miércoles, 18 de marzo de 2015

San José de Belén

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina

Recientemente el papa Francisco I nos recordó la importancia de la familia en estos tiempos tan difíciles: "frente a la cultura deshumanizadora de la muerte, la familia debe convertirse en promotora de la cultura del respeto a la vida en todas sus fases, desde su concepción hasta su ocaso natural". Para la Iglesia católica San José es el protector de la Sagrada Familia y de la familia cristiana; al cual se le conoce de distintas formas: patriarca, padre, casto, confesor, el primero de entre todos los Santos, el santo varón, el hombre justo, el obrero, el santo silencioso.


La tradición lo hace originario de Belén de Judá, por ello le llaman San José de Belén, pero también se refieren a él como de Nazaret.  Posiblemente falleció antes del inicio de la vida pública de Jesús en Nazaret de Galilea. Los padres de José eran Jacob (Santiago) y Abdit (o Juana) Jacob era natural de Belén. Sus padres eran Mathan y Estha. Abdit es llamada por algunos Abigail también de Belén cuyos padres son Eleazar y Abdit.

José es el esposo de María, la madre de Jesús de Nazaret y, por tanto, es el padre terrenal de Jesús. En los textos griegos señala que era “teknón”, constructor o artífice. Ya en las traducciones queda como carpintero (Mt 13, 55): “No es éste el hijo del carpintero?”, un oficio que enseñó a su hijo: “¿No es éste el carpintero?”. (Mc 6, 3) Mateo nos lo presenta como “Justo” (1, 19) y un observante de la Torá (1,18-24) Precisamente San Mateo A nos muestra parte del drama que al saber que María estaba embarazada. Iba a repudiarla en secreto porque era justo, pero no era de su agrado que la apedrearan según lo dispuesto en la Torá (Dt 22,20-21). También es responsable y fiel protector de la Sagrada Familia  en la huida a Egipto. (2,13)

Mateo y Lucas hacen referencian a su estirpe real: de Abraham hasta David y de David a José, un total de 42 generaciones (Mt 1, 1-18).  Se ignora la fecha de su muerte, aunque se considera que murió cuando Jesús tenía ya más de 12 años, pero antes del inicio de su predicación. Lucas menciona que sus padres lo llevaban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua (2, 41). Después no se le menciona durante el ministerio público de Jesús, por lo que se presume que murió antes de que éste tuviera lugar.

San José en la tradición

Los grandes propulsores del culto a San José fueron Santa Teresa de Jesús, los carmelitas descalzos, y los jesuitas. Su existencia fue tratada por diversos padres y doctores de la Iglesia. Incluso  hay una  disciplina particular de la teología llamada “josefología”.  Por la cercanía a María y Jesús, por ser observante fiel de los designios divinos,  algunos teólogos católicos sostienen que José subió al cielo en cuerpo y alma. Para San Ireneo de Lyon: “José, al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la María es figura y modelo”.

Agustín de Hipona se refiriere a José y a María: “Lo que el Espíritu Santo ha obrado, lo ha obrado para los dos. Justo es el hombre, justa es la mujer. El Espíritu Santo, apoyándose en la justicia de los dos, dio un hijo a ambos”. Según Santo Tomás de Aquino, había razones de conveniencia para que Jesús naciera de una mujer casada, para que Jesús no fueses rechazado por ser hijo de una madre soltera, y para que María no corriese el riesgo de ser lapidada. Lo más probable es que José rondara los cuarenta años en la época del nacimiento de Jesús.

Los franciscanos tienen a San José como modelo de fidelidad, humildad, pobreza y obediencia. Dice San Bernardo que "los cuerpos sombrean la luz; cuando a la vista se le presenta la luz perfilada por los cuerpos tenemos un icono”.  Icono y sombra del Padre se llama a San José. Santa Teresa de Jesús nos recomienda: “las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas”.

La exhortación apostólica  Redemptoris Custos, (Sobre la figura y la misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia) escrita por San Juan Pablo II, publicada el 15 de agosto de 1989, es considerada la carta magna de la teología de san José: “Llamado a ser el Custodio del Redentor, «José... hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24).  Desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia, inspirándose en el Evangelio, han subrayado que san José, al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo”.

Al amparo y el patronato de san José
A San José de le considera patrono y protector del trabajo, especialmente de los obreros. En 1955 Pío XII le dio una connotación cristiana a la efeméride del Día Internacional del Trabajo. Lo es también para los carpinteros, emigrantes, viajeros, de los niños por nacer y de la buena muerte,  pues se supone murió en brazos de Jesús y María. Es considerado el protector contra la duda. El papa Pío IX lo proclamó en 1870 patrono de la Iglesia universal porque como padre terrenal de su cabeza lo es también de su cuerpo místico.

Los seminarios y las casas de formación tienen en san José como el rector  y guía, donde se formó el Sumo Sacerdote Eterno según el orden de Melquisedec. También para los maestros porque fue maestro del único Maestro. Protege a quienes se han quedado sin trabajo o vivienda o los jóvenes que la buscan como el hogar de su futura familia. Para quienes buscan algo tan amargamente perdido. Patrono de los constructores y de los ingenieros industriales. De aquellos que se dedican a la capacitación y la formación profesional de todos los oficios lo invocan pues San José formó profesionalmente al Hijo de Dios hecho hombre, creador del orden del universo y de sus causas.

Es patrono y modelo de la vida interior, y de la exterior, porque la vivió pobre y en silencio: no nos ha llegado de él palabra alguna. Es ejemplo para la vida seglar y para la vida religiosa.
Los peregrinos pueden invocarle en todas sus necesidades, hasta para encontrar a Cristo si le pierden, porque él lo hizo antes que ellos.  También de los novios y del matrimonio.  José fue novio casto y fiel.  

El nombre de José

Tal vez uno de los nombres más socorridos en la población masculina es José junto con Jesús, Juan y Francisco. El nombre de José (o Joseph) es un nombre de origen hebreo que deriva de “yôsef” que significa “añadir”. La explicación del significado de este nombre se encuentra en el libro del Génesis: “Entonces se acordó Dios de Raquel. Dios la oyó y abrió su seno, y ella concibió y dio a luz a un hijo. Y dijo: “Ha quitado Dios mi afrenta y le llamó José, como diciendo: Añádeme Yahveh otro hijo” (Gén30, 22-24)

Quienes  llevan el nombre de José les dicen Chepe o Pepe. Aquí en Monterrey un poblador de nombre José Vera tenía una loma que luego el segundo obispo fray Rafael José Verger consiguió para construir el palacio episcopal de nuestra Señora de Guadalupe en 1787. A esa loma le decían de Chepe Vera. Dicen que el acrónimo Pepe viene de P.P. “Padre Putativo”  como resultante del conjunto de ambas iniciales. Otros piensan que se trata de una versión reducida de Jusepe (antigua versión del nombre en español).

José constituye uno de los tres pilares que componen el modelo de la familia cristiana, tanto en su aspecto interno (en las relaciones entre los distintos miembros que la integran) como en el externo (la familia en la sociedad). En sentido estricto no es un padre adoptivo, pues no hubo ninguna adopción. Dios lo eligió para constituir una familia para Jesús. Y tal familia se caracterizó por sólo tres elementos: padre, madre e hijo. José, un hombre justo, se caracterizó en sus relaciones familiares, por dar una trato de máximo respeto y apoyo a María y por servir de modelo, por voluntad de Dios, a Jesús.

En la solemnidad de San José en el año 2013, el papa Francisco refirió los alcances de la custodia que caracteriza a este santo: “¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús.”

La iconografía de San José

La popularidad de San José fue creciendo con el correr del tiempo y su iconografía también fue variando con los años.  En las imágenes y esculturas de san José  vemos la vara florida de almendro, nardo o azucena que significa la castidad y la pureza. Vestido con un manto que cae desde sus hombros, y una túnica. En algunos países de Ibero América le colocan una corona real, generalmente de plata. Se le representa impasible, callado, fuerte, altivo cargando al Niño Jesús en brazos y en la mano derecha lleva una vara florida, con azucena o nardo. A veces también con el serrucho de carpintero.

Hasta el siglo XIV tiene una apariencia de anciano y con carácter de secundario. A partir del siglo XV maduro pero más joven.  En los tiempos paleocristianos siempre junto a la Virgen María, llevando ordinariamente como distintivo un cayado (bastón con el extremo superior curvo); o un báculo en forma de T y un libro y no puede faltar una herramienta de trabajo como un destral o hacha, con una sierra. En nuestros templos no faltan imágenes de san José con el Niño en brazos, símbolo que nos lleva a lo sentimental, resaltando la cercanía y el cariño entre ambos.

A veces la paloma del Espíritu Santo aparece sobre las flores de la vara. Esta representación tiene su origen en los evangelios apócrifos: para buscarle esposo a la virgen María, fueron convocados al templo un hombre de cada tribu de Israel. José fue por la tribu de Judá. Cada varón debía llevar una vara, que dejaron sobre el altar. Al día siguiente el sacerdote ingresó al Sancta Sanctorum y un ángel tomó la vara más pequeña, la de José. Milagrosamente la vara floreció, y la paloma del Espíritu Santo surgió de ella, señalando al elegido para desposar a María. Así se cumplió lo narrado por el profeta Isaías: “Y saldrá una rama de la raíz de Jesse, y una flor saldrá de su raíz”. (Is 11,1-4)

San José en la tradición popular

En la Iglesia católica se le festeja el 19 de marzo. En el rito ortodoxo, el domingo siguiente a la Navidad, en el rito mozárabe el 3 de enero y el 1 de mayo San José Obrero  como fiesta del trabajo. Al menos en México sobresalen éstas formas de conmemorarlo. Durante el Adviento, una persona madura vestido como san José pide posada para su familia. Llegan a cada casa, tocan, cantan y entran para rezar el rosario. El 19 de marzo se le preparan reliquias: comida en su honor con diversos y suculentos platillos que ponen a disposición de los invitados. El anfitrión tiene el deber moral de atender a quien llega e incluso se ofrece a lavarle los pies en señal de humildad y servicio. También se le hacen coloquios, representaciones con aspectos relevantes de la vida de san José y de sus intervenciones en la vida de las personas.

Una de las jaculatorias de las Doce Verdades nos habla de los Ocho Gozos. En realidad se trata de la tradición josefina que recuerda los dolores y gozos de San José son una práctica de devoción basada en una antigua tradición. Nos recuerda los principales dolores y gozos de la vida de San José; para ello la Iglesia le dedica los siete domingos anteriores a su festividad  del 19 de marzo. También se puede practicar esta devoción en cualquier otra época del año.

El 22 de enero de 1836, el papa Gregorio XVI concedió a todos los fieles que recen con devoción los Gozos y Dolores en siete domingos previos a la festividad de San José, otorgando 300 días de indulgencia. Luego el papa Pío IX amplió las indulgencias el 1 de febrero de 1847, si se hace la oración acompañada de confesión, comunión y visita de algún templo, pidiendo por las necesidades del santo padre y de la Iglesia. Comienza una oración: “Pues sois santo sin igual/ y de Dios el más honrado: / sed, José, nuestro abogado/  en ésta vida mortal. Antes que hubieseis nacido, ya fuisteis santificado, / y ab eterno destinado/ para ser favorecido: /nacisteis de esclarecido/ linaje y sangre real”.

En el primer domingo se recuerda un dolor y una alegría: cuando estaba dispuesto a repudiar a su inmaculada esposa y cuando el Arcángel le reveló el sublime misterio de la encarnación. Se reza una oración y luego el Padre Nuestro y un Gloria al Padre. En el segundo domingo  el dolor de ver nacer el niño Jesús en la pobreza pero el gozo al escuchar la armonía del coro de los ángeles y observar la gloria de esa noche. En el tercer domingo  el dolor de ver la sangre del niño Salvador fue derramada en su circuncisión y la alegría dada con el nombre de Jesús.


El cuarto domingo: el dolor en la profecía de Simeón, al predecir los sufrimientos de Jesús y María. Pero la alegría al escuchar la predicción de la salvación y gloriosa resurrección de innumerables almas. El quinto domingo el dolor: en su afán de educar y servir al Hijo del Altísimo, especialmente en el viaje a Egipto, más la alegría de tener siempre con él a Dios mismo, y viendo la caída de los ídolos de Egipto. En el sexto domingo el dolor: a regresar a su Nazaret por el miedo a Herodes y la alegría al regresar con Jesús de Egipto a Nazaret y la confianza establecida por el Ángel. El séptimo domingo, el dolor de perder a Jesús, y lo busca con angustia por tres días más la alegría por encontrarlo en medio de los doctores en el Templo.

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Santa Catarina, Nuevo León, Mexico