Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural
El rasgo más representativo y su principal sacramento comunitario de Higueras, son las
famosas luminarias. El origen y significado de las luminarias es confuso. Se
pierde en la obscuridad de los tiempos. Simplemente dicen que siempre las han
puesto cada 11 de diciembre por la noche. Un periódico llamado La Defensa de
Monterrey publicó en 1891: "Costumbre
inmemorial es en éste pueblo el que los jóvenes vayan en grupos a la colina
inmediata a cortar y llevar personalmente a sus casas un arbusto que llaman
candelilla. Con ella forman grandes luminarias en el centro de las calles,
encendiéndolas todas a un mismo tiempo, de la hora que terminan las vísperas, a
la vez que los hombres disparan cohetes y armas de fuego por todos los rumbos
de la población".
En la quema de la Candelilla intervienen diversos
elementos simbólicos que conviene analizar para comprender mejor una de las
fiestas más representativas de Nuevo León. Las luminarias son luces que se
ponen en las ventanas, balcones, torres, calles, plazas en señal de fiesta, en
las ceremonias litúrgicas y entierros. Las de Higueras posiblemente tengan su
origen, en un edicto eclesiástico firmado por el obispo de Guadalajara, fray
Francisco Buenaventura Martínez de Tejeda, el 19 de noviembre de 1756: "Se conceden 40 días de indulgencia a
quienes por la noche de la víspera y día de Guadalupe, adornasen la puerta de
su casa y calle, iluminándola con luces y luminarias e hicieren otras piadosas
demostraciones de gratitud, júbilo y alegría".
La virgen morena del Tepeyac es la patrona de los
entornos. Encontramos nombres de Guadalupe en casi todo el valle de las Salinas
(Mina, Abasolo, El Carmen y Salinas Victoria), en el Carrizal de los Ayguales,
lugar donde se asienta Higueras. Hay una comunidad de Marín llevan el nombre de
Guadalupe, al igual que en Villaldama, Sabinas Hidalgo y Anáhuac al norte de
Nuevo León. Seguramente su culto fue propagado por los franciscanos y se
afianzó en 1748 cuando fue declarada patrona del Nuevo Reino de León.
A mi parecer, en la noche del 11 de diciembre se fusionan elementos
religiosos propios de diversas culturas. Se hacen montones o atados de un
arbusto típico de la región. El elemento
esencial es el fuego. Los filósofos
presocráticos pensaban que el origen de las cosas tenía que ver con los
elementos naturales. Por ejemplo para Heráclito de Éfeso (576-480 a.C.) el
fuego está presente en todas las cosas. En su fluir incesante forman la unidad
en el titilar inquieto e incesante de las llamas, las cuales expresan su luz en
torno elocuente de un cambio. Es el tránsito de las cosas que vienen del fuego
o vuelven a él.
Los ritos relacionados con el fuego están muy
identificados con la purificación. Quienes lo practican proceden de culturas
agrarias. Simbolizan los incendios de los campos, que se hacen poco antes del
inicio de la primavera para propiciar su regeneración y favorecen la aparición de
un manto verde que nos habla de la naturaleza viva. El fuego es considerado una imagen de Dios, la menos imperfecta de sus
representaciones y como esencia supra esencial que simboliza al intelecto, es
decir, a la conciencia. El incendio que consume simboliza purificación y
regeneración; de destrucción a la inversa por su luz y su verdad y que paradójicamente genera vida.
El fuego se presenta en las sagradas escrituras, como
manifestación y la representación de Dios; con su luz y calor purificaba a las
cosas. Desde los orígenes de la humanidad, los hombres ofrecían sacrificios.
Una forma es el holocausto, sacrificio en donde la víctima o las ofrendas eran
quemadas en beneficio de Dios para expresarle un acto de total sumisión, como
Caín y Abel que ofrecían animales recién nacidos y frutos que incineraban. Dios
se manifestó a Moisés en una zarza ardiendo. De aquí se deriva el uso del candelabro del Tabernáculo o de los Siete Brazos, conocido
como “Menorah”. Simboliza a las siete
lámparas que iluminaban, según modelo presentado por Dios a Moisés en el monte
Sinaí. Son las luces del cielo que podemos apreciar desde la Tierra. Para los
judíos, la fiesta de las luminarias se llama Januka y se celebra el 14 de diciembre.
Vemos reminiscencias o rasgos prehispánicos. En las
culturas precolombinas el atado de hierbas significaba el fuego nuevo. La
tradición mexica representaba en una ceremonia el nacimiento del fuego nuevo. Al
llegar la media noche encendían primeramente el altar a Huitzilopochtli;
después los de las escuelas; enseguida los templos y las casas. El fuego debía
de permanecer ardiendo otros cincuenta y dos años. La fiesta del fuego nuevo coincidía con la
fecha, en que la constelación de las Pléyades pasaba el cénit a medianoche. Las
Pléyades eran sumamente importantes para los antiguos mexicanos. En las
latitudes del altiplano central su ciclo anual muestra ciertas relaciones
particularmente interesantes, ya que se ubican en una simetría opuesta al curso
del Sol.
Existe un afán penitencial en las luminarias; la forma de traerlas desde
el monte, solo deben cortarlas o arrancarlas con los pies de mujeres o niñas,
evitando hacerlo con las manos y en la manera de hacer los montones. Originalmente
las luminarias se hacían en la calle afuera de las casas. Hoy solo las hacen
por seguridad entre la plaza y el templo. El arbusto ya procesado se convierte
en parafina, materia prima de la cera y la cera es elemento natural usado
habitualmente en el culto a Dios, el cual se enciende y permite que poco a poco
se vaya consumiendo. El significado cultural de este rito es el de una ofrenda
hecha a Dios que representa el grado en que nosotros deberemos de consumir
nuestras vidas en buenas obras, sacrificios y penitencias. De ésta forma, la
cera se convierte en un representante de mi persona ante una imagen a quien se
le ha solicitado algo y que exige de mí un cierto grado de disciplina que me
consume como si se tratara de una correspondencia moral a la buena acción que
se recibirá de la divinidad.
Fernando Garza Quirós escribe sobre las luminarias de
Higueras: "La tradición -que me
parece más bella de la región- las Luminarias de Higueras, y -como decía muy
acertadamente el licenciado (Ricardo) Elizondo se acostumbraban las luminarias
en todas partes y por diferentes cuestiones, pero eran cazuelejas u otro tipo
de luminarias para el nacimiento de los infantes o las bodas reales o cosas de
éste tipo. En Higueras, desde hace muchos años, sin que se pueda precisar la
fecha, se hacen con candelilla; no la candelilla de exportación, sino otra
candelilla cuyo nombre no recuerdo; es una planta que también se incendia
rápidamente. Juntan las mujeres en un plan penitencial, descalzas en los
cerros, la candelilla; la juntaban enfrente de la puerta principal de la casa,
-ahora ya no se puede por el tráfico y demás calles pavimentadas-, se iban
amontonando aquellas cosas, más o menos desde octubre empezaba a hacerse esto,
y el 11 de diciembre, anteriormente a un toque de campana, se incendiaba todo
aquello. Me parece precioso, como una especie de oración de fuego, por ser la
Víspera Guadalupana y todo lo demás. Esto tiene una serie de posibles
interpretaciones antropológicas, la mujer como conservadora del fuego del
hogar, etcétera, y el aspecto penitencial que mencionaba, así rápidamente. Cuenta
la tradición que el firmamento espera trescientas sesenta y cuatro noches, para
ver su rostro reflejado en la Tierra. Hay quienes dicen que las estrellas sólo
viven porque desean volver a contemplarse en las Luminarias de Higueras. El 11
de diciembre la Villa de Higueras oficia una ceremonia íntima. Se transforma.
Se corona con mil cúpulas de fuego, para convertirse en espejo del Firmamento.
No es una lucha contra la noche, ni una prolongación de la alegría del sol. Es
la plegaria anual que incendia la Fe, y funde el trabajo con resabios de
antiguos matriarcados. El origen de la celebración permanece oculto. Sólo se
sabe que en la víspera guadalupana, el pueblo higuerense le habla a Dios con el
lenguaje del fuego.
Atenúa el sol su
calor, y las sacerdotisas del fuego imploran luz al paisaje. Los cerros
escuchan la súplica y entregan la candelilla. Sólo las manos de quienes
conservan vivo el fuego del hogar pueden cortar las plantas. A veces se
incluyen niños. El transporte debe hacerse en hombros y con pie descalzo, para
darle carácter penitencial a la ofrenda. El día escucha el canto del trabajo,
embellecido con música de estrellas. Los ancianos dicen que la candelilla acumula
la sabiduría escondida en los pliegues de la tierra y que se nutre de soles y
sequías, porque sabe que va a convertirse en oblación. Los montones de
candelilla crecen a cielo abierto, en las calles, frente a las puertas de las
casas. Esperan en silencio, se preparan para estallar en fulgores la plegaria y
convertirse en luz.
El introito se
inicia con el sacrificio de la tarde. Cuando el horizonte se despide con luces
interferentes. Después la torre del templo canta en su corola de bronce. Calla
y el silencio impone su misterio. A veces un revólver descarga en rosas de
trueno la emoción contenida. Surge el fuego y se admira de ver a las luminarias
celestiales saludar su nacimiento. El asombro se convierte en júbilo, y el
júbilo en danza. Las llamas quieren alcanzar a sus hermanas del cielo, les
envían pétalos radiantes y suplican con
plegarias de destellos. Esa noche no hay ráfagas de sombra. La luz derrocha
alegría y destruye distancias. El fuego armoniza la lejanía del firmamento con
la solemnidad del desierto. La liturgia termina cuando aparece la Estrella de
la Mañana. Luego el sol rompe las tinieblas y se apodera del horizonte. Las pupilas del espíritu tendrán que
incendiar el recuerdo para volver a compartir la armonía invisible".
Las Luminarias de Higueras, una de las principales
tradiciones religiosas de Nuevo León.
Se siguen quemando en la casas... anoche (11/12/2016) así fue
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