domingo, 27 de marzo de 2016

Recorriendo el barrio de la Purísima

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina

En su raíz de origen árabe, la palabra barrio originalmente designaba aquello que estaba fuera de la ciudad. Hoy en día, referirse a un barrio nos lleva a un lugar físico delimitado fundamentalmente por un sentido común de pertenencia, justificado en la cercanía y en los valores históricos en torno a una plaza, templo o sitio característico de los alrededores; a veces reforzado por la rivalidad con otro barrio contiguo. Monterrey formó muchos barrios fuera de su centro político-administrativo. Uno de ellos es el famoso barrio de la Purísima, el cual a mi juicio comprende unas 25 manzanas que delimito más o menos entre Rayón al este y Venustiano Carranza al oeste, al sur Hidalgo y a partir de Serafín Peña la calle de Ocampo y al norte Matamoros. De acuerdo a un plan urbano de regeneración del sector, el polígono cuenta con 45 manzanas, cada una de ellas con una densidad de población no mayor a 30 personas.

De ser un barrio habitado por familias de abolengo y luego por gente trabajadora y educada; gradualmente se fue despoblando para dar origen a negocios y oficinas; padeciendo en muchos aspectos, los problemas que de ahí se derivan. El nombre procede por una capilla que se levantó para darle morada, a una venerable imagen de la virgen de la Purísima Concepción de María; a la que de cariño y por su tamaño le decían también “la virgen Chiquita”. El fervor a la imagen está relacionado a una inundación ocurrida en el siglo XVIII.

Según la tradición, una tlaxcalteca llamada Antonia Teresa estaba casada con un zapatero. En 1719 ella se refiere a la virgen como “Nuestra Señora de la Concepción”. Sabemos que Antonia era originaria del pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala y que había contraído nupcias primero con Esteban Martín y luego con Diego de Hernández; residía en un terreno que era parte de la merced de don Manuel Campuzano. Ella le dejó la imagen a su hija de nombre Margarita. Su popularidad comenzó en 1756, cuando se dice que llovió 40 días y bajó un culebrón de agua por el río Santa Catarina. Para evitar la inundación y los efectos de la destrucción, Margarita tomó a “la virgen chiquita” y con ella tocó las aguas embravecidas del río Santa Catarina que se calmaron en forma milagrosa. Gracias a una aportación de la señora Petra Gómez de Castro, se construyó un templo digno en su honor para alojar a tan milagrosa imagen.

Esta parte era la entrada del camino real de los Saltilleros que llegaba hasta Monterrey, a mitad de la loma de la Chepe Vera y la plaza de armas; la cual comenzó a poblarse a fines del siglo XVIII, alrededor de la capilla como de una plaza conocida por muchos años como de “los arrieros”; pues todas las recuas con sus cargamentos que llegaban de tierra adentro aquí paraban antes de entrar a la ciudad. Cuentan que las mejores fincas de descanso estaban por éste rumbo y en consecuencia muchos destacados hombres de negocios y de la política adquirieron solares por el sector. Además, el primer panteón que propiamente tuvo Monterrey se construyó en la sección poniente del templo, siendo clausurado a mediados del siglo XIX.


Santiago Vidaurri pensó hacer una alameda en la plaza “de los arrieros”, pero no tuvo el apoyo de los vecinos de los alrededores. No obstante, se hicieron obras como las glorietas (bancas) y jardines, además del iluminado. Desde 1865 la plaza ostenta el nombre de plaza de la Llave en honor al político y militar liberal veracruzano que peleó contra los franceses: don Ignacio de la Llave fallecido en 1863. Ahí colocaron en 1894, la famosa fuente de “los Delfines”, la cual fue diseñada a por el Ing. Teodoro Giraud y Juan Raimundo Lozes, ambos de origen francés. Tiene cuatro delfines, uno de ellos sin cola. Posiblemente se inspiraron en la leyenda del delfín que salvó a Arión de Corinto. El mármol se compró a Juan Bocanegra en 2 mil pesos y según la historia oral lo trajeron desde el Cerro de las Mitras. Lozes labró la piedra en el viejo convento de San Andrés. La fuente fue inaugurada el 2 de febrero de 1864 en la plaza de armas, pero no tenía agua. Se hicieron las obras necesarias y fue inaugurada formalmente el 26 de mayo de 1878 y en la primavera de 1894 el cabildo de la ciudad, decidió trasladarla a la plaza de la Llave, por no considerarla un monumento ornamental y en su lugar levantaron un kiosco al centro de la plaza Zaragoza. Aunque la tradición popular sostiene que la hizo el escultor italiano Mateo Matei.

Ya con el templo concluido en 1946, el barrio de la Purísima se hizo célebre en la década de los sesenta. Uno de los más representativos y predilectos para recorrer los fines de semana o al atardecer,  asistir a misa o a los oficios religiosos.  Muchos de los bautizos y bodas de gente muy conocida en Monterrey se realizaron en éste templo. También se hicieron famosos los puestos y negocios de la comida que se vende en los alrededores, como las paletas Dumbo, los trolebuses, los elotes, las fresas con crema, los carretoncitos que vendían tostadas y las famosas tortas de la Purísima; así como de los restaurantes Bona Burguer y Lulu´s Bell´s que ya no existen. La Purísima se convirtió en un campus educativo, con las escuelas como el Franco Mexicano, el American School que comenzó en Porfirio Díaz e Hidalgo, para dar educación a los hijos de los norteamericanos que habitaban en la colonia El Mirador, actual sede del Instituto Mexicano Norteamericano de Relaciones Culturales, A.C. La escuela Serafín Peña que se convirtió en la Normal de Especializaciones; algunas facultades del Centro de Estudios Universitarios y la Universidad Regiomontana.  Para quienes nacimos en la segunda mitad del siglo XX, nos tocó ver en la Purísima una próspera zona comercial y de la vida nocturna de los jóvenes regiomontanos de la década de los setenta y de los ochenta.

El eje que enlaza todo el sector es la calle Hidalgo, conocida hace mucho tiempo como “Camino Real”, luego de Iturbide, o México; a partir de 1930 la calzada Obispado y luego de Hidalgo.  En 1948 quitaron las palmas del camellón de la calle de Hidalgo y destruyeron una parte  del jardín de la plaza de la Purísima. Estas obras se hicieron con el fin de reducir una parte de la plaza, y así ampliar las calles Hidalgo, Padre Mier, Zarco y Serafín Peña que se llamó alguna vez de las Flores. Recortaron la plaza para evitar el congestionamiento de tránsito en el sector y con el compromiso de respetar la vista del templo como de la plaza. De aquel esplendor, de ser el sector más exclusivo de Monterrey, quedan unas 70 casas dignas de resguardar, pero solamente tienen consideradas menos de la mitad de ellas, de las cuales dos ya no existen. Están bajo cuidado legal, la Casa Universitaria del Libro en Padre Mier y Vallarta. La casa construida en 1908 que se quedó dentro del campus de la Universidad Regiomontana y en frente una casona de dos pisos fechada en 1917 situada en Padre Mier entre Rayón y Aldama. Otra en la esquina de Matamoros y Porfirio Díaz. Viendo a la plaza, por la calle Hidalgo número 648, está una construcción de dos niveles con cantera y rasgos neoclásicos. Ahí una placa con el año de1908 da cuenta que fue construida por Lorenzo Ginesi y que perteneció a la señorita Ana María Treviño Quiroga. Casi enseguida otra casa de dos pisos también en el catálogo de bienes inmuebles.


En la esquina de Hidalgo y Zarco está otra interesante construcción de dos niveles, en donde hace muchos años vendieron alfombras junto una facultad del CEU. Por Hidalgo, entre Aldama y Rayón casi enfrente de la plaza Dorada (en donde ahora está un hotel), estuvo una finca que perteneció a una familia de apellido Guzmán, luego convertida en colegio llamado “Británico Americano” de la cual solo quedan las columnas del acceso principal. Por Ocampo estaba fábrica La Mexicana que ya destruyeron. Sin clasificar están unas casas por el rumbo de Primo de Verdad entre Vallarta y Serafín Peña, la casa parroquial de la Purísima que perteneció al general Porfirio G. González y tiene las iniciales PGG y la fecha 1925. Una casona situada en la esquina de Serafín Peña e Hidalgo, la sede del Centro Vocacional Arquidiocesano, aunque no es anterior a 1910, vale la pena preservar, así como las dos casas de la rectoría del CEU. Otras más por el rumbo de Padre Mier y Aldama. Todas seguramente pertenecieron a las familias de los Morales, los Treviños, los Morelos, los Zaragoza, los Sepúlveda, los Barrera, los Zambrano, los Padilla, los Medina y la de don Pepe Saldaña que residió en éstos rumbos.


A los urbanistas y desarrolladores, promotores de la cultura y el arte pusieron su interés en ésta parte tan emblemática e histórica de Monterrey. Tienen planes para rescatar y poblar el barrio. Mu gusta la idea, pero no estoy de acuerdo en que se hagan multifamiliares que van a colapsar el tránsito de las calles y nos impiden ver las formas del majestuoso templo. Vale la pena que la plaza se rescate y se destine como un jardín público, que tanta falta nos hacen en la ciudad de Monterrey. 

jueves, 24 de marzo de 2016

El templo de la Purísima en Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

Resulta un poco extraño que los primeros pobladores de Monterrey, le hayan confiado a la virgen de la Purísima su patronato.  ¿Y saben por qué?  La devoción mariana de Monterrey se fundamenta en una montaña que tiene la forma de una M y por la advocación que le dieron los fundadores el 20 de septiembre de 1596, al llamarla Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey. Tal vez se ajustaron más a la tradición y al fervor mariano, pues el dogma de la purísima concepción de María fue promulgado hasta el 8 de diciembre de 1854 por el papa Pío IX: “María fue preservada inmune de todo mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios”.  Como siempre, aquí la feligresía regiomontana le mandó construir una capilla en 1756 porque le atribuyeron un milagro, cuando salvó a la ciudad de una inundación. Por sus dimensiones y lo sencillo de la obra, se hicieron reformas a su templo en 1920 gracias a la iniciativa del párroco Rafael R. Mundo. Quienes conocieron al templo, lo describen con una nave, un altar mayor perfectamente decorado, con techo abovedado, un acceso principal con algunos elementos clásicos, unos nichos, un frontispicio rematado con una cruz metálica y dos espadañas para las campanas, una por cada lado.


En 1941 hubo un congreso eucarístico en honor al aniversario de ordenación sacerdotal del arzobispo José Guadalupe Ortiz López. Lo mismo llegaron invitados y dignatarios religiosos para conmemorar al pastor. Durante la comida con los obispos y arzobispos, les presentaron un proyecto revolucionario para construir un nuevo templo, realizado por el arquitecto Enrique de la Mora y Palomar y el ingeniero Armando Ravizé. Con un diseño vanguardista y novedoso, expusieron la necesidad de la construcción como “la mayor expresión de fe de la ciudad de Monterrey”, usando los materiales que aquí se producían como el cemento, el fierro y el vidrio.

Muchos de los ahí presentes no vieron con agrado la propuesta y hasta la criticaron, excepto del entonces obispo de San Luis Potosí el Dr. Guillermo Tritschler y Córdova, quien providencialmente se hizo cargo de la arquidiócesis en junio de 1941; después de que el señor Ortiz dimitió a su cargo el 27 de abril de 1940. La intención de construir la nueva casa de Dios, se retomó como un gran esfuerzo de la comunidad parroquial como de la grey regiomontana. Se hicieron campañas para reunir fondos y como siempre, (bueno, como más antes) las grandes empresas donaron sumas considerables para levantar tan majestuoso templo.

En 1942 demolieron el edificio, concluyendo la primera etapa con la bendición de la cripta el 23 de junio de 1944. Mientras hacían los trabajos encontraron restos humanos de aquel panteón que alguna vez estuvo en su atrio. El 14 de febrero de 1946 se hizo la ceremonia de su consagración y el 12 de septiembre obtuvo el premio nacional de arquitectura.

Para muchos su estilo corresponde a un arte modernista que abrió a una nueva era de la arquitectura religiosa, capaz de dar cabida a todas las manifestaciones plásticas como la arquitectura, la pintura, la escultura y los vitrales. Según los académicos, corresponde a un purismo geométrico,  reforzada por estructuras en las bóvedas y en los arcos. Hecho con concreto armado paraboidal o de cascarón. Es de una sola nave en forma de cruz latina, con bóveda de cañón y dos series de cuatro parábolas o lunetos en los lados. Caben mil personas sentadas en unas bancas, que se hicieron con las maderas de las vigas de la penitenciaría que derrumbaron en 1942. De 50 metros de largo, 4 de ábside y 34 de ancho en los accesos laterales y 15 en los muros. El campanario mide 43 metros, más la cruz que remata el conjunto le añade 6 metros.

El proyecto corresponde a Enrique de la Mora como Armando Ravizé. Se hizo como una renovación del arte religioso a partir de propuestas de religiosos franceses. La destrucción causada en Europa por las dos Guerras Mundiales, tuvo importantes consecuencias en las relaciones entre la Iglesia Católica y el arte moderno. Surgió así, la necesidad de construir nuevos templos o de reconstruirlos, de acuerdo a un novedoso estilo que trataba de conjuntar al arte moderno, con los modos de representación auspiciados por la Iglesia Católica. A decir verdad, buena parte del clero más conservador estuvo en contra de la tendencia, pues decían que estaban dando los templos a los artistas y arquitectos ateos y anticlericales. Aquí en Monterrey, tanto el arzobispo Tritschler como de la Mora y Ravizé, consideraron el ámbito de la arquitectura religiosa como también en el de las artes plásticas. Conviene recordar la iniciativa que tuvo el párroco Rafael Plancarte que murió en 1941 y del padre Job de la Soledad García Gil que hizo suyo el proyecto. Todo fue reformista incluso se adelantaron a las propuestas litúrgicas del Concilio Vaticano II, con una estructura continua de perfil parabólico que arranca elegantemente desde del suelo.

Respecto a sus artífices, Enrique de la Mora nació en Guadalajara en 1907. Se graduó como arquitecto en la UNAM. Al concluir los trabajos del templo, diseñó las aulas del campus del Tec de Monterrey y del Colegio Labastida. En 1946 obtuvo el premio Nacional de Arquitectura.  También construyó el templo de San José en la colonia Cuauhtémoc de San Nicolás de los Garza. Murió en la ciudad de México en 1979. Mientras que Armando Ravizé nació en la Ciudad de México en 1909. Se graduó como ingeniero civil en la UNAM. Trabajó en la construcción de la carretera Nacional entre 1928 y 1930. Se quedó a vivir en Monterrey en donde murió en 1993. Ravizé rescató la cruz que remataba el frontispicio circular del templo, fue colocada en el barandal que cierra el acceso a la cripta.

Las esculturas de la virgen María (de seis metros) situada en lo alto de la torre como de los seis ángeles, fue realizada por Adolfo Laubner, quien nació en Gaslar, Alemania en 1902. Estudió en la academia de bellas artes de Hamburgo, luego se trasladó a México para estudiar antropología. Aquí desarrolló escultura con rasgos indígenas. Llegó a Monterrey para apoyar la construcción del templo. En 1946 fue contratado por el Tec de Monterrey para impartir clases de escultura. También es el autor de la escultura de fray Antonio Margil de Jesús, que estuvo en la plazuela de la catedral de Monterrey y que trasladaron en 1986 a la Purísima. Por cierto, hay otra en Villaldama. Murió en Monterrey en 1967. Para Laubner, la diferencia entre el arte sacro y el profano, está en su carácter sagrado. El primero hace objetiva a la intuición y al sentimiento religioso, haciendo coincidir el arte a los fines específicos de la Iglesia.

El arzobispo Guillermo Tritschler, también debió enfrentar la crítica cuando supieron que habían contratado a un escultor de ascendencia judía. Hebert Hofman nació en 1907 en Weimar, Alemania. Estudio en Berlín, París y Atenas. Llegó a México para trabajar, obteniendo la ciudadanía en 1958. A él le debemos la contribución de integrar la escultura a la arquitectura religiosa y al arte sacro. Es el autor de los doce apóstoles que miden tres metros cada uno y del Cristo crucificado (de 4.5 metros) que están en la fachada principal. Murió en Cuernavaca, Morelos en 1976.


Resaltan las pinturas de Santa Teresa de la Cruz de Jesús Guerrero Galván, el santo Cura de Ars, San Juan Bautista Vianney con Santa Filomena y la virgen de Guadalupe obras de Federico Cantú; de Jorge González Camarena la cruz tridimensional que está sobre el altar y la pintura de San Felipe de Jesús. Los evangelistas son de Benjamín Molina. Ya en tiempos del señor arzobispo Alfonso Espino y Silva, se colocaron letanías en los dinteles del templo, son oraciones compuestas por invocaciones a la virgen, con sus títulos gloriosos. Mientras que las puertas de acceso tienen los símbolos del zodiaco que inician con el año civil, desde acuario hasta capricornio y en frente, a doce símbolos de la pasión de Cristo, obra de Julio Vigil en la Ciudad de México.


La elevación a parroquia corresponde al mismo día de nuestra comunidad y la del Sagrado Corazón de Jesús el 19 de diciembre de 1894. Agregada a la basílica de Santa María La Mayor el 5 de agosto de 1895. El 9 de diciembre de 1989, se le elevó a la categoría eclesiástica de basílica menor, por el cardenal Sebastiano Baggio. Todo un hermoso ejemplo de la fe como de la acción comunitaria de una arquidiócesis, de una comunidad parroquial como un barrio, el de la Purísima.

domingo, 20 de marzo de 2016

Benito Juárez: entre su mito y la oficialidad

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina

Posiblemente la división entre los ámbitos de la vida de la Iglesia y del Estado en México, en primera instancia tuvo que ver con la formación de un calendario cívico y el rezago de las fiestas religiosas, que ahora debían vivirse dentro de los atrios y de los muros de los templos. En lugar de hacer ceremonias religiosas y procesiones al aire libre, lo oficial se hizo público en monumentos y plazas. El nuevo calendario resaltó al 5 de febrero, luego al 2 de abril, el 5 y 15 de mayo, el 15 de septiembre como las fiestas del nacionalismo fundante.

Para algunos investigadores revisionistas de nuestra memoria e identidad nacional, la historia centrada en homenajes se relaciona con la llamada “historia de bronce”, como contra parte de la historia crítica. Para Luis González y González, la historia de bronce mantiene su prestigio como guía moral, maestra del pundonor nacional y faro de todo buen gobierno. Entonces los historiadores se convierten en una especie de pedagogos sociales que ponen a los hombres (y a muy pocas mujeres) como ejemplo a seguir. Su obra es un legado, una evocación a su conducta para la reforma de nuestras costumbres.

Entonces el calendario cívico nos pone vidas a imitar, tan propicias que algún día harán que todo niño mexicano pueda recibir alguna condecoración cívica que resalte nuestros méritos ciudadanos ejemplares al servicio de los demás y de la patria. Y personajes como Hidalgo, Allende, Ocampo y la pléyade de hombres de la Revolución, aunque hayan cometido errores se les perdonan, pues murieron por la patria.

De todos ellos resalta la figura y la obra del Benemérito. Su nombre se ha utilizado para registrar nueve mil 759 calles en todo el país y es el más usado para nombrar vías públicas en Oaxaca y Quintana Roo. Innumerables municipios lo honran, hasta cuatro universidades públicas tienen su apellido: la de Ciudad Juárez, las autónomas de Oaxaca y Tabasco y la de Durango. Sus bustos y monumentos seguramente están por doquier, a lo largo y ancho del territorio nacional que tanto lo honra y lo pone como el “héroe” más importante de nuestra historia.

El 21 de marzo desplazó la celebración del supuesto inicio del día de la primavera y tuvo preponderancia sobre el día de la expropiación petrolera el 18 de marzo de 1938. Y todo porque Benito Juárez nació el 21 de marzo de 1806 en San Pablo Guelatao, Oaxaca. Con tan buena estrella que siendo indígena zapoteca, de ser un pastor pobre y descalzo que no entendía bien el idioma castellano, tuvo la oportunidad de estudiar con un tío, luego con un sacerdote que lo llevó al seminario y de ahí al Instituto Científico y Literario de Oaxaca para graduarse como abogado.  La figura de Benito Juárez concentra virtudes muy diversas. Es el "indio de raza pura", llegó a ser el paladín por excelencia de los principios que propugnaban los liberales "puros" y el símbolo y prototipo más depurado de la masonería mexicana. Su persona encarna los valores más excelsos de la élite liberal que tomó el poder en México en el siglo XIX, y que se representaba a sí misma como laica, autónoma de todo imperativo moral de carácter religioso. Pero eso sí, ligado a otro conjunto de principios morales más libres y racionales.

Para otros Juárez fue un hombre de “gabinete” y eso demuestra que haya contado con el apoyo de un grupo tan compacto que lo siguió durante mucho tiempo. El México de Juárez depende en mucho de una generación de políticos que tejieron una red nacional de poder, gracias al apoyo de los caciques y caudillos que controlaban las regiones de nuestra nación. Con ellos triunfó sobre los conservadores, la otra ala liberal conocida como la “moderada” y el imperio de Maximiliano.

Juárez heredó las posturas de los primeros reformistas como Valentín Gómez Farías y el padre José María Luis Mora, quienes propusieron en su tiempo, poner fin al monopolio de la Iglesia y de los propietarios tradicionales de las tierras. Entonces convirtieron a los curas, clérigos y religiosos junto con las etnias indígenas como los malos. Tanto a unos como a los otros les quitó sus tierras; para establecer los ranchos que dieron origen a las haciendas cuando canalizaron toda clase de inversiones capitalistas. A partir de 1857 se decretó la inexistencia de los indios en México. El otro proyecto de nación que propuso Lucas Alamán, buscaba amoldar la reforma de Estado al orden de las cosas; no tuvo ni siquiera tiempo para aplicarse a la realidad propia del siglo XIX.  Juárez es el artífice del modelo de nación basado en la igualdad y el amparo de las leyes, con una historia patria que articulaba a la educación como fundamento de nuestra mexicanidad. Para ellos debieron sacrificar al México que se justificaba en la historia matria y común, las castas y las creencias religiosas derivadas de la observancia de la fe católica.

Para contrarrestar la influencia de la Iglesia, decretaron la libertad de cultos, cerraron muchos templos y conventos, sacaron a muchas congregaciones religiosas y buscaron la manera de quedarse con las tierras que ellos administraban desde el virreinato. Por ejemplo, en 1862 se beneficiaron a 2 007 personas o compañías que se quedaron con las tierras de las capellanías que hicieron más ricos a los usureros y comerciantes que siempre se beneficiaron de nuestros problemas y conformaron las clases dominantes en el porfiriato.

Cuando Juárez regresó a la Ciudad de México el 15 de julio de 1867, aplicó un modelo de nación suyo, contrario a quienes lo hicieron fuerte durante diez años. Juárez convocó al congreso; pretendió darle voto al clero, pide facultades extraordinarias y licenciar al ejército. Los liberales que siempre estuvieron a su lado se dividieron. Surgieron dos grupos, uno conocido como “los ministeriales” o “inmaculados”; formados por los hombres más cercanos como Lerdo de Tejada, Matías Romero y Pedro Santacilia.  A Juárez lo apodan “el Cura”, a su gabinete “los hijos del Cura”, a Lerdo “el jesuita” por su pragmatismo y sus estudios. En la oposición figuran José María Zamacona, Ignacio Ramírez, Vicente Riva Palacio y Porfirio Díaz Mori. Lo que más temían, Juárez se convirtió en una especie de dictador pero “rebajado”. Hasta el día de su muerte, debió enfrentar 15 rebeliones.


Al morir el 18 de julio de 1872, los “hijos del Cura” se dividen; unos a favor de Juárez que representa el poder político, Lerdo de Tejada el poder económico y Porfirio Díaz al pueblo.  De ser tan querido y respetado, de pronto la opinión pública lo trataba con desdén. Un periódico opositor le compuso unos versos: “No quisiste, señor, a tiempo irte,/ muy lejos de éstas tierras con tu corte, /porque la Patria tu bolsillo surte/ Y hoy tengo el sentimiento de decirte/ que algo muy raro avanza por el norte/ que es muy posible tu silla te arrebate.

Siguió como presidente Lerdo de Tejada, que fue depuesto en 1876 por una revolución al mando de don Porfirio Díaz, quien heredó de don Benito el uso de la maquinaria política implacable para derrotar y aniquilar a todo movimiento rebelde. Juárez y Díaz no siempre se llevaron bien, por eso resulta paradójico que las primeras representaciones de Benito Juárez se hicieron durante el porfiriato. En 1890 el entonces presidente de la República le pidió al pintor Miguel Noroña las primeras representaciones del Patricio republicano. El famoso “hemiciclo a Juárez” fue inaugurado el 10 de septiembre de 1910. Don Porfirio es el artífice del mito. Cosas extrañas de la vida y del destino. También confundimos la frase emblemática que nos habla de Benito Juárez. La sentencia “entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz” es en realidad de Emanuel Kant.


El sistema político mexicano se valió de Juárez para justificar su permanencia en el poder a lo largo del siglo XX.  Krauze compara a Benito como “un gran chamán”. Para David Brading, Juárez fue tan mitificado que es difícil precisar quién es el verdadero Benito Juárez. Lo único cierto que tenemos en torno a él, que fue el guía y el centro de un grupo de liberales e intelectuales mexicanos que hicieron la Reforma.

miércoles, 16 de marzo de 2016

El Mineral de San Pedro y San Pablo de Monterrey y las vacaciones de Alfonso Reyes

Antonio Guerrero Aguilar /Cronista de Santa Catarina

Allá por donde se extiende el cañón de la Mielera rumbo al oriente; ahí donde el territorio montañoso de Santa Catarina se une al cañón del Huajuco y la Estanzuela. En donde prevalece el riesgo de formar zonas urbanas y habitables y concluir el daño ecológico irreversible a la región, Monterrey contaba con uno de minerales más productivos y famosos en Nuevo León. Por cierto, fue fan famoso que hasta Porfirio Díaz lo visitó en diciembre de 1898. Ahí donde un bosque propiamente rodea las montañas y éstas ensoñerean el paisaje. Ya es una zona particular y difícilmente se puede acceder a éste pueblo cuya fiesta se daba en la víspera de cada 28 de junio y previo a sus dos santos en el día del 29 de junio cuando honraban al martirio de San Pedro y San Pablo. Pero el templo del lugar estaba dedicado a nuestra de El Carmen y cada 16 de julio hacían fiesta en su honor.


De acuerdo a un informe de 1889, el entonces gobernador del Estado el general y licenciado Lázaro Garza Ayala hizo saber de la existencia de 83 minas en Nuevo León, de las cuales 19 se hallaban enclavadas entre las montañas de Santa Catarina y Monterrey. Precisamente en los límites al sureste de ambas municipalidades, también cercano a territorio perteneciente a Santiago, Nuevo León, floreció un pueblo minero al que llamaron de San Pedro y San Pablo propiedad de una familia de apellido Maiz llegada de España. Era tanta la producción de plata, fierro y plomo que tenía su propia línea de ferrocarril que lo comunicaba con la cabecera municipal de Monterrey.  Cuentan que la vía del tren bajaba de la sierra rumbo al Huajuco y atravesaba unas labores por el rumbo en donde ahora está la avenida Lázaro Cárdenas de Monterrey.

Allá por el 6 de noviembre de 1890 para ser precisos, Agustín Maiz solicitó permiso al ayuntamiento de Monterrey para hacer una exploración en el lado oriente de la Sierra Madre, entre la mina de San Pedro y la línea que mide a Monterrey con la Villa de Santiago; con el propósito de descubrir yacimientos minerales. Agustín Maiz fue dueño del mineral hasta 1898 cuando en representación de su familia lo vendió en dos millones de pesos a una compañía llamada Mexican Lead, perteneciente a la Metalúrgica Mexicana que la explotó en serio. A tal grado de que vendieron 11 millones de material en 1901 obteniendo ganancias de poco más de un millón de pesos y al año siguiente explotaron 27 millones de kilogramos de material. Para bajar los minerales usaban un cable de 4 mil metros por el que circulaban grandes cucharones que los ponían en los carros de ferrocarril. El mineral era un pueblo con muchos habitantes: con sus casas, el templo, una escuela y hasta un panteón. El 11 de febrero de 1895 Joaquín Maiz hizo una solicitud de permiso para inhumar cadáveres en un lugar apropiado en el Mineral de San Pedro que le fue concedido por el ayuntamiento de Monterrey. Agustín Maiz era además el propietario de una factoría llamada “Sombreros de Monterrey”.


Pero no solo era un pueblo minero. Gracias al entorno boscoso y montañoso, el paisaje era pintoresco. Un lugar obligado de visita de la familia del entonces gobernador de Nuevo León, el general Bernardo Reyes.  La familia Reyes Ochoa nunca se acostumbró a los calorones y a las resolanas que se sienten y se padecen en Monterrey a partir de mayo. Incluso una vez escribió don Alfonso Reyes respecto al Sol de Monterrey: “No cabe duda que de niño a  mí me seguía el Sol como perrito faldero, en mi vida todo era resolana”. Por eso los Reyes Ochoa también pasaban sus vacaciones en una casa situada en el Cerro del Mirador, acudían a una finca en La Fama y luego recorrían la sierra de Santa Catarina y en Galeana, Nuevo León. El mismo lo describe: “Había que pasar fuera de Monterrey los calurosos estíos. Yo disfruté de vacaciones veraniegas sucesivamente en La Fama (Cañón de Santa Catarina que allá nunca dicen Catalina) casa de un señor Santiago Andrews, uno de mis más antiguos recuerdos; después por las cumbres de la Sierra Madre, en el mineral de San Pedro y San Pablo”. Bernardo Reyes siendo gobernador de Nuevo León (papá de Alfonso Reyes) siempre se quejó de las altas temperaturas que se sienten en Monterrey. Incluso trasladó a su familia con rumbo a Galeana en el verano de 1909. Mientras buena parte de Nuevo León quedaba inundado por las torrenciales lluvias en el mes de agosto de 1909, el gobernador se hallaba fuera de la capital y debió acudir a lomo de caballo atravesando la sierra desde Galeana hasta Monterrey. Para algunos historiadores, eso le costó no ser considerado para la candidatura a la vicepresidencia de la república en 1910. 

Pero regresemos al Mineral de San Pedro y San Pablo. En éste sitio don Alfonso Reyes pasó su infancia: hizo amistades imborrables con los hijos de Agustín Maiz y Jorge Cotera, el ingeniero de las minas; persiguió ratas que el ingeniero Cotera disparaba con una vieja escopeta, aprendió a montar a caballo llamado El Grano de Oro, jugaba con unas ratas blancas que habitaban la bodega del almacén y acudió a misa los domingos. Con un clima distinto que a decir del Regiomontano Universal: “El viento arrebataba las sombrillas y los mantos de las mujeres; deshacía, travieso, sus peinados. Nos robaba lo que podía. Zumbaba y aullaba de noche, golpeaba a las puertas, quería entrar. Cimbrábase la casa, atada con cables de acero y nuestros visitantes de la ciudad se echaban a cuatro manos, haciéndonos reír a los niños. El viento era una presencia casi animal”. También Alfonso Reyes comparaba en parecido a Jorge Cotera con el conquistador Hernán Cortés y relata la caída del secretario de su papá el general Reyes de apellido Zúñiga: “tuvo la mala suerte de perder el sentido y rodar un trecho ladera abajo”.

El mineral finalmente desapareció. Por ahí se puede acceder al cañón de la Mielera en Santa Catarina y un gran risco que da nombre al cañón de Cerro del Diente aún se puede ver desde la carretera nacional, indica la entrada al cañón donde estaba el Mineral de San Pedro y San Pablo. Lamentablemente esos terrenos ahora están en un juicio legal, la compañía minera expulsó a los habitantes y cerró los accesos. Por eso los descendientes de esos habitantes tienen demandada a la minera en un pleito largo debido a intereses de particulares que buscan hacer desarrollos inmobiliarios.

Si alguien quiso, amó, respetó y honró a las montañas que rodean a Monterrey, fue don Alfonso Reyes. Comparó al cerro de la Silla con el dios Atlas y luego lo relacionó con la figura paterna. Ya sea en el Romance de Monterrey, en El Sol de Monterrey, en sus versos, recuerdos y reseñas aparecidas en el Correo de Monterrey. Nadie le ha cantado a Monterrey como Alfonso Reyes y nuestras montañas ahora amenazadas por el crecimiento urbano desmedido y las intenciones de dañarlas para construir colonias, fraccionamientos y avenidas sobre ellas. Por eso que ¡Viva Monterrey de las Montañas! y ¡Arriba Alfonso de Monterrey! 



domingo, 13 de marzo de 2016

Consideraciones sobre el día del patrimonio de Nuevo León (1-2)

Antonio Guerrero Aguilar, Cronista de Santa Catarina

Dicen que el matrimonio es cuando la señora se queda con la lana y el patrimonio es cuando la herencia se la quedan los hijos o los yernos. Más bien el patrimonio es el legado cultural que los ancestros nos dieron por herencia y nosotros los vivos dejamos a quienes nos siguen o seguirán. Este puede ser de índole económica, natural y cultural. Y Nuevo León está repleto de bellezas, paisajes y entornos naturales dignos de respetar, conservar y difundir para las generaciones venideras. El patrimonio cultural se divide en lo tangible y lo intangible. En los primeros están los monumentos, edificios públicos o civiles, el arte en todas sus manifestaciones, hasta una banca de una plaza entra en esta categoría. Todo aquello que se puede ver, tocar y apreciar.  Lo intangible es de naturaleza inmaterial y comprende cosas como leyendas, tradiciones, músicas, danzas, ritos, costumbres, recetas gastronómicas o de salud; en fin, todo aquello que es motivo de inspiración de un pueblo y le da motivos para vivir y existir. No lo vemos pero lo sentimos y corre el riesgo de desaparecer o ser olvidado.


Gracias a la iniciativa del doctor Daniel Sanabria, director de la biblioteca Cervantina del Tec de Monterrey, a partir del primer domingo de marzo de 2014, se convocaron a diversas asociaciones e instancias culturales de Nuevo León para conmemorar el “Día del Patrimonio de Nuevo León”.  Excelente idea si consideramos el desconocimiento y la sistemática y continua destrucción que hacemos de nuestro patrimonio cultural. Por ejemplo, a mediados del siglo XIX Manuel Payno, se refirió a  Monterrey con una arquitectura digna de contar y a la altura de otras ciudades del país. Pero hoy en día, en la falta de memoria y propensos al olvido, dejamos y permitimos que destruyan y desaparezca todo aquello en lo cual nos identificamos y reconocemos como personas y como parte de un grupo y de una sociedad. Aquí bien se aplican las palabras del ecologista senegalés Baba Dioum: Al final, sólo conservamos lo que amamos, amamos sólo lo que entendemos y entendemos sólo lo que conocemos".

Ojalá este día del Patrimonio de Nuevo León nos deje una actitud de rechazo a la manipulación o desaparición de cosas que nos dan sentido de referencia. Que los tres niveles de gobierno pongan esmero a través de las instancias respectivas, cuiden, protejan, difundan y promuevan el reconocimiento hacia nuestro patrimonio cultural. Y como personas y sociedad civil evitemos su destrucción intencional. Pero hay algo que no termina de agradarme del supuesto día del patrimonio. La elección de un solo día, cuando esto se puedo conformar por una semana o mes repleta de actividades que verdaderamente enarbolen el tema de patrimonio y no solo se queden en una serie de “eventitis” y que solo busquen la participación de organismos intermedios como asociaciones, de las universidades, de los municipios y de Conarte. A mi juicio,  debieron convocar a ciudadanos y ciudadanas, a miembros de la sociedad civil que al margen de grupos hacen tareas de promoción y resguardo patrimonial. Se hace buena difusión, pero mucho de lo que se propone no deja de ser espectáculos con bailables y fiestas populares. Creo que se les olvida considerar verdaderamente que es el patrimonio cultural y cómo está integrado en la vida política, social, económica y cultural de los nuevoleoneses y como se nos está yendo de la faz de donde nos movemos y existimos.

El patrimonio cultural también es factor de desarrollo. Se dice que el honor de un pueblo corresponde a los muertos y los vivos solo lo usufructúan. Gracias al conocimiento y cuidado del patrimonio se pueden fomentar las oportunidades y capacidades culturales de personas y comunidades como elementos sustanciales de desarrollo. Por eso la comunidad es importante en la conservación y reconstrucción del pasado. A través de la crónica y el conocimiento histórico (la memoria y la identidad), podemos  cuidarlo y conservar de lo que tenemos.

¿Y qué es el patrimonio cultural? Todo aquello que nos dejaron nuestros antepasados por herencia: objetos, edificios o documentos que estuvieron presentes en la historia de nuestro país o región y por lo mismo debemos respetar y cuidar para evitar su desaparición. Puede ser tangible o material: todo lo que se puede tocar y no se puede mover, como templos, edificios, pinturas, esculturas, fósiles, libros, documentos, el patrimonio industrial o técnico. O intangible o inmaterial: no lo podemos tocar pero ahí están como una manifestación artística y vivencial (danza, música, fiestas, comidas tradicionales, cuentos, leyendas, conocimientos, oficios y dialectos que hablaban o hablan). Entonces el patrimonio cultural corresponde a los bienes perdurables, materiales, poseedores de una vigencia intemporal y de un significado particular para esa sociedad. Encarnan o materializan sus creencias, su tradición y su identidad a través de cosas que se pueden ver y tocar con un significado o valor particular de tipo arqueológico, histórico o artístico. Cuando los valores adquieren sentido, se viven y se transforman de una generación a otra, se convierten en intangibles y se trasforman en las prácticas que expresan tradiciones, rasgos simbólicos e inclinaciones de largo o reciente arraigo en el grupo social.

Los monumentos históricos son patrimonio tangible.  Todo aquel relacionado con la historia de nuestro país desde la llegada de los españoles hasta principios del siglo XX. Se considera monumento por sus características físicas y tradicionales, por el hecho histórico que dio abrigo y no importa su dimensión espacial. Pueden ser edificios religiosos (templos, conventos y capillas), civiles (casas habitación, fábricas, haciendas, ingenios, mercados), públicos (palacios de gobierno, oficinas, acueductos, puentes, hospitales, escuelas y cárceles). Los monumentos corresponden a un paisaje urbano, formando un conjunto de elementos digno de conservarse. Un paisaje urbano está integrado por un conjunto de edificios y casas en los cuales puede haber monumentos conmemorativos.

Las zonas históricas  mantienen elementos conmemorativos como esculturas, monumentos, placas con inscripciones, bancas y fuentes. Militares como cuarteles y fortificaciones y las zonas de monumentos históricos se determinan tomando en cuenta el trazo histórico de la ciudad y sus características como casas de arquitectura sencilla, edificios, monumentos, calles, plazas y jardines. Quedan determinadas por los monumentos existentes en ellas y todos los edificios que le dan identidad propia y única, convirtiéndose en parte de nuestra cultura. Todos los edificios son importantes pues forman parte de nuestra historia. Nos recuerdan de dónde venimos y quienes somos. Por eso cuando destruyen un monumento estamos borrando parte de nuestro pasado e histórica. Pueden servir como museos, bibliotecas, escuelas o centros con vocación cultural, turística o de servicios; siempre y cuando se respeten las características del espacio y detalles decorativos originales. Al momento de darle otro uso a los edificios históricos, se deberán reparar tomando en cuenta los materiales con los que fueron hechos.

Los monumentos están construidos con materiales naturales y propios de la región. En el noreste podemos identificar los siguientes: los cimientos que sostienen el edificio son de piedras pegadas con arena, tierra y cal. Los muros regularmente son de adobe que son bloques de tierra compactada con pajas y piedras, con sillares y a veces con ladrillo. Los techos son de vigas de madera y sobre ésta se pone una tapa que puede ser ladrillo, carrizo o tablas de madera; encima se coloca un relleno de tierra y sobre él un piso de barro. Hay diferentes tipos de piso, pueden ser de pasta, de barro, madera o mosaicos decorados.


Un monumento  antiguo tiene puertas y ventanas son muy elaboradas; son piezas únicas pues ya no hay quien las haga labradas a mano. Los monumentos históricos tienen espacios amplios, únicos y con techos altos, con zaguanes, patios, corredores.  Los daños de los edificios históricos pueden ser afectados por el Sol, el agua y el viento, dañados por incendios, explosiones o impacto ambiental. Pueden ser destruidos por aspectos naturales como temblores o inundaciones. Por factores biológicos como la contaminación y descomposición de materiales, excremento de palomas entre otros más.  Cuando el ser humano les da otra vocación distinta, como bodega, talleres, comercios, fábricas, pueden deteriorarse por no arreglar a tiempo lo que ya está en mal estado. 

domingo, 6 de marzo de 2016

El Parque Nacional Cumbres de Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar, Cronista de Santa Catarina

En 1936 el gobierno federal realizó un estudio detallado, para conocer la riqueza natural y biológica de la Sierra Madre Oriental situada en los municipios que rodean a la ciudad de Monterrey; debido a la presión de particulares y grupos para obtener concesiones y dedicarse a la explotación agropecuaria, de bosques, minas y al uso de tierras debido al avance gradual del crecimiento urbano. En consecuencia el entonces presidente de la república, decidió crear una zona protegida, con la intención de salvaguardar a Monterrey de posibles inundaciones así como para evitar la destrucción de la cuenca hidrológica que da vida a toda la región. Permitieron la explotación moderada de bosques en las áreas correspondientes y procuraron mantener las condiciones de salubridad en los diversos pueblos que la componen. El 28 de abril de 1937, Lázaro Cárdenas declaró la zona protegida quedando como parque nacional. Mediante decreto presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación el 24 de noviembre 1939, se declaró como Área Natural Protegida  a la región conocida como Cumbres de Monterrey, incluyendo la totalidad de los municipios de Monterrey, Santa Catarina, Garza García y Santiago, con algunas porciones de García, General Escobedo, San Nicolás de los Garza, Apodaca, Guadalupe, Montemorelos, Rayones y Allende.

Buscaban la previsión de desastres provocados por las lluvias torrenciales, así como el equilibrio hídrico de la región a través de la cubierta de vegetación típica de nuestras Sierra Madre Oriental; evitando la erosión en los terrenos en declive y los cambios climáticos de la zona. Controlaron los riesgos de inundaciones del río Santa Catarina, por los derrumbes en las laderas de las montañas circunvecinas y conservar los recursos naturales. No obstante la claridad e intención del decreto y base jurídica, no pudieron evitar las continuas presiones para disponer de tierras y productos contenidos dentro del Parque Nacional Cumbres de Monterrey.


En consecuencia en el mes de junio de 1942, el entonces presidente Manuel Ávila Camacho, emitió un decreto con relación al Parque Nacional Cumbres de Monterrey, al considerar que había perjuicio a la economía de la región, pues el ordenamiento anterior prohibía el cultivo en terrenos agrícolas de los pueblos situados en la Sierra Alta. Consideraban el interés de la Nación por aprovechar todos los terrenos susceptibles para el cultivo, incluidos aquellos con pendiente menor del 10 por ciento y que pudieran ser desmontados para sembrar en ellos. Los pueblos también debían ser dotados de aguas suficientes, tierras y bosques en la extensión que necesitaran; siempre y cuando los cultivos y trabajos agrícolas no fueran a causar un daño al Parque Nacional Cumbres de Monterrey.

Entonces el progreso y crecimiento demográfico de Monterrey, Santa Catarina, San Pedro Garza García y Villa de Santiago y de otros municipios circunvecinos, debía ajustarse a los lineamientos jurídicos y normativos del parque nacional Cumbres de Monterrey. Lamentablemente en muchísimas ocasiones fue letra muerta o lo adecuaron en base a las necesidades y requerimientos de los inversionistas como de los desarrolladores urbanos. Al fin de cuentas ellos se quedaron con muchas de las tierras y como propietarios podían alegar un derecho para hacer con ellas lo que quisieran.  Si la ley la hubieran aplicado como es debido, ni Chipinque, las colonias al pie de las Mitras y la Silla, al igual que las pedreras estuvieran ahí y mucho menos todos aquellos posesionarios que se quedaron a vivir en las márgenes de los ríos y arroyos.



En 1993, la dirección general de Aprovechamiento Ecológico de los Recursos Naturales solicitó al ITESM un estudio para abordar los problemas del Parque Nacional Cumbres de Monterrey. El Tecnológico de Monterrey, junto con la UANL y la Ducks Unlimited de México, A.C. (DUMAC) enviaron a la Secretaría de Desarrollo Social dos proyectos de trabajo para la redelimitar el parque y proponer un programa de manejo y cuidado de los terrenos que lo comprenden.

La propuesta planteó la necesidad de fijar nuevos límites del Parque Nacional Cumbres de Monterrey, pues muchas tierras ya estaban en zonas urbanas. Pidieron el cambio para la categoría de "Reserva de Flora y Fauna", con ello se regularizaba el uso y cuidado de las tierras, establecían una normativa de manejo y protección de los ecosistemas y su biodiversidad,
permitiendo las actividades económicas, crearon una zonificación para el uso agrícola, ganadero, urbano, de protección y restauración ecológica. Diversificando las formas de uso y aprovechamiento dentro del  parque para lograr un crecimiento racional y un manejo integral.

En 1996 el Tec de Monterrey elaboró  una propuesta de ordenamiento ecológico y de un modelo para el desarrollo sostenible de la misma, incrementando su zona de influencia a los municipios de Arteaga, Ramos Arizpe y Saltillo, Coahuila. Siendo presidente de la república Ernesto Zedillo Ponce de León y Fernando Canales como gobernador de Nuevo León, en noviembre de 2000 se publicó el decreto que dictaba los nuevos límites  del Parque Nacional Cumbres de Monterrey, apoyada en la propuesta del ordenamiento ecológico realizada por el ITESM, con lo cual se derogaron los planteamientos originales del decreto de 1937.

¿Y para qué sirve un parque nacional? Los parques nacionales se consideran representaciones bio- geográficas propias de cada región, de uno o más ecosistemas que son significativos por su belleza escénica, su valor científico, educativo, de recreo o histórico, por la existencia de flora y fauna representativa, por su aptitud para el desarrollo del turismo o bien por otras razones análogas de interés general. El Parque Nacional Cumbres de Monterrey se localiza en la zona oeste-centro de Nuevo León, en colindancia con Coahuila en la Sierra Madre Oriental. En toda la región se encuentran desde zonas áridas con especies propias de las regiones desérticas, pasando por matorrales hasta bosques principalmente de pinos y encinos en las partes más altas, así como pastizales y variada vegetación a lo largo de los ríos y cañadas. Se reportaron 1, 368 especies de flora y fauna, de las cuales 73 son consideradas en peligro de extinción, amenazadas, endémicas, raras, vulnerables o de protección especial.


Pero otra vez hubo inconformidad de parte de algunos propietarios que alegaron contar con tierras, en donde no hay afectaciones con las intenciones y objetivos del Parque Nacional Cumbres de Monterrey. Y el problema comenzó en dos zonas: la Ciénega de González en Santiago y el cañón de Ballesteros o de la Mielera en Santa Catarina. Cuando se desafectaron los derechos del ejido El Potrero, la extensión se hizo particular y en consecuencia susceptible para hacer en ella un desarrollo inmobiliario al que llamaron Valle de Reyes. Ya desde tiempos de los alcaldes Alejandro Páez Aragón, Humberto González Garibaldi y Ramiro Ayala Garza, entre 1997 y 2006, los respectivos cabildos titubearon respecto a qué posición tomar frente a la urbanización del sector conocido como la Sierra Baja de Santa Catarina el cual está detenido o en “veremos”. Todo lo que pedimos es muy sencillo, que ya no afecten ni dañen nuestras montañas y ríos.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico