir el seminario y un hospital. Mandó construir el templo de nuestra señora del Roble y del palacio episcopal situado en donde ahora están las calles de Zaragoza y Morelos. También le dio por ampliar la traza urbana de Monterrey rumbo al poniente, por estar más alto, con mejor posición y alejada del peligro de las inundaciones. El 30 de mayo de 1787 envió un oficio al ayuntamiento de la ciudad para solicitar la loma de la Chepe Vera y construir en ella su residencia, un nuevo palacio episcopal. El 2 de junio del año citado el cabildo aprobó la petición.

1785 fue un año difícil. Hubo fuertes heladas que destruyeron las cosechas dejando a muchos pobladores sin recursos. Por eso como una forma de aliviar sus necesidades, el obispo les dio trabajo para la construcción del palacio episcopal que inició en 1787 y concluido tres años después. La cúpula del oratorio no corresponde a éste periodo. En su lugar se puso un cimborrio techado con madera y forrado con placas de plomo. Usaron piedras de sillar que había en las canteras del mismo cerro. El edificio consta de un oratorio en el cual se hicieron ceremonias litúrgicas. Su puerta y fachada principal están hacia el oriente. Los recuerdan el sacrificio pascual y la relación de Jesús como el Sol que todos los días nos ilumina. Para llegar a la misma debían subir por una escalinata. La fachada mantiene algunos detalles churriguerescos. En el centro fue colocada en una hornacina una imagen de nuestra señora de Guadalupe y a los lados dos pequeños campanarios en los que alguna vez tañeron tres campanas en cada uno. A la izquierda del oratorio estaba la secretaría. Al norte las habitaciones del señor obispo. En una de ellas falleció el 5 de julio de 1790. En la azotea colocaron dos relojes de sol con casi dos metros de altura, uno mirando al sur y otro al norte. Para recoger las aguas llovedizas dejaron un aljibe en el patio central.  El palacio episcopal fue dedicado a la Virgen de Guadalupe, declarada como patrona del nuevo Reino de León desde 1748.


A la muerte del señor Verger el edificio quedó sin ser ocupado para lo que fue hecho. Entonces le dieron otra vocación tan distinta. En 1816 José Joaquín de Arredondo lo ocupó como cuartel. También el ejército mexicano se atrincheró para combatir a los norteamericanos que finalmente se hicieron de la plaza el 22 de septiembre de 1846. Según el historiador Carlos Pérez Maldonado, un soldado mexicano hizo la proeza para evitar que una bandera nacional cayera en poder de los invasores. De acuerdo a las leyes de Reforma, el gobierno incautó el predio. Desde aquí Santiago Vidaurri dispuso que sus tropas vigilaran a la comitiva del presidente Benito Juárez para que sus tropas no avanzaran más allá de San Jerónimo en febrero de 1864. En 1871 durante la revolución de la Noria el ala norte explotó pues también destinaron al Obispado como polvorín. En 1888 la federación se hizo cargo de los monumentos y bienes inmuebles de carácter histórico. Querían establecer cuatro plazuelas por cada lado del cerro y dejarlo como cuartel militar. Entre 1898 y 1903 sirvió como hospital y de refugio de aquellos que sufrieron de la epidemia de la fiebre amarilla. En 1907 surgió una Junta Arqueófila, quedando como presidente el médico Amado Fernández Muguerza, quien se preocupó por rescatarlo y darle el uso adecuado. El doctor Martínez comenzó a llevar piezas históricas para conformar una colección. En 1944 comenzó la remodelación a cargo del arquitecto Joaquín A. Mora.

Hoy en día su fachada nos habla de la mentalidad de una época. Tiene una arquitectura culta diseñada en un estilo, basado en un credo estético. Con su fachada ornamentada sobre el sillar. Está cimentado en la cima de la roca, pero no en su parte más alta. Consta de dos plantas, de todo el conjunto sobresale su fachada y la cúpula. La primera tiene un arco conopial gótico rematado con motivos de flores y vegetales, con el anagrama VM. Separado del remate superior vemos un cordón franciscano que corre de sur a norte. A los lados dos columnas barrocas estípites corintias. Hay una hornacina en donde alguna vez estuvo la imagen de la guadalupana. Aún está pero en mal estado pues de acuerdo a versiones orales, fue dañada por disparos de metralleta. A sus lados están dos medallones en donde hay dos figuras, una de ellas corresponde a Santa Clara de Asís y la otra está sin identificar.

Algunas cosas que estuvieron en el vetusto convento de San Andrés aquí se resguardan. La puerta principal de madera fue instalada el 8 de enero de 1923. Hay una viga que perteneció al techo del templo desaparecido con la fecha de 1793, la pila bautismal y una escultura de Santo Domingo de Guzmán.

Cuando hicieron la explanada, se le hizo un monumento para instalar la imagen de la virgen de la Purísima que data de 1799, de un escultor anónimo traída desde San Luis Potosí. La escultura permaneció en la barda norte del puente que atravesaba los arroyos de Santa Lucía; en la actual calle de Diego de Montemayor entre Juan Ignacio Ramón y 15 de Mayo. En 1934 fue destruida por unas autoridades anticlericales, pero también fue rescatada y remodelada con cemento. Perdió un poco su apariencia pero la dejaron en su lugar en 1940. La actual es una réplica de la original. Desde el 20 de septiembre de 1956 fue destinado a museo regional de historia. Dicen que es Obispado de día y París de noche y que todo noviazgo regiomontano que no ha pasado una tarde en el obispado no es noviazgo regiomontano. Lo cierto es que éste edificio es la síntesis y el testigo silencioso de una historia de casi 225 años.

sábado, 21 de febrero de 2015

El 24 de febrero: día de la bandera nacional

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina


Las banderas originalmente servían como estandartes. Supuestamente guardaban el alma de algún animal o ser mitológico al que consideraban el espíritu protector de la tribu. De ahí que muchos de ellos contengan la forma de una fiera o de un ave, inclusive hasta de un dragón. Eran distintivos que a la larga fueron utilizados para representar grupos o fracciones ideológicas. Si nos fijamos, muchas de las banderas que conocemos encierran un simbolismo muy interesante: por ejemplo, la bandera de Inglaterra mantiene entrelazadas a la cruz de San Jorge como a la de San Andrés. La de Argentina recuerda al cielo azul con un sol radiante, que vio el general Belgrano cuando estaba pensando en el estandarte que representaría al antiguo virreinato del Río de la Plata. La bandera de Francia nos recuerda a los colores azul y rojo que representaban a la ciudad de París; luego se le añadió el blanco como símbolo de Dios.

La bandera de “la estrella solitaria" como así se le conoce a la de Texas, fue adoptada en 1838. Sobresale una estrella blanca de cinco puntas y tiene tres colores: el rojo simboliza la valentía, el blanco la pureza y el azul la libertad. A la de Cuba también se le conoce como de la estrella solitaria. Esta se le debe a la inspiración de Narciso López en 1850, quien vio los colores radiantes de un amanecer y la estrella recuerda a Venus brillando en todo su esplendor. Definitivamente cada nación, estado o región cuenta con algo que la identifique y que sintetice los valores más representativos de su cultura y de su historia.

La bandera de México comienza a definir su forma actual cuando en 1916, don Venustiano Carranza dispuso que la forma del águila fuera restituida en su forma que le dieron los primeros constituyentes en 1823; por ello encargó el diseño al artista michoacano Antonio Gómez. Luego el 5 de febrero de 1934, Abelardo L. Rodríguez decretó que las orlas de laurel y encino cerraran en círculo. Con ello quedó el Escudo Nacional.

Siendo presidente de la república el general Lázaro Cárdenas, un 24 de febrero de 1937 se celebró por vez primera en la ciudad de México el día de la bandera. Como dato curioso, en la primera ceremonia estaba una escultura de Vicente Guerrero, el primer militar que juró lealtad a la bandera el 24 de febrero de 1821 durante el encuentro con Iturbide. No obstante, fue hasta el 24 de diciembre de 1938 cuando el Comité Pro Día de la Bandera Nacional encabezado por Benito Ramírez Espíndola, logró que el senado de la República declarara al 24 de febrero como día de la bandera. Cuentan que durante una fiestas cívicas en Veracruz en 1934, los edificios públicos y algunas casas particulares usaban distintas banderas como el símbolo de la hoz y el martillo. Pensó que no debía ser la bandera de la entonces Unión Soviética  el símbolo que nos representara como mexicanos.

El 22 de febrero de 1940, la Secretaría de Educación Pública, dispuso que en todas las escuelas se le rindiera un tributo diario al lábaro patrio y se cantara el himno nacional antes de comenzar las clases. También el ejército dispuso que todos sus miembros efectuaran dichas ceremonias cívicas. Ya como presidente el general Manuel Ávila Camacho, el 24 de febrero de 1942 ordenó el juramento a la bandera en todas las escuelas públicas y en los eventos públicos que se realizaran en los municipios y en los estados. Originalmente la ceremonia del día de la bandera se hacía en el panteón de San Fernando; hasta que Gustavo Díaz Ordaz dispuso que se hiciera a nivel nacional con la intención de propiciar el respeto y el conocimiento a una bandera que nos representa en la unidad ante la adversidad.

Cuando Hernán Cortés entró a la ciudad de México-Tenochtitlan, portaba un estandarte con la virgen María pintada sobre un damasco rojo, cuya estampa ceñía sobre su cabeza una corona de oro, rodeada de doce estrellas y rayos. Precisamente fue traída desde el santuario de Guadalupe en Extremadura, España. Los jesuitas fueron los primeros en rescatar los símbolos que representaban la leyenda que guio a los mexicas para asentarse en el Lago de Texcoco. De hecho, los elementos que conforman al águila devorando a la serpiente, parada en un nopal con tunas encima de un peñasco que emerge del agua.

Muchos estudiosos han llegado a la conclusión que el águila representa al Sol, la serpiente a la Tierra y a lo que fecunda la tierra, el nopal es el árbol de los sacrificios, las tunas a los corazones que inmolaban a favor del dios del Sol Tonatiuh quien se supone se alimentaba con sangre humana y que tanto la piedra como el agua significan la dualidad tierra-agua. Luego los franciscanos utilizaron éstos elementos para decorar las puertas de algunos de sus templos.

Al iniciar la guerra insurgente, Hidalgo tomó un estandarte de la Virgen de Guadalupe que estaba en el templo parroquial de Atotonilco, Guanajuato colocándola en la punta de una lanza. Posteriormente Morelos adoptó una bandera en forma de cuadrilongo en seda blanca al centro, con una franja color azul pálido en la orilla y un águila coronada con las alas algo caídas e instaladas en un nopal. Todo éste signo estaba sobre un acueducto con tres arcadas y en cada una de ellas iniciales V.V.M. que significa “Viva la Virgen María”. Morelos también utilizó como sello la figura de un águila durante los trabajos constitucionales en Apatzingán.

Entre 1819 y 1820, la marina mercante a favor de la insurgencia, enarboló una bandera de franjas verticales, con el color blanco, azul y rojo, que correspondían a los colores de los mosaicos del palacio de Moctezuma, el último emperador mexica. Por cierto, en Nueva Orleans fue salutada con una salva de 19 cañonazos. En 1821 dejó de ondear en el balcón central del palacio virreinal la bandera que representaba al poder colonial. Esta bandera tenía una forma cuadrada en seda y de color pardo leonado, con el escudo de la ciudad de México consistente en dos leones coronados partiendo al centro de la gran cruz de San Andrés, en color morado.

Agustín de Iturbide eligió una bandera para representar a las tres facciones políticas existentes y a la vez, sintetizara los principios de las tres garantías: el blanco la religión, el verde el grupo insurgente y el rojo la unión con los españoles. En ese orden: Dios, Patria y Libertad. Esa bandera conocida como de las tres garantías tenía los colores blanco, verde y rojo con franjas diagonales, con una estrella dorada en cada una de las franjas, que representaban al rito masónico escocés. Esa bandera fue confeccionada en Iguala, Guerrero por José Magdaleno Ocampo.



Iturbide siendo emperador, alteró el orden de los colores: primero el verde, luego el blanco y en tercer lugar el rojo. También modificó las franjas para que éstas fueran verticales. En el centro una águila coronada sin en el nopal y la serpiente. Para 1823, el padre Servando Teresa de Mier solicitó ante el Congreso de la Unión, que se le quitara la corona al águila. En su lugar propuso un cuadrilongo dividido en 16 cuadros con cuatro blancos al centro, el resto alternándose en blanco y azul. Solo con el águila y sin la serpiente, sobre el nopal y encima de un peñón emergiendo del agua. Algunos diputados opinaron que los colores debían permanecer igual, pues el pueblo se había acostumbrado a ellos y dieron como sugerencia poner un águila mexica de perfil con la serpiente, el nopal y el peñón. Joaquín Herrera propuso que se le añadiera la orla de encino y laurel, formando así el escudo de las armas nacional y el oficial de México.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Recordando a don Gustavo Adolfo Madero

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

Regularmente se relaciona a Francisco I. Madero como el mártir de la democracia. Por ello, yo quiero dirigirme hacia su hermano Gustavo Adolfo Madero como el mártir de la injusticia. Indudablemente dos figuras complementarias, las dos caras de una misma moneda, hermanos y compañeros de estudios enlazados por el mismo destino y fin.

Gustavo Adolfo Madero nació en la hacienda del Rosario en Parras de la Fuente, Coahuila el 16 de enero de 1875, apenas dos años menor que su hermano primogénito del matrimonio formado por Francisco Madero Hernández y de doña Mercedes González Treviño. Propiamente las vidas de Francisco y de Adolfo van en línea paralela, pues ambos acuden a prestigiados centros educativos tanto de Estados Unidos como de Europa. Primero estuvieron en Saltillo, luego a Baltimore, después el Liceo de Versalles y por último, el Instituto de Altos Estudios en París. Concluyeron su formación académica en la prestigiosa ciudad de Berkeley en California en donde estudiaron técnicas y métodos avanzados para el cultivo del algodón. Además de hermanos, compañeros de juegos, pues se distinguieron en la equitación, la esgrima, el box, béisbol y el gusto por las actividades al aire libre. Precisamente mientras estaba en Baltimore tuvo un golpe en el ojo que a la larga ocasionó su pérdida.


Gustavo Adolfo contrajo matrimonio en 1898 con su prima hermana Carolina Villarreal Madero, hija del licenciado Viviano Villarreal, ex gobernador de Nuevo León y de Carolina Madero. Por sugerencia de su esposa, Gustavo dejó los trabajos agrícolas para dedicarse en los empleos administrativos. Primero ocupó un cargo en el Banco de Nuevo León, para después dedicarse a los negocios textiles en Lagos de Moreno, Jalisco en donde llegó a ser alcalde.

Por sus cualidades empresariales, fue llamado por don Evaristo Madero, el patriarca del clan para  hacerse cargo de la fábrica textil La Estrella de Parras de la Fuente; después apoyó los negocios familiares en el ramo de la explotación del guayule y de las minas de carbón en la región carbonífera de Coahuila. Por su atinada dirección y administración de los negocios, se decía lo siguiente: empresa en la cual participaba, empresa en la cual se llegaba al éxito.

Mientras su hermano mayor se dedicaba a sus negocios en San Pedro de las Colonias, Coahuila, en donde formó familia con Sara Pérez y apoyaba actividades altruistas, de pronto el destino volvió a unir a los hermanos, cuando Gustavo enfiló rumbo a la sucesión presidencial de 1910, en la cual tuvo una intensa actividad partidista, luego revolucionaria y política. No es fortuito el hecho de que la familia política de don Gustavo, los Villarreal Madero, apoyaran a Francisco para escapar hacia San Antonio, Texas en donde se proclamó el Plan de San Luis. Incluso Gustavo, se anotó como aval para los préstamos económicos con los cuales hicieron posible armar a los grupos opositores al régimen porfirista.


Por fin Madero cristalizó su anhelo de servir a la patria como primer mandatario. Es cuando sale a relucir el carácter Gustavo como confidente y guía espiritual de su hermano, a quien apoyó lo mismo en la administración pública, como en la prensa y como legislador. En especial, porque entró en conflictos de intereses, pues Francisco se rodeó de los principales colaboradores del viejo régimen y porque Zapata acusó a Madero de olvidarse de sus compromisos y promesas políticas. Francisco también se valió en cierta forma del nepotismo, pues dejó a su tío Ernesto Madero Farías y a su primo Rafael Hernández como parte del gabinete, el primero como secretario de Hacienda.

Gustavo siempre alertó a su hermano Francisco de la mala influencia del embajador de los Estados Unidos Henry L. Wilson y de la falsa lealtad de Victoriano Huerta. El primero estaba confrontado con el hermano del presidente, debido a unos supuestos beneficios en materia de explotación petrolera, a la cual acusaba a Gustavo de incumplimiento y de pillo. Con Huerta mantenía una abierta confrontación debido a que no le gustaba su forma de proceder.

En enero de 1913, Gustavo fue nombrado embajador de México en Japón, pero no pudo cumplir con su encargo diplomático debido a los funestos acontecimientos de la llamada Decena Trágica comprendida entre el 9 y 18 de febrero del año citado. Huerta invitó a Gustavo a un restaurante llamado Gambrinos, en el cual aprovechó la situación para jugarle una traición. Después fue llevado ante una turba enardecida que se desquitó de la manera más vil en Gustavo, quien cayó mortalmente herido debido a los golpes y disparos que recibió. Ahí, cerca de un monumento dedicado al excelso Morelos en la Ciudadela, fue martirizado don Gustavo Adolfo. Cuatro días después, su hermano mayor también fue martirizado.

Y así concluyó la vida paralela en un ritual sangriento, injusto y traidor hacia dos hombres que llegaron de Parras de la Fuente, como emisarios de la justicia y de la igualdad. Una esquela de la época, se refiere a don Gustavo de la siguiente manera: “Uno de los hombres más inteligentes, más nobles y más generosos que hayan alentado bajo el cielo patrio y el más castigado por la calumnia, por la pasión política y por el olvido de sus correligionarios, de sus colaboradores y de sus favorecidos. Su vindicación ante la historia es una deuda insoluta de ésta generación de mexicanos”. En su honor, en 1931, a la antigua villa de Guadalupe Hidalgo, le fue impuesto el nombre de Gustavo A. Madero, la cual se convirtió en delegación diez años después.

martes, 17 de febrero de 2015

Y don Gustavo se hizo presente

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

El sábado 18 de febrero de 2012, acudimos a la cripta familiar de la familia Villarreal para rendir un sincero reconocimiento y homenaje a don Gustavo Adolfo Madero González. Apenas unos días antes me llamó el maestro Sergio Reséndiz Boone, director de Actividades Cívicas del gobierno del estado de Coahuila de Zaragoza para organizar una reunión con descendientes, familiares, cronistas e historiadores. Ese día mis amigos los del Patronato Museo de la Angostura llevarían a cabo la ceremonia cívica en honor a los miembros del ejército mexicano que casi vencieron a las tropas norteamericanas. Cuando me piden ayuda, le recuerdo que un camión saldría de Monterrey hasta Buena Vista, Coahuila y que la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, A.C. tendría su sesión mensual. La voz de Reséndiz fue tajante: “dice don Pancho Madero que con los que estemos”.

Se hizo difusión a la ceremonia y acudió el Lic. Carlos González Rodríguez, cronista de San Pedro Garza García, como parte del Colegio de Cronistas e Historiadores de Nuevo León, el Lic. Francisco Valdés Treviño, en representación de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, el Prof. Jorge Santiago Alanís Almaguer como presidente del Honorable Congreso del Estado de Nuevo León, la maestra Martha Margarita González Banda como regidora del municipio de Santa Catarina y un servidor como presidente de la Asociación Estatal de Cronistas Municipales de Nuevo León. De parte del gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza, acudió don Francisco Madero González en representación del gobernador Rubén Moreira Valdés, el maestro Arturo Berrueto González del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas, el arquitecto Carlos Alberto Monjarás, cronista de Arteaga, Coahuila y presidente de la Asociación de Cronistas e Historiadores de Coahuila. De la familia de don Gustavo A. Madero y Carolina Villarreal estuvieron cerca de 30 personas.

En el panteón de El Carmen, la necrópolis más antigua de Monterrey, está la cripta donde descansan los restos del licenciado Viviano Villarreal González, quien fuera gobernador de Nuevo León y apoderado jurídico de don Evaristo Madero, casado con Carolina Madero Hernández, suegros de don Gustavo Adolfo, quien se casó con su prima Carolina Villarreal el 21 de septiembre de 1898 y con quien procreó a Francisco, Carolina, Elena y Esther. Un lugar imponente de dos niveles, en la parte de abajo en el centro de la cripta destacan las tumbas de don Viviano y Carolina. A mano izquierda las de Gustavo Adolfo y Carolina Villarreal. En los demás nichos hay otros familiares. Para darle realce a los monumentos funerarios de tan importantes personajes en la historia del noreste y de México, entre la tumba de don Viviano y la de don Gustavo, están una bandera nacional y un retrato de cuerpo entero y en tamaño natural del mártir de la Decena Trágica. Cuando llegó la señora Elena Garza Madero nos regaló un ejemplar su libro “Gustavo y Francisco Madero: dos raíces un ideal”.

Primero se dirigieron a la concurrencia don Arturo Berrueto, luego Francisco Madero, hijo del general Raúl Madero, el maestro Reséndiz, el profesor Jorge Alanís y para terminar un servidor. Cuando concluí con mi participación todos gritamos: “Viva madero”, en alusión a los dos mártires de la decena Trágica. Entonamos el himno nacional y luego se tomaron las fotos del recuerdo. Como yo estaba a un lado de la lápida de don Gustavo, la señora Elena y otra prima inmediatamente se repliegan en el muro para la foto. Quedé exactamente en medio de la bandera y la fotografía de don Gustavo y de sus dos nietas. Me dice don Pancho Madero que por favor me mueva para que salga la lápida en la fotografía. Si lo hago, puedo tirar la bandera o a las dos señoras. Otra vez Reséndiz Boone me pide que se quede el sitio abierto como para que todo salga como está en la foto. Con pena les advierto que no puedo moverme. En eso sentí que alguien me tocó el hombro izquierdo, volteo y solo veo la cara de don Gustavo que me sonríe. Otra vez me ordenan que me mueva y en eso, siento que me vuelven a tocar el hombro. Otra vez volteo y veo a don Gustavo, fue cuando aproveché y lo tomé la foto.

Todos nos quedamos en el sitio para la foto original. Ya no me llamaron la atención, vinieron a saludarme y a felicitarme. Fue un acontecimiento único y todos los presentes nos comprometimos a estar de nuevo al año siguiente para conmemorar el centenario luctuoso del martirio de don Gustavo. En esa ocasión no pude asistir. Pero continuamente recuerdo esa experiencia tan singular que me relacionó a don Gustavo: cuando dos veces me tocó el hombro izquierdo y la figura del mártir se hizo presente.


martes, 10 de febrero de 2015

1864: el año en que el patricio republicano llegó al noreste

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina

El año de 1864 estuvo repleto de turbulencias políticas y militares que se dejaron sentir en el noreste. Pero también de particular importancia para Santa Catarina pues ocurrieron una serie de acontecimientos relevantes y que de una u otra forma incidieron en acontecimientos regionales y nacionales. El más significativo de ellos es la estancia y el paso de Benito Juárez por la Cuesta de los Muertos, Rinconada, Santa Catarina, San Jerónimo y Monterrey.


Para quienes somos o vivimos en Santa Catarina, la estancia de Benito Juárez es el motivo de orgullo y privilegio, pero a decir verdad desconocemos el contexto, con sus causas y efectos, antecedentes y consecuencias. Su presencia  provocó un clima de inestabilidad política y social. Con el arribo de Benito Juárez a Saltillo, la influencia de Vidaurri decreció y tuvieron impacto en Nuevo León como en Monterrey, pero en especial para Santa Catarina cuyo suelo fue testigo del paso y estancia de Juárez, de su gabinete y del ejército republicano que lo custodiaba.

Apenas arrancando el año y como si tuviera presentimientos de lo que vendría, el 4 de enero, el alcalde Pablo Ayala renunció a su cargo argumentando  razones personales. El cabildo acordó reunirse al domingo siguiente para elegir a una junta escrutadora que nombrara al nuevo munícipe. Dos días después, muchos vecinos se hallaban recolectando pastura y forraje para la caballada de la tropa que conducía la artillería y el armamento para Monterrey.

La presencia de militares en el pueblo, provocó la deserción y huida de unos integrantes de la Guardia Nacional residente en Santa Catarina, por lo que organizaron a una fuerza para atraparlos. A fines de enero encontraron a un cadáver que se decía era de un extranjero en el lugar conocido como El Alto de las Encinillas en el camino real rumbo a Saltillo. Los restos fueron llevados a Villa de García para sepultarlo. El gobierno del estado solicitó a los dos municipios hicieran las investigaciones pertinentes.

El 7 de febrero la autoridad municipal comisionó a una guardia como destacamento fijo en el Alto de las Encinillas. Debían esperarar a la tropa del general Doblado y dar aviso inmediato de su arribo a Monterrey. Al día siguiente, el general Doblado comunicó al gobierno de Nuevo León que la División Guanajuato se quedaba en Santa Catarina bajo las órdenes del general Florencio Antillón pidiendo provisiones para sus hombres. El cabildo de Monterrey envió ocho novillos y el gobierno estatal solicitó a Santa Catarina y San Pedro les consiguieran la pastura y forraje para la caballada.

El 9 de febrero llegaron noticias al gobierno del estado, de que Benito Juárez saldría de Saltillo a Monterrey. Un día después, Juárez en compañía de sus principales colaboradores y escoltados por un contingente militar salió muy temprano de Saltillo. Llegaron a Santa Catarina por la tarde. Vidaurri pidió al cabildo de Santa Catarina que prepararan un recibimiento digno a su investidura. Una comisión salió a la entrada del pueblo para darles la bienvenida mientras que otro grupo se encargaba del arreglo del curato en donde pasaron la noche Juárez y su gabinete. Mientras tanto, la División Guanajuato había agotado las provisiones y solicitaba más apoyo para mantener alimentados a los hombres y sus monturas.

En la mañana del 11 de febrero Juárez y su comitiva abandonaron Santa Catarina, dejando a unos soldados enfermos. Llegaron a San Jerónimo en la tarde para luego trasladarse hasta la emblemática casa del Mirador. Vidaurri había ordenado que la comitiva presidencial solo entrara con una escolta reducida, pero habían trasladado unas piezas de artillería para darle los honores correspondientes a la entrada a Monterrey. El viejo cíbolo pensaba que se trataba de una amenaza y dejó apostados a unos hombres por el camino que daban informes de lo que hacían las escoltas de Juárez. Entre el 11 y 14 de febrero Juárez estuvo en Monterrey, hasta que hubo una ruptura con el entonces gobernador de Nuevo León.

El 17 de febrero les  enviaron ropa y medicamentos para los militares que se hallaban enfermos y fueron remitidos a Monterrey en un carretón. Ante la escasez de granos y alimentos en la región, el gobierno del estado pidió a los propietarios de las carretas y carretones salieran para Saltillo a traer un cargamento de maíz. El 23 de febrero, once miembros de la División Guanajuato desertaron, por lo que dejaron a una partida de la policía rural en el rancho Carvajal para que los aprehendieran y devolvieran a Monterrey. Rápidamente las bajas fueron recuperadas con once vecinos de Santa Catarina que se alistaron en el batallón acampado ya en Saltillo.

Durante el mes de marzo, la inestabilidad política mantenía a la población temerosa por una guerra civil. El correo fue intervenido e instalaron patrullas en el cañón de las Escaleras frente al camino de Rinconada y otros puntos estratégicos para que no dejaran entrar ni salir a persona alguna. Solamente permitían el acceso a rancheros que habitaban por los lugares. Se tenían noticias de que había salido un cargamento de barras de oro de Matamoros para ayuda de los republicanos, por lo que fijaron las medidas convenientes para proteger al oro, pues los rebeldes y los partidarios del imperio de Maximiliano ofrecieron recompensa a quienes informaran por donde iba a pasar la escolta con dicho cargamento.

Entonces, Benito Juárez estuvo el 10 y 14 de febrero, el 2 de abril y el 15 de agosto de 1864 en Santa Catarina. Un detalle común en todo este periodo de tiempo que comprende de febrero a agosto de 1864: intranquilidad, temor, el pueblo vacío y la gente que huyó para la sierra para ocultarse. Cuatro alcaldes en tan solo seis meses.

Cuando Juárez llegó a Monterrey

De acuerdo al periodista e intelectual Abelardo Leal, Benito Juárez arribó a Monterrey en franco asedio militar y sin considerar la soberanía y la integridad del Estado Libre y Soberano de Nuevo León y Coahuila. Sus tropas llegaron hasta el antiguo palacio de gobierno en ese tiempo situado en la calle Morelos casi esquina con Escobedo. Vidaurri se sintió humillado y despojado de su investidura política como militar; entonces se atrincheró en la Ciudadela, situada allá en donde alguna vez estuvieron las ruinas de lo que sería la nueva catedral y luego cuartel militar de quienes defendieron Monterrey en septiembre de 1846.

Benito Juárez entró con una parte de la tropa, con tan solo cuatro piezas de artillería necesarias para ofrecerle la salutación marcial de acuerdo a su investidura presidencial. Vidaurri no quería que pasaran inmediatamente a Monterrey. Entonces Juárez primero se quedó en la famosa Casa del Mirador mientras los amigos y conocidos lograban la entrevista entre el presidente y el gobernador de Nuevo León y Coahuila. Incluso el general Manuel Doblado fue a ofrecerse como rehén para lograr la reunión. El viejo Cíbolo de Lampazos temiendo un engaño le contesta: “Si Juárez me dispara a mí y mis hombres te disparan, Juárez será el ganador porque se habrá deshecho de los dos”.

En primera instancia Juárez reclamó el principio federal y buscaba hacerse de los recursos que entraban y salían por las aduanas de Piedras Negras y Matamoros. Vidaurri argumentaba la incapacidad del señor presidente para hacerse cargo de los destinos administrativos como estaba estipulado en la Constitución Local de Nuevo León y Coahuila promulgada en 1857. Vidaurri necesitaba los recursos para continuar el proceso de industrialización y para concluir con la amenaza de los llamados indios bárbaros y filibusteros texanos que continuamente asaltaban al noreste. Dos visiones de Nación, dos posturas justificables y dos caudillos liberales y republicanos que se vieron tan solo diez minutos el día 14 de febrero de 1864. ¿Quién ganó? Ciertamente Benito Juárez y el proyecto de nación liberal. Pero el viejo Cíbolo de Lampazos y Múzquiz, Santiago Vidaurri se convirtió en mito y leyenda, todo un personaje controvertido.

Hace 151 años Monterrey sufría por el temor y la intranquilidad provocada por la presencia de casi 3,500 soldados dispuestos a defender al Patricio Republicano y por 5,000 hombres apostados para defender la integridad y la soberanía de Nuevo León y Coahuila. Vidaurri pidió que las tropas federales no avanzaran más allá de Santa Catarina y llegaron hasta San Jerónimo, vigiladas por artilleros leales a Vidaurri situados en el cerro del Obispado. Ahí Manuel Doblado parlamentó con Florencio Antillón y le hizo saber la reiterada negativa de Vidaurri para recibir a Juárez.

Juárez ya estaba en Monterrey desde el día 12 de febrero y algo molesto escribió a su esposa quien se hallaba en Saltillo: “Mi estimada Margarita: A las diez de la mañana de hoy hago mi entrada a la ciudad. No lo hice ayer porque este señor gobernador que es aficionadísimo a llevarse de los chismes ha estado creyendo que lo venimos a atacar, y en consecuencia había tomado sus medidas de defensa, yéndose a la Ciudadela a apoderarse de la artillería y esparciendo la voz de que no había de auxiliar al Gobierno. Como todo no pasa de ser borrego y de fanfarronada, yo no me he dado por entendido y he seguido mi marcha. Pude haber entrado anoche; pero he querido, contra mi costumbre y mi carácter, hacer mi entrada solemne. Como en lo general de la población hay muy buen sentido, ya se están preparando las gentes con cortinas para el recibimiento. Veremos ahora con qué otro pito sale este señor. No dispongan todavía su viaje hasta que yo les avise. Dile a Santa que tenga ésta por suya y que no tenga cuidado. Recójeme unos cepillitos de ropa que dejé en la mesa en que me afeitaba. Memorias a nuestros amigos y muchos abrazos a nuestros hijos. Soy tu esposo que te ama. Juárez".

Cuatro días intensos repletos de problemas y enfrentamientos. El día 10 de febrero de 1864 Juárez llegó a Santa Catarina y al día siguiente salió rumbo a Monterrey para hospedarse en la Casa del Mirador. El día 12 se trasladó a la casa del Lic. Manuel Z. Gómez situada en la esquina de Padre Mier y Galeana, seguido por una pequeña escolta. Lo acompañaban dos miembros del cabildo de Monterrey quienes fueron a darle la bienvenida. El clima lluvioso, frío y gris acentuaban más el ambiente tan tenso que dominaba en la ciudad. Toques de queda, clarines, un aire marcial y de vez en cuando serenatas en honor al presidente se oían en el centro de Monterrey.


Juárez estaba acompañado por su comitiva formada por José María Iglesias ministro de Hacienda, Sebastián Lerdo de Tejada de Relaciones y Gobernación, Miguel Negrete de Guerra y Guillermo Prieto. Al mediodía del 14 de febrero de 1864, comieron como preludio de una despedida. A la hora del postre una muchedumbre interrumpió el tenso silencio, gritando vivas al gobernador Vidaurri y repudiando la presencia del presidente de la república. Al frente venía el gobernador quien se apersonó pidiendo hablar con Juárez. Fueron a un despacho y ahí en tan solo diez minutos las tensiones se convirtieron en ruptura. Juárez ordenó a todos subir a sus carruajes mientras Vidaurri exigió seguridad y respeto a la investidura presidencial. Nuevo León y Coahuila quedaron a merced de dos posturas y de una tercera amenaza que venía en camino representada en las tropas leales al Imperio

Mientras Juárez y su comitiva salían a toda prisa de la casa para abordar sus carruajes y abandonar Monterrey, el hijo del viejo Cíbolo de Lampazos llamado Indalecio Vidaurri, enardecido por el fragor de las acciones y apoyado por un grupo de parroquianos (quienes supuestamente salieron de una cantina), disparó sobre el coche en el cual venía el liberal republicano. Vidaurri se acercó a su hijo para abofetearlo y recriminarle su proceder: a los valientes no se les dispara por la espalda. Dicen que Guillermo Prieto se hallaba dando un paseo en los alrededores mientras ocurrió el enfrentamiento y estuvo a punto de quedarse en Monterrey de no ser porque alcanzó a ver la comitiva a la que pudo alcanzar y subir rápidamente a una de las carretas. Una escolta al mando del coronel Alfredo Cuccione había salido de Santa Catarina para encontrar al presidente Juárez y protegerlo en su huida. Tal vez Vidaurri se sintió seguro con la llegada de las tropas de Julián Quiroga y Pedro Hinojosa. Incluso Quiroga quiso perseguir a Juárez para de una vez por todas atacarlo abiertamente. Benito Juárez volvió a pasar por Santa Catarina en donde vio a un pueblo vacío. Pudo llegar con vida a Saltillo, pero durante el camino comenzó a sentirse mal. La unidad de Nuevo León y Coahuila fue la primera en sufrir las consecuencias. Vidaurri y Quiroga quedaban por su proceder al margen de la ley.

Benito Juárez y su gabinete amanecieron en Saltillo el día 15 de febrero de 1864. Algo contrariado y tenso por el enfrentamiento que tuvo con Santiago Vidaurri. En el trayecto comenzó a sentirse enfermo y sus médicos le recomendaron guardar reposo unos días. Vidaurri cambió de opinión. Lo que más temía era la separación de los dos estados y perder el control político y económico regional. Por lo tanto envió al general Pedro Hinojosa y a Ignacio Basadre para parlamentar con Juárez y dejar las cosas más o menos como estaban. Ofreció dejar la gubernatura a cambio de no ser perseguido y tampoco molestaran a sus hombres ni a sus bienes. Los emisarios del viejo Cíbolo de Lampazos fueron detenidos al entrar a Saltillo y llevados con el general Miguel Negrete quien supo de los planes pero no los dejó ver a Benito Juárez. Como señal de su negativa, estuvieron dos o tres días retenidos para finalmente regresarlos a Monterrey.


La situación aún era apremiante, complicada y peligrosa. Una vez que Juárez recuperó su salud tomó tres decisiones: declaraba a Nuevo León en estado de sitio, a Vidaurri al margen de la ley y regresaba la soberanía al estado de Coahuila. Finalmente Vidaurri tomó la decisión de renunciar a la gubernatura el 29 de marzo de 1864. Dejó la ciudad de Monterrey apoyado por una fuerza de mil hombres al mando del general Julián Quiroga y huyó con rumbo a Texas. 

domingo, 1 de febrero de 2015

Febrero y el día de la Candelaria

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

La tradición es una herencia cultural; es la trasmisión de creencias y técnicas a otras generaciones. Nos ayuda como reconocimiento a la verdad. Es una promesa o garantía sagrada que liga a los hombres con el pasado y que conserva o trasmite todo lo hecho por quienes le precedieron. En consecuencia, es una actitud reverencial ante la vida. Pero los ritos actuales no hablan por sí solos. Pero necesitan ser explicados especialmente por el misterio contenido. Por ello en éste artículo explicaremos el sentido y el origen de la fiesta de la Candelaria para los cristianos y que tiene su origen en fiestas paganas que se realizaban en el mes de febrero.

La palabra febrero viene del latín “februarius”. Literalmente febrero significa purificación y entre los pueblos de la antigüedad era el tiempo propicio para las purificaciones tanto físicas, como espirituales y materiales. Los romanos en éste mes acostumbraban incendiar los campos para preparar la siembra de los mismos, pues entendían que el fuego propiciaba el ciclo de la regeneración de la tierra y de los campos. El rito se mantuvo hasta el año 494, cuando el papa Gelasio I lo reemplazó por la festividad de la Purificación de la Virgen María y la presentación de Jesús en el templo. Los ritos de la purificación coincidían además con el festival de las Lupercales, que tiene que ver con la fecha de la fundación de la ciudad de Roma, cuyo inicio estaba relacionado con el sacrificio de cabras, de la que se tomaban tiras de piel llamadas “februa” y según sus creencias, servían para hacer fértiles a las mujeres.

Para la festividad de la Purificación de la Virgen, supusieron que ya habían pasado casi cuarenta días o la cuarentena que toda mujer debía de guardar después de dar a luz. Es cuando la Virgen María y San José deciden llevar al Niño para presentarlo ante el templo, porque Jesús es la “Luz de los Pueblos” y de los oprimidos que creyeron en las profecías de la encarnación. De ahí que los cristianos van a relacionar esa Luz Divina con las palabras de Simeón cuando Jesús es llevado al templo de Jerusalén para ser presentado ante el Señor. Simeón un “justo y piadoso y esperaba la consolación de Israel”, al ver al niño Jesús en brazos de sus padres, se acercó a ellos y le dedicó su famoso cántico, llamado Nunc dimittis: “Ahora, Señor, tu promesa está cumplida: ya puedes dejar que tu siervo muera en paz. Porque he visto la salvación que has comenzado a realizar ante los ojos de todas las naciones, la luz que alumbrará a los paganos y que será la honra de tu pueblo Israel”. (Lc 2, 25-35). También profetizó a María, la madre de Jesús: “¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!” La anterior frase es interpretada por la tradición católica como profecía de la pasión de Cristo presenciada por su madre.

El profeta vio la luz que iluminará a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. La Candelaria es precisamente la entrada de la luz al templo. Es la presentación del Mesías y que está unida al ciclo navideño. Aunque el tiempo litúrgico navideño concluyó el día 6 de enero, la tradición popular mexicana “levanta” al nacimiento del niño hasta el  2 de febrero, el día de la Candelaria. Pero fue en el siglo XI cuando las velas se admitieron en el culto a la Candelaria. Existe una relación entre la vela y la diosa Venus, cuyo planeta brilla con fuerza en el firmamento. La luz o candela, es el fragmento universal y de la vida del cosmos y de la vida misma. Es el fuego protector y que luego con él, circundaban los campos para que la vitalidad de la llama se comunique a los sembradíos y así espantara a los malos espíritus.


En el Día de la Candelaria se llevan a  bendecir las velas que habrán de usarse durante todo el año, las cuales tienen propiedades para apaciguar a las fuertes lluvias y evitar las malas vibras y envidias que nunca faltan. Dicen que bastaba que tirar una veladora encendida al patio, para que dejara de llover.


También es la fecha en que se pagan los tamales de quién se sacó el monito en la rosca de Reyes. Muchas personas ven como una carga o una obligación el sacarse el niño de la rosca de Reyes. Todo lo contrario, pues debemos considerar en su sentido original, que es el Niño Dios que se manifiesta y que en cierta forma nos eligió. Aunque es complicado en éstos tiempos pagar los tamales, estoy seguro que la Providencia regresará y con creces, a quienes se hicieron acreedores al Niño Dios en su corazón.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico