sábado, 29 de junio de 2024

Agua y natura, identidad y cultura

Antonio Guerrero Aguilar/



Llegué a Santa Catarina en 1965, en el seno de un solar situado por la calle Colón, marcado por el cordón umbilical. Dos años después las lluvias del Beulah, en los lindes del verano y otoño de 1967. No lo recuerdo, excepto por lo contado por doña Veva y doña Inés. La primera etapa marcada por dos escenarios: de la acequia madre rumbo al Lechugal, con notables arboledas y fincas para el descanso y de la plaza al poniente todo lo contrario: una zona urbana con unas cuantas calles en donde estaban la loma Pelona y el monumento a Morazán. El pueblo comenzaba en Culebra y terminaba en el panteón, a los bordes La Huasteca y la López Mateos. Rumbo al entronque a García, los agostaderos de la comunidad de accionistas y por el arroyo del Obispo, los llamados temporales, en donde se instalaron colonias como la Norberto Aguirre, Pio XII, San Francisco y Tepeyac.

Hasta 1943, el agua del río Santa Catarina estaba repartida entre la comunidad de accionistas, herederos de los fundadores y los usufructuarios que se quedaron con sus derechos. Al interior del cañón, Buenos Aires, Nogales y Los Horcones se beneficiaban con los remanentes del río Santa Catarina y el médico Eduardo Aguirre Pequeño disponía del ojo de agua denominado el Palmar. La mayor parte del caudal se iba a La Fama, La Leona, San Pedro y La Décima y otra, destinada para los usos industriales y propios de la ciudad de Monterrey. Conocí al último de los representantes y sin tener vela en el entierro, me pidió que cuidara el agua y que ya no se la llevaran a Monterrey. Nomás que le faltó darme derechos de propiedad, pero el encargo moral y la preocupación queda vigente.

Es de sobra conocido, que los Treviño y el Lechugal, fueron convertidos en zonas industriales, quienes se beneficiaron también del vital líquido. Entonces cambió la forma de vida de los santacatarinenses: de pastores y agricultores a obreros. En 1948 se padeció una escasez de agua, que continuó hasta 1957. Hubo racionamiento y para paliar la situación, en 1954 se hizo el sistema de galerías en las montañas ancestrales. Sin embargo, no fue suficiente y con el proyecto hídrico Monterrey II en 1974, terminaron por llevarse el agua de las acequias. Pero indemnizaron a los accionistas: tantas horas de agua, equivalentes a hectáreas, desde la Huasteca al Rodeo, vendieron terrenos al mejor postor.

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Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico