Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa
Catarina
Resulta un poco extraño que los primeros pobladores de
Monterrey, le hayan confiado a la virgen de la Purísima su patronato. ¿Y saben por qué? La devoción mariana de Monterrey se fundamenta
en una montaña que tiene la forma de una M y por la advocación que le dieron
los fundadores el 20 de septiembre de 1596, al llamarla Ciudad Metropolitana de
Nuestra Señora de Monterrey. Tal vez se ajustaron más a la tradición y al
fervor mariano, pues el dogma de la purísima concepción de María fue promulgado
hasta el 8 de diciembre de 1854 por el papa Pío IX: “María fue preservada inmune de todo mancha de la culpa original en el
primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios”. Como siempre, aquí la feligresía regiomontana
le mandó construir una capilla en 1756 porque le atribuyeron un milagro, cuando
salvó a la ciudad de una inundación. Por sus dimensiones y lo sencillo de la
obra, se hicieron reformas a su templo en 1920 gracias a la iniciativa del
párroco Rafael R. Mundo. Quienes conocieron al templo, lo describen con una
nave, un altar mayor perfectamente decorado, con techo abovedado, un acceso
principal con algunos elementos clásicos, unos nichos, un frontispicio rematado
con una cruz metálica y dos espadañas para las campanas, una por cada lado.
En 1941 hubo un congreso eucarístico en honor al
aniversario de ordenación sacerdotal del arzobispo José Guadalupe Ortiz López.
Lo mismo llegaron invitados y dignatarios religiosos para conmemorar al pastor.
Durante la comida con los obispos y arzobispos, les presentaron un proyecto
revolucionario para construir un nuevo templo, realizado por el arquitecto
Enrique de la Mora y Palomar y el ingeniero Armando Ravizé. Con un diseño
vanguardista y novedoso, expusieron la necesidad de la construcción como “la mayor expresión de fe de la ciudad de
Monterrey”, usando los materiales que aquí se producían como el cemento, el
fierro y el vidrio.
Muchos de los ahí presentes no vieron con agrado la
propuesta y hasta la criticaron, excepto del entonces obispo de San Luis Potosí
el Dr. Guillermo Tritschler y Córdova, quien providencialmente se hizo cargo de
la arquidiócesis en junio de 1941; después de que el señor Ortiz dimitió a su
cargo el 27 de abril de 1940. La intención de construir la nueva casa de Dios,
se retomó como un gran esfuerzo de la comunidad parroquial como de la grey
regiomontana. Se hicieron campañas para reunir fondos y como siempre, (bueno,
como más antes) las grandes empresas donaron sumas considerables para levantar
tan majestuoso templo.
En 1942 demolieron el edificio, concluyendo la primera etapa con la bendición de la cripta el 23 de junio de 1944. Mientras hacían los trabajos encontraron restos humanos de aquel panteón que alguna vez estuvo en su atrio. El 14 de febrero de 1946 se hizo la ceremonia de su consagración y el 12 de septiembre obtuvo el premio nacional de arquitectura.
Para muchos su estilo corresponde a un arte modernista
que abrió a una nueva era de la arquitectura religiosa, capaz de dar cabida a
todas las manifestaciones plásticas como la arquitectura, la pintura, la
escultura y los vitrales. Según los académicos, corresponde a un purismo
geométrico, reforzada por estructuras en
las bóvedas y en los arcos. Hecho con concreto armado paraboidal o de cascarón.
Es de una sola nave en forma de cruz latina, con bóveda de cañón y dos series
de cuatro parábolas o lunetos en los lados. Caben mil personas sentadas en unas
bancas, que se hicieron con las maderas de las vigas de la penitenciaría que
derrumbaron en 1942. De 50 metros de largo, 4 de ábside y 34 de ancho en los
accesos laterales y 15 en los muros. El campanario mide 43 metros, más la cruz
que remata el conjunto le añade 6 metros.
El proyecto corresponde a Enrique de la Mora como Armando
Ravizé. Se hizo como una renovación del arte religioso a partir de propuestas
de religiosos franceses. La destrucción causada en Europa por las dos Guerras
Mundiales, tuvo importantes consecuencias en las relaciones entre la Iglesia
Católica y el arte moderno. Surgió así, la necesidad de construir nuevos templos
o de reconstruirlos, de acuerdo a un novedoso estilo que trataba de conjuntar
al arte moderno, con los modos de representación auspiciados por la Iglesia
Católica. A decir verdad, buena parte del clero más conservador estuvo en
contra de la tendencia, pues decían que estaban dando los templos a los
artistas y arquitectos ateos y anticlericales. Aquí en Monterrey, tanto el
arzobispo Tritschler como de la Mora y Ravizé, consideraron el ámbito de la
arquitectura religiosa como también en el de las artes plásticas. Conviene
recordar la iniciativa que tuvo el párroco Rafael Plancarte que murió en 1941 y
del padre Job de la Soledad García Gil que hizo suyo el proyecto. Todo fue
reformista incluso se adelantaron a las propuestas litúrgicas del Concilio
Vaticano II, con una estructura continua de perfil parabólico que arranca elegantemente
desde del suelo.
Respecto a sus artífices, Enrique de la Mora nació en
Guadalajara en 1907. Se graduó como arquitecto en la UNAM. Al concluir los
trabajos del templo, diseñó las aulas del campus del Tec de Monterrey y del
Colegio Labastida. En 1946 obtuvo el premio Nacional de Arquitectura. También construyó el templo de San José en la
colonia Cuauhtémoc de San Nicolás de los Garza. Murió en la ciudad de México en
1979. Mientras que Armando Ravizé nació en la Ciudad de México en 1909. Se
graduó como ingeniero civil en la UNAM. Trabajó en la construcción de la
carretera Nacional entre 1928 y 1930. Se quedó a vivir en Monterrey en donde
murió en 1993. Ravizé rescató la cruz que remataba el frontispicio circular del
templo, fue colocada en el barandal que cierra el acceso a la cripta.
Las esculturas de la virgen María (de seis metros) situada
en lo alto de la torre como de los seis ángeles, fue realizada por Adolfo
Laubner, quien nació en Gaslar, Alemania en 1902. Estudió en la academia de
bellas artes de Hamburgo, luego se trasladó a México para estudiar
antropología. Aquí desarrolló escultura con rasgos indígenas. Llegó a Monterrey
para apoyar la construcción del templo. En 1946 fue contratado por el Tec de
Monterrey para impartir clases de escultura. También es el autor de la
escultura de fray Antonio Margil de Jesús, que estuvo en la plazuela de la
catedral de Monterrey y que trasladaron en 1986 a la Purísima. Por cierto, hay
otra en Villaldama. Murió en Monterrey en 1967. Para Laubner, la diferencia
entre el arte sacro y el profano, está en su carácter sagrado. El primero hace
objetiva a la intuición y al sentimiento religioso, haciendo coincidir el arte a los
fines específicos de la Iglesia.
El arzobispo Guillermo Tritschler, también debió
enfrentar la crítica cuando supieron que habían contratado a un escultor de
ascendencia judía. Hebert Hofman nació en 1907 en Weimar, Alemania. Estudio en
Berlín, París y Atenas. Llegó a México para trabajar, obteniendo la ciudadanía
en 1958. A él le debemos la contribución de integrar la escultura a la
arquitectura religiosa y al arte sacro. Es el autor de los doce apóstoles que
miden tres metros cada uno y del Cristo crucificado (de 4.5 metros) que están
en la fachada principal. Murió en Cuernavaca, Morelos en 1976.
Resaltan las pinturas de Santa Teresa de la Cruz de Jesús
Guerrero Galván, el santo Cura de Ars, San Juan Bautista Vianney con Santa
Filomena y la virgen de Guadalupe obras de Federico Cantú; de Jorge González
Camarena la cruz tridimensional que está sobre el altar y la pintura de San
Felipe de Jesús. Los evangelistas son de Benjamín Molina. Ya en tiempos del
señor arzobispo Alfonso Espino y Silva, se colocaron letanías en los dinteles
del templo, son oraciones compuestas por invocaciones a la virgen, con sus
títulos gloriosos. Mientras que las puertas de acceso tienen los símbolos del
zodiaco que inician con el año civil, desde acuario hasta capricornio y en
frente, a doce símbolos de la pasión de Cristo, obra de Julio Vigil en la
Ciudad de México.
La elevación a parroquia corresponde al mismo día de
nuestra comunidad y la del Sagrado Corazón de Jesús el 19 de diciembre de 1894.
Agregada a la basílica de Santa María La Mayor el 5 de agosto de 1895. El 9 de diciembre
de 1989, se le elevó a la categoría eclesiástica de basílica menor, por el
cardenal Sebastiano Baggio. Todo un hermoso ejemplo de la fe como de la acción
comunitaria de una arquidiócesis, de una comunidad parroquial como un barrio,
el de la Purísima.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario