jueves, 27 de junio de 2024

Las piedras rodando se hallan...

 Antonio Guerrero Aguilar/

Así como invoca la plegaria: “Envía Señor tu espíritu y se renovará la faz de la tierra…”, el agua es vida, es bendición, purificación, alivio. No pongo en duda los beneficios que nos brinda. Pero cuando prodiga, se torna todo lo contrario. Me imagino el principio de los tiempos: las aguas cubrían todo. Después por un soplo o movimiento, lo subterráneo se levantó en pliegues que formaron montañas. Los torrentes quedaron separados, unos en el mar y otros en la tierra, creando pozos o mantos freáticos que buscan salir, para luego formar manantiales y luego arroyos como ríos. Son mansos y tranquilizantes, hasta que las lluvias copiosas derivadas de las bandas de nubosidad, las cuales; gracias a los vientos, semejan espirales. El ciclo vital se cumple: son expulsadas en culebras, trombas, chubascos, mangas… Es tanto lo que baja, que se inician los torrentes, las avenidas precedidas por aluviones. Todo lo de la superficie, así como la vegetación, la basura como el escombro, descienden por pendientes. Es un lodo denso, una masa café dispuesta para hacer adobes, la cual provoca un olor en el ambiente extraño, un aire cálido y húmedo, impregnado como si fuera algodón de dulce. Luego los ruidos como un bramido: son las piedras rodando y con ellas, ramas, troncos, demás objetos que son empujados por el caudal.  El paisaje se trasforma, todo queda distinto o como alguna vez fue.



Se generan los deslizamientos de tierra, llevándose guijarros y sedimentos que se mueven con furia por una pendiente. La peligrosidad aumenta, debido a los incendios forestales o a la tala desmedida en las tierras altas, así como el uso de material de construcción que invade los espacios naturales. El flujo se torna amenazante y destruye todo lo que hay en su camino. De una cosa estoy seguro: los torrentes fueron delineando lo externo y visible hasta formar las cajas y cauces. Luego llegaron otros y los taparon. La corriente fluvial impregnó su marca, sacando vueltas a los obstáculos y dando la impresión de ser serpientes que se arrastran. Luego viene la vida, semillas, larvas y huevecillos, sapos y caramuelas resurgen de su letargo. Una cosa extraña: esta ocasión dejó destrucción, pero no charcos ni estanques. Algo raro sucedió…

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Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico