martes, 10 de febrero de 2015

1864: el año en que el patricio republicano llegó al noreste

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina

El año de 1864 estuvo repleto de turbulencias políticas y militares que se dejaron sentir en el noreste. Pero también de particular importancia para Santa Catarina pues ocurrieron una serie de acontecimientos relevantes y que de una u otra forma incidieron en acontecimientos regionales y nacionales. El más significativo de ellos es la estancia y el paso de Benito Juárez por la Cuesta de los Muertos, Rinconada, Santa Catarina, San Jerónimo y Monterrey.


Para quienes somos o vivimos en Santa Catarina, la estancia de Benito Juárez es el motivo de orgullo y privilegio, pero a decir verdad desconocemos el contexto, con sus causas y efectos, antecedentes y consecuencias. Su presencia  provocó un clima de inestabilidad política y social. Con el arribo de Benito Juárez a Saltillo, la influencia de Vidaurri decreció y tuvieron impacto en Nuevo León como en Monterrey, pero en especial para Santa Catarina cuyo suelo fue testigo del paso y estancia de Juárez, de su gabinete y del ejército republicano que lo custodiaba.

Apenas arrancando el año y como si tuviera presentimientos de lo que vendría, el 4 de enero, el alcalde Pablo Ayala renunció a su cargo argumentando  razones personales. El cabildo acordó reunirse al domingo siguiente para elegir a una junta escrutadora que nombrara al nuevo munícipe. Dos días después, muchos vecinos se hallaban recolectando pastura y forraje para la caballada de la tropa que conducía la artillería y el armamento para Monterrey.

La presencia de militares en el pueblo, provocó la deserción y huida de unos integrantes de la Guardia Nacional residente en Santa Catarina, por lo que organizaron a una fuerza para atraparlos. A fines de enero encontraron a un cadáver que se decía era de un extranjero en el lugar conocido como El Alto de las Encinillas en el camino real rumbo a Saltillo. Los restos fueron llevados a Villa de García para sepultarlo. El gobierno del estado solicitó a los dos municipios hicieran las investigaciones pertinentes.

El 7 de febrero la autoridad municipal comisionó a una guardia como destacamento fijo en el Alto de las Encinillas. Debían esperarar a la tropa del general Doblado y dar aviso inmediato de su arribo a Monterrey. Al día siguiente, el general Doblado comunicó al gobierno de Nuevo León que la División Guanajuato se quedaba en Santa Catarina bajo las órdenes del general Florencio Antillón pidiendo provisiones para sus hombres. El cabildo de Monterrey envió ocho novillos y el gobierno estatal solicitó a Santa Catarina y San Pedro les consiguieran la pastura y forraje para la caballada.

El 9 de febrero llegaron noticias al gobierno del estado, de que Benito Juárez saldría de Saltillo a Monterrey. Un día después, Juárez en compañía de sus principales colaboradores y escoltados por un contingente militar salió muy temprano de Saltillo. Llegaron a Santa Catarina por la tarde. Vidaurri pidió al cabildo de Santa Catarina que prepararan un recibimiento digno a su investidura. Una comisión salió a la entrada del pueblo para darles la bienvenida mientras que otro grupo se encargaba del arreglo del curato en donde pasaron la noche Juárez y su gabinete. Mientras tanto, la División Guanajuato había agotado las provisiones y solicitaba más apoyo para mantener alimentados a los hombres y sus monturas.

En la mañana del 11 de febrero Juárez y su comitiva abandonaron Santa Catarina, dejando a unos soldados enfermos. Llegaron a San Jerónimo en la tarde para luego trasladarse hasta la emblemática casa del Mirador. Vidaurri había ordenado que la comitiva presidencial solo entrara con una escolta reducida, pero habían trasladado unas piezas de artillería para darle los honores correspondientes a la entrada a Monterrey. El viejo cíbolo pensaba que se trataba de una amenaza y dejó apostados a unos hombres por el camino que daban informes de lo que hacían las escoltas de Juárez. Entre el 11 y 14 de febrero Juárez estuvo en Monterrey, hasta que hubo una ruptura con el entonces gobernador de Nuevo León.

El 17 de febrero les  enviaron ropa y medicamentos para los militares que se hallaban enfermos y fueron remitidos a Monterrey en un carretón. Ante la escasez de granos y alimentos en la región, el gobierno del estado pidió a los propietarios de las carretas y carretones salieran para Saltillo a traer un cargamento de maíz. El 23 de febrero, once miembros de la División Guanajuato desertaron, por lo que dejaron a una partida de la policía rural en el rancho Carvajal para que los aprehendieran y devolvieran a Monterrey. Rápidamente las bajas fueron recuperadas con once vecinos de Santa Catarina que se alistaron en el batallón acampado ya en Saltillo.

Durante el mes de marzo, la inestabilidad política mantenía a la población temerosa por una guerra civil. El correo fue intervenido e instalaron patrullas en el cañón de las Escaleras frente al camino de Rinconada y otros puntos estratégicos para que no dejaran entrar ni salir a persona alguna. Solamente permitían el acceso a rancheros que habitaban por los lugares. Se tenían noticias de que había salido un cargamento de barras de oro de Matamoros para ayuda de los republicanos, por lo que fijaron las medidas convenientes para proteger al oro, pues los rebeldes y los partidarios del imperio de Maximiliano ofrecieron recompensa a quienes informaran por donde iba a pasar la escolta con dicho cargamento.

Entonces, Benito Juárez estuvo el 10 y 14 de febrero, el 2 de abril y el 15 de agosto de 1864 en Santa Catarina. Un detalle común en todo este periodo de tiempo que comprende de febrero a agosto de 1864: intranquilidad, temor, el pueblo vacío y la gente que huyó para la sierra para ocultarse. Cuatro alcaldes en tan solo seis meses.

Cuando Juárez llegó a Monterrey

De acuerdo al periodista e intelectual Abelardo Leal, Benito Juárez arribó a Monterrey en franco asedio militar y sin considerar la soberanía y la integridad del Estado Libre y Soberano de Nuevo León y Coahuila. Sus tropas llegaron hasta el antiguo palacio de gobierno en ese tiempo situado en la calle Morelos casi esquina con Escobedo. Vidaurri se sintió humillado y despojado de su investidura política como militar; entonces se atrincheró en la Ciudadela, situada allá en donde alguna vez estuvieron las ruinas de lo que sería la nueva catedral y luego cuartel militar de quienes defendieron Monterrey en septiembre de 1846.

Benito Juárez entró con una parte de la tropa, con tan solo cuatro piezas de artillería necesarias para ofrecerle la salutación marcial de acuerdo a su investidura presidencial. Vidaurri no quería que pasaran inmediatamente a Monterrey. Entonces Juárez primero se quedó en la famosa Casa del Mirador mientras los amigos y conocidos lograban la entrevista entre el presidente y el gobernador de Nuevo León y Coahuila. Incluso el general Manuel Doblado fue a ofrecerse como rehén para lograr la reunión. El viejo Cíbolo de Lampazos temiendo un engaño le contesta: “Si Juárez me dispara a mí y mis hombres te disparan, Juárez será el ganador porque se habrá deshecho de los dos”.

En primera instancia Juárez reclamó el principio federal y buscaba hacerse de los recursos que entraban y salían por las aduanas de Piedras Negras y Matamoros. Vidaurri argumentaba la incapacidad del señor presidente para hacerse cargo de los destinos administrativos como estaba estipulado en la Constitución Local de Nuevo León y Coahuila promulgada en 1857. Vidaurri necesitaba los recursos para continuar el proceso de industrialización y para concluir con la amenaza de los llamados indios bárbaros y filibusteros texanos que continuamente asaltaban al noreste. Dos visiones de Nación, dos posturas justificables y dos caudillos liberales y republicanos que se vieron tan solo diez minutos el día 14 de febrero de 1864. ¿Quién ganó? Ciertamente Benito Juárez y el proyecto de nación liberal. Pero el viejo Cíbolo de Lampazos y Múzquiz, Santiago Vidaurri se convirtió en mito y leyenda, todo un personaje controvertido.

Hace 151 años Monterrey sufría por el temor y la intranquilidad provocada por la presencia de casi 3,500 soldados dispuestos a defender al Patricio Republicano y por 5,000 hombres apostados para defender la integridad y la soberanía de Nuevo León y Coahuila. Vidaurri pidió que las tropas federales no avanzaran más allá de Santa Catarina y llegaron hasta San Jerónimo, vigiladas por artilleros leales a Vidaurri situados en el cerro del Obispado. Ahí Manuel Doblado parlamentó con Florencio Antillón y le hizo saber la reiterada negativa de Vidaurri para recibir a Juárez.

Juárez ya estaba en Monterrey desde el día 12 de febrero y algo molesto escribió a su esposa quien se hallaba en Saltillo: “Mi estimada Margarita: A las diez de la mañana de hoy hago mi entrada a la ciudad. No lo hice ayer porque este señor gobernador que es aficionadísimo a llevarse de los chismes ha estado creyendo que lo venimos a atacar, y en consecuencia había tomado sus medidas de defensa, yéndose a la Ciudadela a apoderarse de la artillería y esparciendo la voz de que no había de auxiliar al Gobierno. Como todo no pasa de ser borrego y de fanfarronada, yo no me he dado por entendido y he seguido mi marcha. Pude haber entrado anoche; pero he querido, contra mi costumbre y mi carácter, hacer mi entrada solemne. Como en lo general de la población hay muy buen sentido, ya se están preparando las gentes con cortinas para el recibimiento. Veremos ahora con qué otro pito sale este señor. No dispongan todavía su viaje hasta que yo les avise. Dile a Santa que tenga ésta por suya y que no tenga cuidado. Recójeme unos cepillitos de ropa que dejé en la mesa en que me afeitaba. Memorias a nuestros amigos y muchos abrazos a nuestros hijos. Soy tu esposo que te ama. Juárez".

Cuatro días intensos repletos de problemas y enfrentamientos. El día 10 de febrero de 1864 Juárez llegó a Santa Catarina y al día siguiente salió rumbo a Monterrey para hospedarse en la Casa del Mirador. El día 12 se trasladó a la casa del Lic. Manuel Z. Gómez situada en la esquina de Padre Mier y Galeana, seguido por una pequeña escolta. Lo acompañaban dos miembros del cabildo de Monterrey quienes fueron a darle la bienvenida. El clima lluvioso, frío y gris acentuaban más el ambiente tan tenso que dominaba en la ciudad. Toques de queda, clarines, un aire marcial y de vez en cuando serenatas en honor al presidente se oían en el centro de Monterrey.


Juárez estaba acompañado por su comitiva formada por José María Iglesias ministro de Hacienda, Sebastián Lerdo de Tejada de Relaciones y Gobernación, Miguel Negrete de Guerra y Guillermo Prieto. Al mediodía del 14 de febrero de 1864, comieron como preludio de una despedida. A la hora del postre una muchedumbre interrumpió el tenso silencio, gritando vivas al gobernador Vidaurri y repudiando la presencia del presidente de la república. Al frente venía el gobernador quien se apersonó pidiendo hablar con Juárez. Fueron a un despacho y ahí en tan solo diez minutos las tensiones se convirtieron en ruptura. Juárez ordenó a todos subir a sus carruajes mientras Vidaurri exigió seguridad y respeto a la investidura presidencial. Nuevo León y Coahuila quedaron a merced de dos posturas y de una tercera amenaza que venía en camino representada en las tropas leales al Imperio

Mientras Juárez y su comitiva salían a toda prisa de la casa para abordar sus carruajes y abandonar Monterrey, el hijo del viejo Cíbolo de Lampazos llamado Indalecio Vidaurri, enardecido por el fragor de las acciones y apoyado por un grupo de parroquianos (quienes supuestamente salieron de una cantina), disparó sobre el coche en el cual venía el liberal republicano. Vidaurri se acercó a su hijo para abofetearlo y recriminarle su proceder: a los valientes no se les dispara por la espalda. Dicen que Guillermo Prieto se hallaba dando un paseo en los alrededores mientras ocurrió el enfrentamiento y estuvo a punto de quedarse en Monterrey de no ser porque alcanzó a ver la comitiva a la que pudo alcanzar y subir rápidamente a una de las carretas. Una escolta al mando del coronel Alfredo Cuccione había salido de Santa Catarina para encontrar al presidente Juárez y protegerlo en su huida. Tal vez Vidaurri se sintió seguro con la llegada de las tropas de Julián Quiroga y Pedro Hinojosa. Incluso Quiroga quiso perseguir a Juárez para de una vez por todas atacarlo abiertamente. Benito Juárez volvió a pasar por Santa Catarina en donde vio a un pueblo vacío. Pudo llegar con vida a Saltillo, pero durante el camino comenzó a sentirse mal. La unidad de Nuevo León y Coahuila fue la primera en sufrir las consecuencias. Vidaurri y Quiroga quedaban por su proceder al margen de la ley.

Benito Juárez y su gabinete amanecieron en Saltillo el día 15 de febrero de 1864. Algo contrariado y tenso por el enfrentamiento que tuvo con Santiago Vidaurri. En el trayecto comenzó a sentirse enfermo y sus médicos le recomendaron guardar reposo unos días. Vidaurri cambió de opinión. Lo que más temía era la separación de los dos estados y perder el control político y económico regional. Por lo tanto envió al general Pedro Hinojosa y a Ignacio Basadre para parlamentar con Juárez y dejar las cosas más o menos como estaban. Ofreció dejar la gubernatura a cambio de no ser perseguido y tampoco molestaran a sus hombres ni a sus bienes. Los emisarios del viejo Cíbolo de Lampazos fueron detenidos al entrar a Saltillo y llevados con el general Miguel Negrete quien supo de los planes pero no los dejó ver a Benito Juárez. Como señal de su negativa, estuvieron dos o tres días retenidos para finalmente regresarlos a Monterrey.


La situación aún era apremiante, complicada y peligrosa. Una vez que Juárez recuperó su salud tomó tres decisiones: declaraba a Nuevo León en estado de sitio, a Vidaurri al margen de la ley y regresaba la soberanía al estado de Coahuila. Finalmente Vidaurri tomó la decisión de renunciar a la gubernatura el 29 de marzo de 1864. Dejó la ciudad de Monterrey apoyado por una fuerza de mil hombres al mando del general Julián Quiroga y huyó con rumbo a Texas. 

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Santa Catarina, Nuevo León, Mexico