Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina
El año de 1864 estuvo repleto de
turbulencias políticas y militares que se dejaron sentir en el noreste. Pero
también de particular importancia para Santa Catarina pues ocurrieron una serie
de acontecimientos relevantes y que de una u otra forma incidieron en
acontecimientos regionales y nacionales. El más significativo de ellos es la
estancia y el paso de Benito Juárez por la Cuesta de los Muertos, Rinconada,
Santa Catarina, San Jerónimo y Monterrey.
Para quienes somos o vivimos en Santa
Catarina, la estancia de Benito Juárez es el motivo de orgullo y privilegio,
pero a decir verdad desconocemos el contexto, con sus causas y efectos,
antecedentes y consecuencias. Su presencia
provocó un clima de inestabilidad política y social. Con el arribo de
Benito Juárez a Saltillo, la influencia de Vidaurri decreció y tuvieron impacto
en Nuevo León como en Monterrey, pero en especial para Santa Catarina cuyo
suelo fue testigo del paso y estancia de Juárez, de su gabinete y del ejército
republicano que lo custodiaba.
Apenas arrancando el año y como si
tuviera presentimientos de lo que vendría, el 4 de enero, el alcalde Pablo
Ayala renunció a su cargo argumentando razones
personales. El cabildo acordó reunirse al domingo siguiente para elegir a una
junta escrutadora que nombrara al nuevo munícipe. Dos días después, muchos
vecinos se hallaban recolectando pastura y forraje para la caballada de la
tropa que conducía la artillería y el armamento para Monterrey.
La presencia de militares en el pueblo,
provocó la deserción y huida de unos integrantes de la Guardia Nacional
residente en Santa Catarina, por lo que organizaron a una fuerza para
atraparlos. A fines de enero encontraron a un cadáver que se decía era de un
extranjero en el lugar conocido como El Alto de las Encinillas en el camino
real rumbo a Saltillo. Los restos fueron llevados a Villa de García para
sepultarlo. El gobierno del estado solicitó a los dos municipios hicieran las
investigaciones pertinentes.
El 7 de febrero la autoridad municipal
comisionó a una guardia como destacamento fijo en el Alto de las Encinillas.
Debían esperarar a la tropa del general Doblado y dar aviso inmediato de su
arribo a Monterrey. Al día siguiente, el general Doblado comunicó al gobierno
de Nuevo León que la División Guanajuato se quedaba en Santa Catarina bajo las
órdenes del general Florencio Antillón pidiendo provisiones para sus hombres. El
cabildo de Monterrey envió ocho novillos y el gobierno estatal solicitó a Santa
Catarina y San Pedro les consiguieran la pastura y forraje para la caballada.
El 9 de febrero llegaron noticias al
gobierno del estado, de que Benito Juárez saldría de Saltillo a Monterrey. Un
día después, Juárez en compañía de sus principales colaboradores y escoltados por
un contingente militar salió muy temprano de Saltillo. Llegaron a Santa
Catarina por la tarde. Vidaurri pidió al cabildo de Santa Catarina que
prepararan un recibimiento digno a su investidura. Una comisión salió a la
entrada del pueblo para darles la bienvenida mientras que otro grupo se encargaba
del arreglo del curato en donde pasaron la noche Juárez y su gabinete. Mientras
tanto, la División Guanajuato había agotado las provisiones y solicitaba más
apoyo para mantener alimentados a los hombres y sus monturas.
En la mañana del 11 de febrero Juárez y
su comitiva abandonaron Santa Catarina, dejando a unos soldados enfermos.
Llegaron a San Jerónimo en la tarde para luego trasladarse hasta la emblemática
casa del Mirador. Vidaurri había ordenado que la comitiva presidencial solo
entrara con una escolta reducida, pero habían trasladado unas piezas de
artillería para darle los honores correspondientes a la entrada a Monterrey. El
viejo cíbolo pensaba que se trataba de una amenaza y dejó apostados a unos
hombres por el camino que daban informes de lo que hacían las escoltas de
Juárez. Entre el 11 y 14 de febrero Juárez estuvo en Monterrey, hasta que hubo
una ruptura con el entonces gobernador de Nuevo León.
El 17 de febrero les enviaron ropa y medicamentos para los
militares que se hallaban enfermos y fueron remitidos a Monterrey en un
carretón. Ante la escasez de granos y alimentos en la región, el gobierno del
estado pidió a los propietarios de las carretas y carretones salieran para
Saltillo a traer un cargamento de maíz. El 23 de febrero, once miembros de la
División Guanajuato desertaron, por lo que dejaron a una partida de la policía
rural en el rancho Carvajal para que los aprehendieran y devolvieran a
Monterrey. Rápidamente las bajas fueron recuperadas con once vecinos de Santa
Catarina que se alistaron en el batallón acampado ya en Saltillo.
Durante el mes de marzo, la inestabilidad
política mantenía a la población temerosa por una guerra civil. El correo fue
intervenido e instalaron patrullas en el cañón de las Escaleras frente al
camino de Rinconada y otros puntos estratégicos para que no dejaran entrar ni
salir a persona alguna. Solamente permitían el acceso a rancheros que habitaban
por los lugares. Se tenían noticias de que había salido un cargamento de barras
de oro de Matamoros para ayuda de los republicanos, por lo que fijaron las
medidas convenientes para proteger al oro, pues los rebeldes y los partidarios
del imperio de Maximiliano ofrecieron recompensa a quienes informaran por donde
iba a pasar la escolta con dicho cargamento.
Entonces, Benito Juárez estuvo el 10 y
14 de febrero, el 2 de abril y el 15 de agosto de 1864 en Santa Catarina. Un
detalle común en todo este periodo de tiempo que comprende de febrero a agosto
de 1864: intranquilidad, temor, el pueblo vacío y la gente que huyó para la
sierra para ocultarse. Cuatro alcaldes en tan solo seis meses.
Cuando
Juárez llegó a Monterrey
De acuerdo al periodista e intelectual
Abelardo Leal, Benito Juárez arribó a Monterrey en franco asedio militar y sin
considerar la soberanía y la integridad del Estado Libre y Soberano de Nuevo
León y Coahuila. Sus tropas llegaron hasta el antiguo palacio de gobierno en
ese tiempo situado en la calle Morelos casi esquina con Escobedo. Vidaurri se
sintió humillado y despojado de su investidura política como militar; entonces se
atrincheró en la Ciudadela, situada allá en donde alguna vez estuvieron las
ruinas de lo que sería la nueva catedral y luego cuartel militar de quienes
defendieron Monterrey en septiembre de 1846.
Benito Juárez entró con una parte de la
tropa, con tan solo cuatro piezas de artillería necesarias para ofrecerle la
salutación marcial de acuerdo a su investidura presidencial. Vidaurri no quería
que pasaran inmediatamente a Monterrey. Entonces Juárez primero se quedó en la
famosa Casa del Mirador mientras los amigos y conocidos lograban la entrevista
entre el presidente y el gobernador de Nuevo León y Coahuila. Incluso el
general Manuel Doblado fue a ofrecerse como rehén para lograr la reunión. El
viejo Cíbolo de Lampazos temiendo un engaño le contesta: “Si Juárez me dispara
a mí y mis hombres te disparan, Juárez será el ganador porque se habrá deshecho
de los dos”.
En primera instancia Juárez reclamó el
principio federal y buscaba hacerse de los recursos que entraban y salían por
las aduanas de Piedras Negras y Matamoros. Vidaurri argumentaba la incapacidad
del señor presidente para hacerse cargo de los destinos administrativos como
estaba estipulado en la Constitución Local de Nuevo León y Coahuila promulgada en
1857. Vidaurri necesitaba los recursos para continuar el proceso de
industrialización y para concluir con la amenaza de los llamados indios
bárbaros y filibusteros texanos que continuamente asaltaban al noreste. Dos
visiones de Nación, dos posturas justificables y dos caudillos liberales y
republicanos que se vieron tan solo diez minutos el día 14 de febrero de 1864.
¿Quién ganó? Ciertamente Benito Juárez y el proyecto de nación liberal. Pero el
viejo Cíbolo de Lampazos y Múzquiz, Santiago Vidaurri se convirtió en mito y
leyenda, todo un personaje controvertido.
Hace 151 años Monterrey sufría por el
temor y la intranquilidad provocada por la presencia de casi 3,500 soldados
dispuestos a defender al Patricio Republicano y por 5,000 hombres apostados
para defender la integridad y la soberanía de Nuevo León y Coahuila. Vidaurri
pidió que las tropas federales no avanzaran más allá de Santa Catarina y
llegaron hasta San Jerónimo, vigiladas por artilleros leales a Vidaurri
situados en el cerro del Obispado. Ahí Manuel Doblado parlamentó con Florencio
Antillón y le hizo saber la reiterada negativa de Vidaurri para recibir a
Juárez.
Juárez ya estaba en Monterrey desde el
día 12 de febrero y algo molesto escribió a su esposa quien se hallaba en
Saltillo: “Mi estimada Margarita: A las
diez de la mañana de hoy hago mi entrada a la ciudad. No lo hice ayer porque
este señor gobernador que es aficionadísimo a llevarse de los chismes ha estado
creyendo que lo venimos a atacar, y en consecuencia había tomado sus medidas de
defensa, yéndose a la Ciudadela a apoderarse de la artillería y esparciendo la
voz de que no había de auxiliar al Gobierno. Como todo no pasa de ser borrego y
de fanfarronada, yo no me he dado por entendido y he seguido mi marcha. Pude
haber entrado anoche; pero he querido, contra mi costumbre y mi carácter, hacer
mi entrada solemne. Como en lo general de la población hay muy buen sentido, ya
se están preparando las gentes con cortinas para el recibimiento. Veremos ahora
con qué otro pito sale este señor. No dispongan todavía su viaje hasta que yo
les avise. Dile a Santa que tenga ésta por suya y que no tenga cuidado.
Recójeme unos cepillitos de ropa que dejé en la mesa en que me afeitaba.
Memorias a nuestros amigos y muchos abrazos a nuestros hijos. Soy tu esposo que
te ama. Juárez".
Cuatro días intensos repletos de problemas
y enfrentamientos. El día 10 de febrero de 1864 Juárez llegó a Santa Catarina y
al día siguiente salió rumbo a Monterrey para hospedarse en la Casa del
Mirador. El día 12 se trasladó a la casa del Lic. Manuel Z. Gómez situada en la
esquina de Padre Mier y Galeana, seguido por una pequeña escolta. Lo
acompañaban dos miembros del cabildo de Monterrey quienes fueron a darle la
bienvenida. El clima lluvioso, frío y gris acentuaban más el ambiente tan tenso
que dominaba en la ciudad. Toques de queda, clarines, un aire marcial y de vez
en cuando serenatas en honor al presidente se oían en el centro de Monterrey.
Juárez estaba acompañado por su comitiva
formada por José María Iglesias ministro de Hacienda, Sebastián Lerdo de Tejada
de Relaciones y Gobernación, Miguel Negrete de Guerra y Guillermo Prieto. Al
mediodía del 14 de febrero de 1864, comieron como preludio de una despedida. A
la hora del postre una muchedumbre interrumpió el tenso silencio, gritando
vivas al gobernador Vidaurri y repudiando la presencia del presidente de la
república. Al frente venía el gobernador quien se apersonó pidiendo hablar con
Juárez. Fueron a un despacho y ahí en tan solo diez minutos las tensiones se
convirtieron en ruptura. Juárez ordenó a todos subir a sus carruajes mientras
Vidaurri exigió seguridad y respeto a la investidura presidencial. Nuevo León y
Coahuila quedaron a merced de dos posturas y de una tercera amenaza que venía
en camino representada en las tropas leales al Imperio
Mientras Juárez y su comitiva salían a
toda prisa de la casa para abordar sus carruajes y abandonar Monterrey, el hijo
del viejo Cíbolo de Lampazos llamado Indalecio Vidaurri, enardecido por el
fragor de las acciones y apoyado por un grupo de parroquianos (quienes
supuestamente salieron de una cantina), disparó sobre el coche en el cual venía
el liberal republicano. Vidaurri se acercó a su hijo para abofetearlo y
recriminarle su proceder: a los valientes no se les dispara por la espalda. Dicen
que Guillermo Prieto se hallaba dando un paseo en los alrededores mientras
ocurrió el enfrentamiento y estuvo a punto de quedarse en Monterrey de no ser
porque alcanzó a ver la comitiva a la que pudo alcanzar y subir rápidamente a
una de las carretas. Una escolta al mando del coronel Alfredo Cuccione había
salido de Santa Catarina para encontrar al presidente Juárez y protegerlo en su
huida. Tal vez Vidaurri se sintió seguro con la llegada de las tropas de Julián
Quiroga y Pedro Hinojosa. Incluso Quiroga quiso perseguir a Juárez para de una
vez por todas atacarlo abiertamente. Benito Juárez volvió a pasar por Santa
Catarina en donde vio a un pueblo vacío. Pudo llegar con vida a Saltillo, pero
durante el camino comenzó a sentirse mal. La unidad de Nuevo León y Coahuila
fue la primera en sufrir las consecuencias. Vidaurri y Quiroga quedaban por su
proceder al margen de la ley.
Benito Juárez y su gabinete amanecieron
en Saltillo el día 15 de febrero de 1864. Algo contrariado y tenso por el
enfrentamiento que tuvo con Santiago Vidaurri. En el trayecto comenzó a
sentirse enfermo y sus médicos le recomendaron guardar reposo unos días.
Vidaurri cambió de opinión. Lo que más temía era la separación de los dos
estados y perder el control político y económico regional. Por lo tanto envió
al general Pedro Hinojosa y a Ignacio Basadre para parlamentar con Juárez y
dejar las cosas más o menos como estaban. Ofreció dejar la gubernatura a cambio
de no ser perseguido y tampoco molestaran a sus hombres ni a sus bienes. Los
emisarios del viejo Cíbolo de Lampazos fueron detenidos al entrar a Saltillo y
llevados con el general Miguel Negrete quien supo de los planes pero no los
dejó ver a Benito Juárez. Como señal de su negativa, estuvieron dos o tres días
retenidos para finalmente regresarlos a Monterrey.
La situación aún era apremiante,
complicada y peligrosa. Una vez que Juárez recuperó su salud tomó tres
decisiones: declaraba a Nuevo León en estado de sitio, a Vidaurri al margen de
la ley y regresaba la soberanía al estado de Coahuila. Finalmente Vidaurri tomó
la decisión de renunciar a la gubernatura el 29 de marzo de 1864. Dejó la
ciudad de Monterrey apoyado por una fuerza de mil hombres al mando del general
Julián Quiroga y huyó con rumbo a Texas.
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