Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina
Recientemente el papa Francisco I nos recordó la
importancia de la familia en estos tiempos tan difíciles: "frente a la cultura deshumanizadora de la muerte, la familia debe
convertirse en promotora de la cultura del respeto a la vida en todas sus
fases, desde su concepción hasta su ocaso natural". Para la Iglesia
católica San José es el protector de la Sagrada Familia y de la familia
cristiana; al cual se le conoce de distintas formas: patriarca, padre, casto,
confesor, el primero de entre todos los Santos, el santo varón, el hombre justo,
el obrero, el santo silencioso.
La tradición lo hace originario de Belén de Judá, por
ello le llaman San José de Belén, pero también se refieren a él como de
Nazaret. Posiblemente falleció antes del
inicio de la vida pública de Jesús en Nazaret de Galilea. Los padres de José
eran Jacob (Santiago) y Abdit (o Juana) Jacob era natural de Belén. Sus padres
eran Mathan y Estha. Abdit es llamada por algunos Abigail también de Belén
cuyos padres son Eleazar y Abdit.
José es el esposo de María, la madre de Jesús de Nazaret
y, por tanto, es el padre terrenal de Jesús. En los textos griegos señala que
era “teknón”, constructor o artífice. Ya en las traducciones queda como carpintero
(Mt 13, 55): “No es éste el hijo del
carpintero?”, un oficio que enseñó a su hijo: “¿No es éste el carpintero?”.
(Mc 6, 3) Mateo nos lo presenta como “Justo”
(1, 19) y un observante de la Torá (1,18-24) Precisamente San Mateo A nos
muestra parte del drama que al saber que María estaba embarazada. Iba a
repudiarla en secreto porque era justo, pero no era de su agrado que la
apedrearan según lo dispuesto en la Torá (Dt 22,20-21). También es responsable
y fiel protector de la Sagrada Familia
en la huida a Egipto. (2,13)
Mateo y Lucas hacen referencian a su estirpe real: de
Abraham hasta David y de David a José, un total de 42 generaciones (Mt 1, 1-18). Se ignora la fecha de su muerte, aunque se
considera que murió cuando Jesús tenía ya más de 12 años, pero antes del inicio
de su predicación. Lucas menciona que sus padres lo llevaban todos los años a
Jerusalén a la fiesta de la Pascua (2, 41). Después no se le menciona durante
el ministerio público de Jesús, por lo que se presume que murió antes de que
éste tuviera lugar.
San José en la
tradición
Los grandes propulsores del culto a San José fueron Santa
Teresa de Jesús, los carmelitas descalzos, y los jesuitas. Su existencia fue
tratada por diversos padres y doctores de la Iglesia. Incluso hay una
disciplina particular de la teología llamada “josefología”. Por la cercanía a María y Jesús, por ser
observante fiel de los designios divinos,
algunos teólogos católicos sostienen que José subió al cielo en cuerpo y
alma. Para San Ireneo de Lyon: “José, al
igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la
educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la
Iglesia, de la que la María es figura y modelo”.
Agustín de Hipona se refiriere a José y a María: “Lo que el Espíritu Santo ha obrado, lo ha
obrado para los dos. Justo es el hombre, justa es la mujer. El Espíritu Santo,
apoyándose en la justicia de los dos, dio un hijo a ambos”. Según Santo
Tomás de Aquino, había razones de conveniencia para que Jesús naciera de una
mujer casada, para que Jesús no fueses rechazado por ser hijo de una madre
soltera, y para que María no corriese el riesgo de ser lapidada. Lo más
probable es que José rondara los cuarenta años en la época del nacimiento de
Jesús.
Los franciscanos tienen a San José como modelo de fidelidad,
humildad, pobreza y obediencia. Dice San Bernardo que "los cuerpos sombrean la luz; cuando a la
vista se le presenta la luz perfilada por los cuerpos tenemos un icono”. Icono y sombra del Padre se llama a San José.
Santa Teresa de Jesús nos recomienda: “las
grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo,
de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros
santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este
glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas”.
La exhortación apostólica Redemptoris Custos, (Sobre
la figura y la misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia) escrita
por San Juan Pablo II, publicada el 15 de agosto de 1989, es considerada la
carta magna de la teología de san José: “Llamado
a ser el Custodio del Redentor, «José... hizo como el ángel del Señor le había
mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24).
Desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia, inspirándose en el
Evangelio, han subrayado que san José, al igual que cuidó amorosamente a María
y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo, también custodia y
protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y
modelo”.
Al amparo y el
patronato de san José
A San José de le considera patrono y protector del
trabajo, especialmente de los obreros. En 1955 Pío XII le dio una connotación
cristiana a la efeméride del Día Internacional del Trabajo. Lo es también para
los carpinteros, emigrantes, viajeros, de los niños por nacer y de la buena
muerte, pues se supone murió en brazos
de Jesús y María. Es considerado el protector contra la duda. El papa Pío IX lo
proclamó en 1870 patrono de la Iglesia universal porque como padre terrenal de
su cabeza lo es también de su cuerpo místico.
Los seminarios y las casas de formación tienen en san
José como el rector y guía, donde se
formó el Sumo Sacerdote Eterno según el orden de Melquisedec. También para los
maestros porque fue maestro del único Maestro. Protege a quienes se han quedado
sin trabajo o vivienda o los jóvenes que la buscan como el hogar de su futura
familia. Para quienes buscan algo tan amargamente perdido. Patrono de los
constructores y de los ingenieros industriales. De aquellos que se dedican a la
capacitación y la formación profesional de todos los oficios lo invocan pues San
José formó profesionalmente al Hijo de Dios hecho hombre, creador del orden del
universo y de sus causas.
Es patrono y modelo de la vida interior, y de la
exterior, porque la vivió pobre y en silencio: no nos ha llegado de él palabra
alguna. Es ejemplo para la vida seglar y para la vida religiosa.
Los peregrinos pueden invocarle en todas sus necesidades,
hasta para encontrar a Cristo si le pierden, porque él lo hizo antes que ellos.
También de los novios y del
matrimonio. José fue novio casto y fiel.
El nombre de José
Tal vez uno de los nombres más socorridos en la población
masculina es José junto con Jesús, Juan y Francisco. El nombre de José (o
Joseph) es un nombre de origen hebreo que deriva de “yôsef” que significa
“añadir”. La explicación del significado de este nombre se encuentra en el
libro del Génesis: “Entonces se acordó
Dios de Raquel. Dios la oyó y abrió su seno, y ella concibió y dio a luz a un
hijo. Y dijo: “Ha quitado Dios mi afrenta y le llamó José, como diciendo:
Añádeme Yahveh otro hijo” (Gén30, 22-24)
Quienes llevan el
nombre de José les dicen Chepe o Pepe. Aquí en Monterrey un poblador de nombre
José Vera tenía una loma que luego el segundo obispo fray Rafael José Verger
consiguió para construir el palacio episcopal de nuestra Señora de Guadalupe en
1787. A esa loma le decían de Chepe Vera. Dicen que el acrónimo Pepe viene de
P.P. “Padre Putativo” como resultante
del conjunto de ambas iniciales. Otros piensan que se trata de una versión
reducida de Jusepe (antigua versión del nombre en español).
José constituye uno de los tres pilares que componen el
modelo de la familia cristiana, tanto en su aspecto interno (en las relaciones
entre los distintos miembros que la integran) como en el externo (la familia en
la sociedad). En sentido estricto no es un padre adoptivo, pues no hubo ninguna
adopción. Dios lo eligió para constituir una familia para Jesús. Y tal familia
se caracterizó por sólo tres elementos: padre, madre e hijo. José, un hombre
justo, se caracterizó en sus relaciones familiares, por dar una trato de máximo
respeto y apoyo a María y por servir de modelo, por voluntad de Dios, a Jesús.
En la solemnidad de San José en el año 2013, el papa Francisco
refirió los alcances de la custodia que caracteriza a este santo: “¿Cómo ejerce José esta custodia? Con
discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una
fidelidad y total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta
el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en
todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los
momentos serenos de la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el
censo y en las horas temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático
de la huida a Egipto y en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y
después en la vida cotidiana en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó
el oficio a Jesús.”
La iconografía de
San José
La popularidad de San José fue creciendo con el correr
del tiempo y su iconografía también fue variando con los años. En las imágenes y esculturas de san José vemos la vara florida de almendro, nardo o
azucena que significa la castidad y la pureza. Vestido con un manto que cae
desde sus hombros, y una túnica. En algunos países de Ibero América le colocan
una corona real, generalmente de plata. Se le representa impasible, callado, fuerte,
altivo cargando al Niño Jesús en brazos y en la mano derecha lleva una vara
florida, con azucena o nardo. A veces también con el serrucho de carpintero.
Hasta el siglo XIV tiene una apariencia de anciano y con
carácter de secundario. A partir del siglo XV maduro pero más joven. En los tiempos paleocristianos siempre junto a
la Virgen María, llevando ordinariamente como distintivo un cayado (bastón con
el extremo superior curvo); o un báculo en forma de T y un libro y no puede
faltar una herramienta de trabajo como un destral o hacha, con una sierra. En
nuestros templos no faltan imágenes de san José con el Niño en brazos, símbolo
que nos lleva a lo sentimental, resaltando la cercanía y el cariño entre ambos.
A veces la paloma del Espíritu Santo aparece sobre las
flores de la vara. Esta representación tiene su origen en los evangelios apócrifos:
para buscarle esposo a la virgen María, fueron convocados al templo un hombre
de cada tribu de Israel. José fue por la tribu de Judá. Cada varón debía llevar
una vara, que dejaron sobre el altar. Al día siguiente el sacerdote ingresó al
Sancta Sanctorum y un ángel tomó la vara más pequeña, la de José.
Milagrosamente la vara floreció, y la paloma del Espíritu Santo surgió de ella,
señalando al elegido para desposar a María. Así se cumplió lo narrado por el profeta
Isaías: “Y saldrá una rama de la raíz de
Jesse, y una flor saldrá de su raíz”. (Is 11,1-4)
San José en la
tradición popular
En la Iglesia católica se le festeja el 19 de marzo. En
el rito ortodoxo, el domingo siguiente a la Navidad, en el rito mozárabe el 3
de enero y el 1 de mayo San José Obrero
como fiesta del trabajo. Al menos en México sobresalen éstas formas de
conmemorarlo. Durante el Adviento, una persona madura vestido como san José
pide posada para su familia. Llegan a cada casa, tocan, cantan y entran para
rezar el rosario. El 19 de marzo se le preparan reliquias: comida en su honor
con diversos y suculentos platillos que ponen a disposición de los invitados.
El anfitrión tiene el deber moral de atender a quien llega e incluso se ofrece
a lavarle los pies en señal de humildad y servicio. También se le hacen
coloquios, representaciones con aspectos relevantes de la vida de san José y de
sus intervenciones en la vida de las personas.
Una de las jaculatorias de las Doce Verdades nos habla de
los Ocho Gozos. En realidad se trata de la tradición josefina que recuerda los
dolores y gozos de San José son una práctica de devoción basada en una antigua
tradición. Nos recuerda los principales dolores y gozos de la vida de San José;
para ello la Iglesia le dedica los siete domingos anteriores a su
festividad del 19 de marzo. También se
puede practicar esta devoción en cualquier otra época del año.
El 22 de enero de 1836, el papa Gregorio XVI concedió a
todos los fieles que recen con devoción los Gozos y Dolores en siete domingos
previos a la festividad de San José, otorgando 300 días de indulgencia. Luego
el papa Pío IX amplió las indulgencias el 1 de febrero de 1847, si se hace la
oración acompañada de confesión, comunión y visita de algún templo, pidiendo
por las necesidades del santo padre y de la Iglesia. Comienza una oración: “Pues sois santo sin igual/ y de Dios el más
honrado: / sed, José, nuestro abogado/
en ésta vida mortal. Antes que hubieseis nacido, ya fuisteis
santificado, / y ab eterno destinado/ para ser favorecido: /nacisteis de
esclarecido/ linaje y sangre real”.
En el primer domingo se recuerda un dolor y una alegría:
cuando estaba dispuesto a repudiar a su inmaculada esposa y cuando el Arcángel
le reveló el sublime misterio de la encarnación. Se reza una oración y luego el
Padre Nuestro y un Gloria al Padre. En el segundo domingo el dolor de ver nacer el niño Jesús en la
pobreza pero el gozo al escuchar la armonía del coro de los ángeles y observar
la gloria de esa noche. En el tercer domingo
el dolor de ver la sangre del niño Salvador fue derramada en su
circuncisión y la alegría dada con el nombre de Jesús.
El cuarto domingo: el dolor en la profecía de Simeón, al
predecir los sufrimientos de Jesús y María. Pero la alegría al escuchar la
predicción de la salvación y gloriosa resurrección de innumerables almas. El
quinto domingo el dolor: en su afán de educar y servir al Hijo del Altísimo,
especialmente en el viaje a Egipto, más la alegría de tener siempre con él a
Dios mismo, y viendo la caída de los ídolos de Egipto. En el sexto domingo el
dolor: a regresar a su Nazaret por el miedo a Herodes y la alegría al regresar
con Jesús de Egipto a Nazaret y la confianza establecida por el Ángel. El
séptimo domingo, el dolor de perder a Jesús, y lo busca con angustia por tres
días más la alegría por encontrarlo en medio de los doctores en el Templo.
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