Antonio Guerrero
Aguilar/ Escritor y promotor cultural
El sábado 18 de
febrero de 2012, acudimos a la cripta familiar de la familia Villarreal para
rendir un sincero reconocimiento y homenaje a don Gustavo Adolfo Madero
González. Apenas unos días antes me llamó el maestro Sergio Reséndiz Boone,
director de Actividades Cívicas del gobierno del estado de Coahuila de Zaragoza
para organizar una reunión con descendientes, familiares, cronistas e
historiadores. Ese día mis amigos los del Patronato Museo de la Angostura
llevarían a cabo la ceremonia cívica en honor a los miembros del ejército
mexicano que casi vencieron a las tropas norteamericanas. Cuando me piden
ayuda, le recuerdo que un camión saldría de Monterrey hasta Buena Vista,
Coahuila y que la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística,
A.C. tendría su sesión mensual. La voz de Reséndiz fue tajante: “dice don
Pancho Madero que con los que estemos”.
Se hizo difusión a
la ceremonia y acudió el Lic. Carlos González Rodríguez, cronista de San Pedro
Garza García, como parte del Colegio de Cronistas e Historiadores de Nuevo
León, el Lic. Francisco Valdés Treviño, en representación de la Sociedad
Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, el Prof. Jorge Santiago
Alanís Almaguer como presidente del Honorable Congreso del Estado de Nuevo
León, la maestra Martha Margarita González Banda como regidora del municipio de
Santa Catarina y un servidor como presidente de la Asociación Estatal de
Cronistas Municipales de Nuevo León. De parte del gobierno del Estado de
Coahuila de Zaragoza, acudió don Francisco Madero González en representación
del gobernador Rubén Moreira Valdés, el maestro Arturo Berrueto González del
Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas, el arquitecto Carlos Alberto
Monjarás, cronista de Arteaga, Coahuila y presidente de la Asociación de
Cronistas e Historiadores de Coahuila. De la familia de don Gustavo A. Madero y
Carolina Villarreal estuvieron cerca de 30 personas.
En el panteón de El
Carmen, la necrópolis más antigua de Monterrey, está la cripta donde descansan
los restos del licenciado Viviano Villarreal González, quien fuera gobernador
de Nuevo León y apoderado jurídico de don Evaristo Madero, casado con Carolina
Madero Hernández, suegros de don Gustavo Adolfo, quien se casó con su prima
Carolina Villarreal el 21 de septiembre de 1898 y con quien procreó a
Francisco, Carolina, Elena y Esther. Un lugar imponente de dos niveles, en la
parte de abajo en el centro de la cripta destacan las tumbas de don Viviano y
Carolina. A mano izquierda las de Gustavo Adolfo y Carolina Villarreal. En los
demás nichos hay otros familiares. Para darle realce a los monumentos
funerarios de tan importantes personajes en la historia del noreste y de
México, entre la tumba de don Viviano y la de don Gustavo, están una bandera
nacional y un retrato de cuerpo entero y en tamaño natural del mártir de la
Decena Trágica. Cuando llegó la señora Elena Garza Madero nos regaló un
ejemplar su libro “Gustavo y Francisco Madero: dos raíces un ideal”.
Primero se
dirigieron a la concurrencia don Arturo Berrueto, luego Francisco Madero, hijo
del general Raúl Madero, el maestro Reséndiz, el profesor Jorge Alanís y para
terminar un servidor. Cuando concluí con mi participación todos gritamos: “Viva
madero”, en alusión a los dos mártires de la decena Trágica. Entonamos el himno
nacional y luego se tomaron las fotos del recuerdo. Como yo estaba a un lado de
la lápida de don Gustavo, la señora Elena y otra prima inmediatamente se
repliegan en el muro para la foto. Quedé exactamente en medio de la bandera y
la fotografía de don Gustavo y de sus dos nietas. Me dice don Pancho Madero que
por favor me mueva para que salga la lápida en la fotografía. Si lo hago, puedo
tirar la bandera o a las dos señoras. Otra vez Reséndiz Boone me pide que se
quede el sitio abierto como para que todo salga como está en la foto. Con pena
les advierto que no puedo moverme. En eso sentí que alguien me tocó el hombro
izquierdo, volteo y solo veo la cara de don Gustavo que me sonríe. Otra vez me
ordenan que me mueva y en eso, siento que me vuelven a tocar el hombro. Otra
vez volteo y veo a don Gustavo, fue cuando aproveché y lo tomé la foto.
Todos nos quedamos
en el sitio para la foto original. Ya no me llamaron la atención, vinieron a
saludarme y a felicitarme. Fue un acontecimiento único y todos los presentes
nos comprometimos a estar de nuevo al año siguiente para conmemorar el
centenario luctuoso del martirio de don Gustavo. En esa ocasión no pude
asistir. Pero
continuamente recuerdo esa experiencia tan singular que me relacionó a don
Gustavo: cuando dos veces me tocó el hombro izquierdo y la figura del mártir se
hizo presente.
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