Si queremos remontarnos al origen del Nuevo Reino de León,
debemos conocer a Alberto del Canto, a Luis Carvajal y de la Cueva, Diego de
Montemayor y Gaspar Castaño de Sosa. Gracias a un litigio jurisdiccional llamado
“El documento del Parral”, sabemos
que del Canto llegó a la región en 1577. Junto con Diego de Montemayor participaron
en diversas campañas al servicio del gobernador de la Nueva Vizcaya, la cual
estaba formada por Durango, Chihuahua y Nuevo México y de unas porciones de Coahuila,
Zacatecas y Nuevo León.
Del Canto nació en 1547 en Praia de la Isla Terceira en las
Azores. Hijo de Sebastián Martín Do Canto y de María Díaz Viera. Con apenas 15
años, se embarcó para probar suerte en la Nueva España donde residió
temporalmente en la Nueva Galicia, de la cual huyó por delitos que cometió. Supuestamente
lideraba a unos bandoleros que asaltaban en los caminos que van de Guadalajara
a Zacatecas y viceversa. Llegó a la
Nueva Vizcaya en la cual sirvió a las empresas de pacificación y colonización
de parte del gobernador Martín López de Ibarra. Salió de San Gregorio de Mazapil
con dirección al noreste, acompañado por 25 soldados. Se supone que entre 1575
y 1577 fundó la Villa de Santiago del Saltillo. Luego fundó la Villa de Santa
Lucía, pero como no tenía permiso ni reconocimiento del Rey de España, es
considerada un simple asentamiento informal. Se le atribuye también el bautizo
de algunos puntos de la región, como el Cerro de la Silla, las Mitras, el Valle
de Nueva Extremadura, el Río Santa Catarina, la estancia del mismo nombre y San
Gregorio.
En 1577 encontraron unas vetas de plata en el extremo
oriente de la sierra de Picachos a las que llamaron San Gregorio en el actual Cerralvo,
para recordar a San Gregorio de Mazapil. Le dieron la vuelta a esa cordillera para
llegar a otro punto en donde encontraron otras vetas de plata a las que
llamaron de La Trinidad en el Valle de Couila, primer asiento de lo que
actualmente es Monclova, Coahuila.
Se comenta que por la clase de persona que fue, todas las
damas de su tiempo se enamoraban del soldado. Su personalidad y buen porte (alto
y rubio) lo hacían mujeriego en exceso. Por eso también le apodaban “Alberto del Diablo” por ser un
alborotador de indígenas y demás gente. En 1581 decidió ponerle los cuernos a
su mejor amigo y compañero. Empieza a cortejar a doña Juana Porcallo y de la Cerda,
la tercera esposa de Diego de Montemayor.
Diego de Montemayor se casó en primeras nupcias con doña
Inés Rodríguez, vecina de Málaga, España el 7 de diciembre de 1548. Con ella
pasó a la Nueva España al poco tiempo. En segundo matrimonio, contrajo nupcias
con doña María de Esquivel, de la cual tuvo a su único hijo varón, al que
llamaron Diego de Montemayor y Esquivel y en consecuencia apodaron "El
Mozo". En tercera y última instancia, se casó con doña Juana Porcallo y de
la Cerda, quien era hija de un inmigrante portugués y con quien procreó a una
hija de nombre Estefanía; quien por cierto una ocasión declaró "que vio al capitán Alberto del Canto
con su madre en la cama muchas veces, pero por temor no dijo nada",
especialmente cuando su padre salía con rumbo a Santa Lucía y a los minerales
de San Gregorio. Una noche Montemayor regresó a Saltillo y los vio en una
relación sexual. Con coraje y celos, Montemayor mató a su esposa por infiel con
su propia espada en el lecho donde estaba con del Canto; quien pudo escapar con
rumbo a San Gregorio.
Tras el asesinato de su mujer, Diego de Montemayor huyó al
norte viviendo una vida salvaje, hasta que el virrey lo exoneró de todos los
cargos, pues la ley no castigaba la muerte por ese motivo. Montemayor juró
asesinar a su rival sin que lograra su objetivo. Entonces se dejó crecer la
barba y con sus hombres acudió hasta San Gregorio para dar muerte a su traidor
y rival en amores. Los conquistadores se dividieron: unos apoyaron a Montemayor
y otros a del Canto. Se supone que Luis Carvajal y de la Cueva al saber de la
división de los pobladores, logró sellar una alianza entre Alberto del Canto y
Diego de Montemayor. Contrajo nupcias Estefanía en 1586, procreando su primer
hijo llamado Miguel de Montemayor en 1587, para fines de 1589 nace su segundo
hijo bautizado con el nombre de Diego de Montemayor y en 1593 tienen a su única
hija, Elvira. Las cosas no terminaron bien para del Canto. En 1593, fray Pablo
de Góngora lo acusó ante el Tribunal de la
Inquisición por sus amoríos con doña Juana Porcallo y tres años después, sus
hijos se fueron con su abuelo a fundar la Ciudad Metropolitana de Nuestra
Señora de Monterrey en 1596.
La descendencia de Alberto del Canto y de Estefanía
Montemayor Porcallo, dejaron de usar el apellido del Canto y tomaron el
apellido materno Montemayor, relegando al olvido el apellido del fundador de
Saltillo. Pero hay muchos descendientes regados. Todos los Rodríguez de San
Pedro Garza García y Santa Catarina vienen de esa rama familiar, al igual que
todas las dinastías que poblaron el valle del Huajuco entre los siglos XVII y
XVIII. Y dicen que los rasgos güeros y ojos de color se deben a del Canto pues
tenía orígenes en Inglaterra, ligados al ducado de Kent.
La rivalidad entre del Canto y de Montemayor se hace aun
visible entre Saltillo y Monterrey: la virgen del Roble y el Santo Cristo, la
capital de las provincias internas de oriente, la rivalidad entre Ramos Arizpe
y el padre Mier, la elección del sitio en donde fundar la universidad en 1933 y
otras cosas más. En mi añorado Saltillo tienen a del Canto como insigne
fundador y poblador y se le reconoce por sus méritos. Alberto del Canto y Díaz
de Vieira exploró el norte de la Nueva España. Desde la Nueva Galicia, la Nueva
Vizcaya y el Nuevo Reino de León, apoyando la fundación de pueblos y minerales
importantes. Por eso en 1996 quisieron inaugurar un monumento en su honor, pero
salieron muchos partidarios que no era posible rendir homenaje a quien le robó
la esposa y se quedó con la hija del fundador de Monterrey. El monumento está cerca del paseo de Santa Lucía, al este de la calle de Diego de Montemayor. Lo más extraño es que no hay monumento de él en su Saltillo del alma.
Como se advierte, Alberto
del Canto es indudablemente un personaje enigmático y controvertido. La de un hombre
inquieto, de espíritu aventurero y sagaz. Amante de la madre y esposo de la
hija. De personalidad controvertida, lo mismo esclavizó y vendió naturales y
dicen que por las noches le gustaba disfrazarse de fantasma para asustar a los
paseantes. Fungió en repetidas ocasiones como alcalde y regidor de Saltillo. Reconocido
domador de caballos. Al final de su vida se retiró a su propiedad en la
hacienda de Buena Vista de Saltillo, que luego cambió a Urdiñola, se casó otra vez y murió en Parras en 1611.
Mi abuelo Alberto del Canto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario