domingo, 25 de diciembre de 2016

Alberto del Canto: el fundador del noreste

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

Si queremos remontarnos al origen del Nuevo Reino de León, debemos conocer a Alberto del Canto, a Luis Carvajal y de la Cueva, Diego de Montemayor y Gaspar Castaño de Sosa. Gracias a un litigio jurisdiccional llamado “El documento del Parral”, sabemos que del Canto llegó a la región en 1577. Junto con Diego de Montemayor participaron en diversas campañas al servicio del gobernador de la Nueva Vizcaya, la cual estaba formada por Durango, Chihuahua y Nuevo México y de unas porciones de Coahuila, Zacatecas y Nuevo León.

Del Canto nació en 1547 en Praia de la Isla Terceira en las Azores. Hijo de Sebastián Martín Do Canto y de María Díaz Viera. Con apenas 15 años, se embarcó para probar suerte en la Nueva España donde residió temporalmente en la Nueva Galicia, de la cual huyó por delitos que cometió. Supuestamente lideraba a unos bandoleros que asaltaban en los caminos que van de Guadalajara a Zacatecas y viceversa.  Llegó a la Nueva Vizcaya en la cual sirvió a las empresas de pacificación y colonización de parte del gobernador Martín López de Ibarra. Salió de San Gregorio de Mazapil con dirección al noreste, acompañado por 25 soldados. Se supone que entre 1575 y 1577 fundó la Villa de Santiago del Saltillo. Luego fundó la Villa de Santa Lucía, pero como no tenía permiso ni reconocimiento del Rey de España, es considerada un simple asentamiento informal. Se le atribuye también el bautizo de algunos puntos de la región, como el Cerro de la Silla, las Mitras, el Valle de Nueva Extremadura, el Río Santa Catarina, la estancia del mismo nombre y San Gregorio.
En 1577 encontraron unas vetas de plata en el extremo oriente de la sierra de Picachos a las que llamaron San Gregorio en el actual Cerralvo, para recordar a San Gregorio de Mazapil. Le dieron la vuelta a esa cordillera para llegar a otro punto en donde encontraron otras vetas de plata a las que llamaron de La Trinidad en el Valle de Couila, primer asiento de lo que actualmente es Monclova, Coahuila.

Se comenta que por la clase de persona que fue, todas las damas de su tiempo se enamoraban del soldado. Su personalidad y buen porte (alto y rubio) lo hacían mujeriego en exceso. Por eso también le apodaban “Alberto del Diablo” por ser un alborotador de indígenas y demás gente. En 1581 decidió ponerle los cuernos a su mejor amigo y compañero. Empieza a cortejar a doña Juana Porcallo y de la Cerda, la tercera esposa de Diego de Montemayor.

Diego de Montemayor se casó en primeras nupcias con doña Inés Rodríguez, vecina de Málaga, España el 7 de diciembre de 1548. Con ella pasó a la Nueva España al poco tiempo. En segundo matrimonio, contrajo nupcias con doña María de Esquivel, de la cual tuvo a su único hijo varón, al que llamaron Diego de Montemayor y Esquivel y en consecuencia apodaron "El Mozo". En tercera y última instancia, se casó con doña Juana Porcallo y de la Cerda, quien era hija de un inmigrante portugués y con quien procreó a una hija de nombre Estefanía; quien por cierto una ocasión declaró "que vio al capitán Alberto del Canto con su madre en la cama muchas veces, pero por temor no dijo nada", especialmente cuando su padre salía con rumbo a Santa Lucía y a los minerales de San Gregorio. Una noche Montemayor regresó a Saltillo y los vio en una relación sexual. Con coraje y celos, Montemayor mató a su esposa por infiel con su propia espada en el lecho donde estaba con del Canto; quien pudo escapar con rumbo a San Gregorio.

Tras el asesinato de su mujer, Diego de Montemayor huyó al norte viviendo una vida salvaje, hasta que el virrey lo exoneró de todos los cargos, pues la ley no castigaba la muerte por ese motivo. Montemayor juró asesinar a su rival sin que lograra su objetivo. Entonces se dejó crecer la barba y con sus hombres acudió hasta San Gregorio para dar muerte a su traidor y rival en amores. Los conquistadores se dividieron: unos apoyaron a Montemayor y otros a del Canto. Se supone que Luis Carvajal y de la Cueva al saber de la división de los pobladores, logró sellar una alianza entre Alberto del Canto y Diego de Montemayor. Contrajo nupcias Estefanía en 1586, procreando su primer hijo llamado Miguel de Montemayor en 1587, para fines de 1589 nace su segundo hijo bautizado con el nombre de Diego de Montemayor y en 1593 tienen a su única hija, Elvira. Las cosas no terminaron bien para del Canto. En 1593, fray Pablo de Góngora lo acusó ante  el Tribunal de la Inquisición por sus amoríos con doña Juana Porcallo y tres años después, sus hijos se fueron con su abuelo a fundar la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey en 1596.

La descendencia de Alberto del Canto y de Estefanía Montemayor Porcallo, dejaron de usar el apellido del Canto y tomaron el apellido materno Montemayor, relegando al olvido el apellido del fundador de Saltillo. Pero hay muchos descendientes regados. Todos los Rodríguez de San Pedro Garza García y Santa Catarina vienen de esa rama familiar, al igual que todas las dinastías que poblaron el valle del Huajuco entre los siglos XVII y XVIII. Y dicen que los rasgos güeros y ojos de color se deben a del Canto pues tenía orígenes en Inglaterra, ligados al ducado de Kent.

La rivalidad entre del Canto y de Montemayor se hace aun visible entre Saltillo y Monterrey: la virgen del Roble y el Santo Cristo, la capital de las provincias internas de oriente, la rivalidad entre Ramos Arizpe y el padre Mier, la elección del sitio en donde fundar la universidad en 1933 y otras cosas más. En mi añorado Saltillo tienen a del Canto como insigne fundador y poblador y se le reconoce por sus méritos. Alberto del Canto y Díaz de Vieira exploró el norte de la Nueva España. Desde la Nueva Galicia, la Nueva Vizcaya y el Nuevo Reino de León, apoyando la fundación de pueblos y minerales importantes. Por eso en 1996 quisieron inaugurar un monumento en su honor, pero salieron muchos partidarios que no era posible rendir homenaje a quien le robó la esposa y se quedó con la hija del fundador de Monterrey. El monumento está cerca del paseo de Santa Lucía, al este de la calle de Diego de Montemayor. Lo más extraño es que no hay monumento de él en su Saltillo del alma.

Como se advierte, Alberto del Canto es indudablemente un personaje enigmático y controvertido. La de un hombre inquieto, de espíritu aventurero y sagaz. Amante de la madre y esposo de la hija. De personalidad controvertida, lo mismo esclavizó y vendió naturales y dicen que por las noches le gustaba disfrazarse de fantasma para asustar a los paseantes. Fungió en repetidas ocasiones como alcalde y regidor de Saltillo. Reconocido domador de caballos. Al final de su vida se retiró a su propiedad en la hacienda de Buena Vista de Saltillo, que luego cambió a Urdiñola, se casó otra vez y murió en Parras en 1611.


Mi abuelo Alberto del Canto.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Si son de harina ni me las calientes...

Antonio Guerrero Aguilar/

Hay una sentencia popular: si son de maíz ni me las mientes, pero si son de harina ni me las calientes. En Monclova aseveran: Si son de harina ni me las calienten pero si como unas de maíz se me parten los talones. Por cierto, la tortilla de harina inspiró al promotor cultural y artista monclovense Jesús Guajardo de los Santos para hacerle un poema llamado A mi gordita querida: Me enloquece sentir tu calor, sentir que me queman los labios; no me importa que queden resabios, cuando aspiro con fuerza tu olor. Al ver tus lunares de obscuro color, los quiero palpar en mis manos, recorrer tus bordes livianos, gozar de la suave tersura de tu cuerpo. El gozar la blancura lo mismo que en invierno que en ardiente verano…

Dicen que mujer que no sabe hacer mole, chiles rellenos ni tortillas de harina, no están aptas para el matrimonio.  Pero también advierten de su peligrosidad. Dicen que los polvos blancos son los que más daño hacen a la salud de la gente son la harina, la sal y la azúcar. Pero nadie pone en duda su sabrosura, lo mismo recién hechas saliendo del comal que frías o al tiempo.


Las tortillas de harina son muy buenas para preparar tacos, ya sea con frijoles, chorizo con huevo, carne seca o algún otro guiso. Y saben distinto cuando se les calienta en un improvisado comal en la hoguera. Cuando estaban haciendo la biblioteca de la Universidad de Monterrey, al medio día el aroma de las tortillas de harina recorría todo el campus y había alumnos que compraban o cambiaban los tacos a los albañiles. Durante mucho tiempo, fue el alimento preferido de los arrieros y agricultores, quienes siempre llevaban consigo un bastimento: carne seca y una especie de bizcocho o pan hecho con harina de trigo o de maíz, acompañado con pinole y piloncillo. Los vaqueros y militares que pelearon y participaron en algún episodio del siglo XIX con eso sobrevivían. La alimentación norteña es fruto del sincretismo cultural: desde la  carne asada, el cabrito, la fritada, las tortillas de harina, la carne seca y la elaboración de panes en los que se mezcla la manteca de puerco, el piloncillo y la nuez.

Para muchos, la tortilla de harina es de origen sefardita. Es lo más parecido al famoso pan ácimo con el cual Yahvé alimentó a su pueblo por el desierto durante el Éxodo. Para otros tiene su origen en el sincretismo cultural de los españoles y los bereberes del desierto. El pan árabe es propiamente una tortilla de harina. Una ocasión mi papá llegó a la casa ofreciendo unos burritos para la cena. Cuando vi la envoltura, leí claramente que era una torta con pan árabe; muy parecido por su forma, textura, color y sabor a la tortilla de harina. Es más, los bereberes del desierto amasan la harina, la ponen sobre las brasas, las tapan con la arena del desierto y esperan a que queden cocidas. Luego les quitan la tierra y pedazos de carbón que se quedaron en el pan y las comen con mucha devoción y respeto. 

Por eso se dice que las tortillas de harina llegaron con los conquistadores españoles, quienes estuvieron por mucho tiempo dominados por la cultura árabe y de la cual aprendieron diversas formas de aprovechar el trigo haciendo el pan árabe, el pan semita y el cereal. Los beduinos aún preparan el cereal árabe en comales de barro convexo de más de 60 centímetros de diámetro.  Las dejan cocer hasta que se tuestan para posteriormente triturarlas y las mezclan con leche de cabra como si fuera un cereal que nosotros consumimos por las mañanas.

Indudablemente la tortilla de harina enlaza y está en todo el norte de nuestra nación. Desde Tijuana a Matamoros se le conoce y aprecia. Y ahora trascendió su consumo más allá del Río Bravo y del Trópico de Cáncer. Gracias a una panificadora hasta le cambiaron el nombre: en lugar de tortillas de harina les llaman tortillinas. Ahora se consumen allende las fronteras debido a la demanda de todos los mexicanos que viven en los Estados Unidos y de otros estados del centro como del sur del país. En Chihuahua preparan los burritos, hechos con la famosa tortilla de harina y a la que se le agrega algún guiso regional como el asado, la carne deshebrada, el chicharrón prensado o simplemente queso asadero. Las tortillas grandes conocidas como sobaqueras sólo se hacen en Sonora y son consideras como un valor turístico, culinario, cultural y patrimonial de los sonorenses.


Una buena tortilla originalmente se hacía con harina, manteca vegetal (mi mamá usaba la marca Inca), rexal y sal al gusto. Si querían hacer tortillas para el desayuno o merienda, entonces le ponían azúcar.  Y sabían a gloria acompañadas con café. Para preparar la masa le ponen agua. Yo conozco algunos lugares en donde les ponen leche y a veces hasta mantequilla. Ahora las tortillas llevan aditamentos, conservadores y hasta colores. Las hacen en máquinas especiales y las someten a un proceso de pre cocimiento. Ya casi no las quieren preparar en la casa, por lo complicado de los tiempos que vivimos. Regularmente las hacen las abuelitas o señoras que con tradición muy apegada. Preparadas con habilidad y destreza para hacerlas redonditas. Ahora solo las preparan en momentos y tiempos especiales. Es mejor comprarlas en alguna cadena comercial y en bolsitas de diez o 20 de ellas.

Por ejemplo en Monclova, Coahuila existen más de 600 negocios dedicados a su fabricación. La mayor parte son empresas familiares donde se elaboran a mano, como las de “Mi fondita” que representa la principal empresa dedicada a esta actividad de manera formal desde 1991, pero desde antes ya lo hacían aunque con menor producción. La tortilla de harina era principalmente utilizada para hacer el lonche de los obreros de Altos Hornos y de las fábricas que llegaron a Monclova. No necesitaba calentarse y con cualquier guiso saben bien. Sin duda en Monclova se registra la mayor producción de tortilla de harina que buscan residentes del lugar y paseantes ya que tienen el sabor casero, al ser elaboradas por mujeres que por años se han dedicado a esta actividad. En municipios del norte de Coahuila las comen en la mañana, medio día y cena. Una vez en Zaragoza, Coahuila comimos fritada de cabrito con harina. Nunca había probado esa mezcla, que me pareció riquísima.

Pero también en muchos municipios de Nuevo León se generalizó su consumo desde el siglo XIX, pues había muchos molinos de trigo en la ciudad. La tortilla de harina cobró gran importancia en las familias de la región y en los años 70 comenzó a industrializarse. En Sabinas Hidalgo, Nuevo León destacan las tortillas que prepara desde 1985 la empacadora de Jorge Cantú. Tan ricas y famosas que vienen desde Laredo, Texas por ellas y buscadas por los sabinenses que extrañan la gastronomía típica de su pueblo. Indudablemente la tortilla de harina es un alimento que a diario se busca y se consume entre la población del noreste del país y que ha dado lugar a varios platillos que se han popularizado también en Estados Unidos como las llamadas burritas.


Santa Catarina no es la excepción. Mi mamá las preparaba grandes, en cambio unas tías las hacían pequeñas. Hay quien dice que en La Fama se cocinaban las tortillas de harina y que cuando llegaron las familias procedentes de Santiago del Huajuco, se asombraron por el sabor de ellas pues no las habían probado. Incluso desde hace 50 años, tenemos un restaurante llamado La Burrolandia en donde se preparan los mejores burritos con salchichas y frijoles.

¿Con éste clima no se les antojan unas tortillas de harina?, ¿de azúcar o normales?

domingo, 11 de diciembre de 2016

La noche de las luminarias en Higueras

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

El rasgo más representativo y su principal  sacramento comunitario de Higueras, son las famosas luminarias. El origen y significado de las luminarias es confuso. Se pierde en la obscuridad de los tiempos. Simplemente dicen que siempre las han puesto cada 11 de diciembre por la noche. Un periódico llamado La Defensa de Monterrey publicó en 1891: "Costumbre inmemorial es en éste pueblo el que los jóvenes vayan en grupos a la colina inmediata a cortar y llevar personalmente a sus casas un arbusto que llaman candelilla. Con ella forman grandes luminarias en el centro de las calles, encendiéndolas todas a un mismo tiempo, de la hora que terminan las vísperas, a la vez que los hombres disparan cohetes y armas de fuego por todos los rumbos de la población".

En la quema de la Candelilla intervienen diversos elementos simbólicos que conviene analizar para comprender mejor una de las fiestas más representativas de Nuevo León. Las luminarias son luces que se ponen en las ventanas, balcones, torres, calles, plazas en señal de fiesta, en las ceremonias litúrgicas y entierros. Las de Higueras posiblemente tengan su origen, en un edicto eclesiástico firmado por el obispo de Guadalajara, fray Francisco Buenaventura Martínez de Tejeda, el 19 de noviembre de 1756: "Se conceden 40 días de indulgencia a quienes por la noche de la víspera y día de Guadalupe, adornasen la puerta de su casa y calle, iluminándola con luces y luminarias e hicieren otras piadosas demostraciones de gratitud, júbilo y alegría".  

La virgen morena del Tepeyac es la patrona de los entornos. Encontramos nombres de Guadalupe en casi todo el valle de las Salinas (Mina, Abasolo, El Carmen y Salinas Victoria), en el Carrizal de los Ayguales, lugar donde se asienta Higueras. Hay una comunidad de Marín llevan el nombre de Guadalupe, al igual que en Villaldama, Sabinas Hidalgo y Anáhuac al norte de Nuevo León. Seguramente su culto fue propagado por los franciscanos y se afianzó en 1748 cuando fue declarada patrona del Nuevo Reino de León. 

A mi parecer, en la noche del 11 de diciembre se fusionan elementos religiosos propios de diversas culturas. Se hacen montones o atados de un arbusto típico de la región.  El elemento esencial es el fuego. Los filósofos  presocráticos pensaban que el origen de las cosas tenía que ver con los elementos naturales. Por ejemplo para Heráclito de Éfeso (576-480 a.C.) el fuego está presente en todas las cosas. En su fluir incesante forman la unidad en el titilar inquieto e incesante de las llamas, las cuales expresan su luz en torno elocuente de un cambio. Es el tránsito de las cosas que vienen del fuego o vuelven a él.

Los ritos relacionados con el fuego están muy identificados con la purificación. Quienes lo practican proceden de culturas agrarias. Simbolizan los incendios de los campos, que se hacen poco antes del inicio de la primavera para propiciar su regeneración y favorecen la aparición de un manto verde que nos habla de la naturaleza viva.  El fuego es considerado una  imagen de Dios, la menos imperfecta de sus representaciones y como esencia supra esencial que simboliza al intelecto, es decir, a la conciencia. El incendio que consume simboliza purificación y regeneración; de destrucción a la inversa por su luz y su verdad y que paradójicamente genera vida.

          
El fuego se presenta en las sagradas escrituras, como manifestación y la representación de Dios; con su luz y calor purificaba a las cosas. Desde los orígenes de la humanidad, los hombres ofrecían sacrificios. Una forma es el holocausto, sacrificio en donde la víctima o las ofrendas eran quemadas en beneficio de Dios para expresarle un acto de total sumisión, como Caín y Abel que ofrecían animales recién nacidos y frutos que incineraban. Dios se manifestó a Moisés en una zarza ardiendo. De aquí se deriva el uso  del candelabro del  Tabernáculo o de los Siete Brazos, conocido como “Menorah”. Simboliza a las siete lámparas que iluminaban, según modelo presentado por Dios a Moisés en el monte Sinaí. Son las luces del cielo que podemos apreciar desde la Tierra. Para los judíos, la fiesta de las luminarias se llama Januka y se celebra el 14 de diciembre.

Vemos reminiscencias o rasgos prehispánicos. En las culturas precolombinas el atado de hierbas significaba el fuego nuevo. La tradición mexica representaba en una ceremonia el nacimiento del fuego nuevo. Al llegar la media noche encendían primeramente el altar a Huitzilopochtli; después los de las escuelas; enseguida los templos y las casas. El fuego debía de permanecer ardiendo otros cincuenta y dos años.  La fiesta del fuego nuevo coincidía con la fecha, en que la constelación de las Pléyades pasaba el cénit a medianoche. Las Pléyades eran sumamente importantes para los antiguos mexicanos. En las latitudes del altiplano central su ciclo anual muestra ciertas relaciones particularmente interesantes, ya que se ubican en una simetría opuesta al curso del Sol.

Existe un afán penitencial  en las luminarias; la forma de traerlas desde el monte, solo deben cortarlas o arrancarlas con los pies de mujeres o niñas, evitando hacerlo con las manos y en la manera de hacer los montones. Originalmente las luminarias se hacían en la calle afuera de las casas. Hoy solo las hacen por seguridad entre la plaza y el templo. El arbusto ya procesado se convierte en parafina, materia prima de la cera y la cera es elemento natural usado habitualmente en el culto a Dios, el cual se enciende y permite que poco a poco se vaya consumiendo. El significado cultural de este rito es el de una ofrenda hecha a Dios que representa el grado en que nosotros deberemos de consumir nuestras vidas en buenas obras, sacrificios y penitencias. De ésta forma, la cera se convierte en un representante de mi persona ante una imagen a quien se le ha solicitado algo y que exige de mí un cierto grado de disciplina que me consume como si se tratara de una correspondencia moral a la buena acción que se recibirá  de la divinidad.


Fernando Garza Quirós escribe sobre las luminarias de Higueras: "La tradición -que me parece más bella de la región- las Luminarias de Higueras, y -como decía muy acertadamente el licenciado (Ricardo) Elizondo se acostumbraban las luminarias en todas partes y por diferentes cuestiones, pero eran cazuelejas u otro tipo de luminarias para el nacimiento de los infantes o las bodas reales o cosas de éste tipo. En Higueras, desde hace muchos años, sin que se pueda precisar la fecha, se hacen con candelilla; no la candelilla de exportación, sino otra candelilla cuyo nombre no recuerdo; es una planta que también se incendia rápidamente. Juntan las mujeres en un plan penitencial, descalzas en los cerros, la candelilla; la juntaban enfrente de la puerta principal de la casa, -ahora ya no se puede por el tráfico y demás calles pavimentadas-, se iban amontonando aquellas cosas, más o menos desde octubre empezaba a hacerse esto, y el 11 de diciembre, anteriormente a un toque de campana, se incendiaba todo aquello. Me parece precioso, como una especie de oración de fuego, por ser la Víspera Guadalupana y todo lo demás. Esto tiene una serie de posibles interpretaciones antropológicas, la mujer como conservadora del fuego del hogar, etcétera, y el aspecto penitencial que mencionaba, así rápidamente. Cuenta la tradición que el firmamento espera trescientas sesenta y cuatro noches, para ver su rostro reflejado en la Tierra. Hay quienes dicen que las estrellas sólo viven porque desean volver a contemplarse en las Luminarias de Higueras. El 11 de diciembre la Villa de Higueras oficia una ceremonia íntima. Se transforma. Se corona con mil cúpulas de fuego, para convertirse en espejo del Firmamento. No es una lucha contra la noche, ni una prolongación de la alegría del sol. Es la plegaria anual que incendia la Fe, y funde el trabajo con resabios de antiguos matriarcados. El origen de la celebración permanece oculto. Sólo se sabe que en la víspera guadalupana, el pueblo higuerense le habla a Dios con el lenguaje del fuego.


Atenúa el sol su calor, y las sacerdotisas del fuego imploran luz al paisaje. Los cerros escuchan la súplica y entregan la candelilla. Sólo las manos de quienes conservan vivo el fuego del hogar pueden cortar las plantas. A veces se incluyen niños. El transporte debe hacerse en hombros y con pie descalzo, para darle carácter penitencial a la ofrenda. El día escucha el canto del trabajo, embellecido con música de estrellas. Los ancianos dicen que la candelilla acumula la sabiduría escondida en los pliegues de la tierra y que se nutre de soles y sequías, porque sabe que va a convertirse en oblación. Los montones de candelilla crecen a cielo abierto, en las calles, frente a las puertas de las casas. Esperan en silencio, se preparan para estallar en fulgores la plegaria y convertirse en luz.

El introito se inicia con el sacrificio de la tarde. Cuando el horizonte se despide con luces interferentes. Después la torre del templo canta en su corola de bronce. Calla y el silencio impone su misterio. A veces un revólver descarga en rosas de trueno la emoción contenida. Surge el fuego y se admira de ver a las luminarias celestiales saludar su nacimiento. El asombro se convierte en júbilo, y el júbilo en danza. Las llamas quieren alcanzar a sus hermanas del cielo, les envían  pétalos radiantes y suplican con plegarias de destellos. Esa noche no hay ráfagas de sombra. La luz derrocha alegría y destruye distancias. El fuego armoniza la lejanía del firmamento con la solemnidad del desierto. La liturgia termina cuando aparece la Estrella de la Mañana. Luego el sol rompe las tinieblas y se apodera del horizonte. Las pupilas del espíritu tendrán que incendiar el recuerdo para volver a compartir la armonía invisible".


Las Luminarias de Higueras, una de las principales tradiciones religiosas de Nuevo León.   

jueves, 8 de diciembre de 2016

La figura política del cronista

Antonio Guerrero Aguilar/ Ex cronista municipal de Santa Catarina


El 30 de mayo de 1987, 38 compañeros con nombramiento en mano, apoyados por la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, del Archivo General del Estado de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de Nuevo León la cual nos recibió en la hacienda San Pedro de General Zuazua (en ese tiempo en proceso de rescate y conservación) sede del Centro de Información de Historia Regional. Son 26 años de presencia, trabajo, sufrimiento y de aportar a nuestros pueblos, su raíz y su grandeza a través de la memoria y la identidad cultural. De los fundadores aun quedan algunos, unos fueron removidos a través del poder temporal con el que rigen nuestros alcaldes, quienes cada tres años los cambian y los quitan, otros se nos han adelantado en el camino. Lo cierto es que como toda organización formada por seres humanos, la generación fundante debe dar paso a una generación consolidante. Somos nosotros los cronistas municipales de Nuevo León quienes debemos ajustarnos a los tiempos venideros, pues somos los hijos de la memoria y los profetas que hablamos a través de quienes nos antecedieron.

¿Y cómo queda la figura política del cronista en éste tiempo, tan desmemoriado y propenso al olvido? Está en veremos una nueva ley orgánica de los municipios que contempla la figura política del cronista. Por fin nos reconocerán. En el anteproyecto hay un capítulo cuarto, con artículos del 121 al 123 relacionado al cronista municipal, al cual considera como el ciudadano que por encargo del ayuntamiento tiene como  labor fundamental el registro de sucesos notables acaecidos dentro de la circunscripción territorial, así como investigar, sistematizar, publicar, conservar, exponer y promover la cultura, las tradiciones e historia del municipio.

Propone a un cronista municipal nombrado por el ayuntamiento, a propuesta del presidente municipal. El cargo será honorifico pero la administración pública municipal le prestará todas las facilidades materiales y económicas necesarias para el cumplimiento de  su labor. Contará con los recursos que se deriven del trabajo coordinado con las instituciones públicas  y privadas que tengan injerencia en la investigación, cuidado y reunión del acervo y difusión de las culturas municipales. El nombramiento del cronista municipal recaerá en un ciudadano que se distinga por su labor y conocimiento de la historia y la cultura del municipio. Tener la vocación de registrar y difundir los valores y tradiciones de la localidad. Como dato relevante propone a un cronista regional, cuando dos o más municipios vecinos podrán convenir en la designación de un cronista común.


Ciertamente la ley nos da más trabajo de lo que ya tenemos o hacemos. Por ejemplo, son funciones y atribuciones del cronista: registrar literaria y documentalmente los personajes y acontecimientos relevantes de la comunidad; elaborar escritos referentes a la vida e historia de la comunidad; colaborar en la sistematización y difusión del acervo documental del archivo histórico del ayuntamiento; fungir como investigador, asesor, promotor y expositor de la cultura de la comunidad municipal; elaborar monografías de la vida institucional del Municipio, para crear conciencia cívica, fortalecer la identidad y el arraigo local de los ciudadanos; proponer la creación, modificación o cambio de escudos, himnos y lemas del municipio; coadyuvar en el fomento y difusión de eventos culturales, tradiciones y costumbres locales o regionales; promover la inserción en los medios de comunicación de noticias, boletines y reportajes sobre el municipio y sus instituciones; emitir opiniones cuando las autoridades así lo requieran sobre acontecimientos históricos del municipio; y las demás que el Ayuntamiento le asigne.


Lamentablemente no habla de las causas de remoción, o si debe ser un puesto o cargo trienal o vitalicio. Tampoco de los consejos de la crónica como el de Villa de Santiago, Nuevo León, que me consta trabajan en serio. Tampoco menciona el compromiso y respeto que el cabildo y la administración municipal deben tener con el cronista y no considerarlo como funcionario de tercera o cuarta categoría. El cronista es el cronista y punto y deben por respetarlo los integrantes del cabildo como de los secretarios y directores de área, que a veces gustan de desquitarse y aplicar la ley y la autoridad en contra del cronista. 

Y a cómo vamos, tampoco nos darán recursos. Pero ¿y si los dieran? Entonces saldrán francotiradores para quedarse con el pago, pues dicen que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error. Tal y como recientemente lo padecí en Santa Catarina. O por el simple hecho de estar bajo un sueldo, nada de comentarios que les puedan causar malestar. Es difícil ser cronista en éstos tiempos.

domingo, 4 de diciembre de 2016

La momia de fray Servando

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

Así como en  vida y en la muerte fray Servando Teresa de Mier se distingue por ser intrépido, audaz, inquieto, altivo, muy dado a fantasear a tal grado de que muchos consideran sus vivencias como “mentiras servandianas”. Pero eso sí, terco y apegado a sus ideas y principios. Todo fue novelesco y fantástico en su vida. Fray Servando murió en una habitación del Palacio Nacional el 3 de diciembre de 1827, asistido espiritualmente por su casi paisano, casi pariente y opositor en muchas reyertas y discusiones, el padre Miguel Ramos Arizpe quien fue constituyente y participó activamente en la elaboración de la “Pepa” como también se le conoce a la Constitución de Cádiz.

En el último tramo de su vida no importaban las posiciones, solo quedar bien con Dios y con los hombres; por eso el padre Ramos Arizpe le dio los santos óleos. Como si fuera una premonición, el padre Mier se preparó para su última huida. Salió personalmente a despedirse de sus amigos para que estuvieran en la ceremonia de la extremaunción. Del templo de la Vera Cruz salió el santo viático en una procesión repleta de muchos fieles. El presidente Guadalupe Victoria costeó la cera y en la ceremonia tocaron muchas bandas militares. Delante de todos negó ser apóstata y centralista, dijo no vivir en el claustro por haberse secularizado. Que ya no celebraba misa porque estaba impedido de su brazo derecho afectado desde tiempo atrás y se pronunció en contra de las actividades políticas ocultas y justificó su postura en cuanto al sistema más conveniente para la nación. 

Al expirar lo inhumaron con todos los honores en la tarde del día siguiente en el Convento de Santo Domingo, sitio perteneciente a su familia de la Orden de los Frailes Predicadores aún y cuando ya no pertenecía a la misma, pero se había formado con ellos. Al frente iba el vicepresidente don Nicolás Bravo y todo el pueblo lloró por la muerte de fray Servando.

Su descanso eterno duró tan solo 15 años. El 13 de mayo de 1842, su cadáver fue exhumado y colocado junto con otros cuerpos momificados forma natural en el osario del templo. Durante los trabajos de demolición de una parte del Convento de Santo Domingo en 1861,  encontraron trece momias tras el ábside de la capilla de los Sepulcros. El hallazgo desató rumores. Unos afirmaron que estos monjes conservados habían sido emparedados como castigo de la Inquisición. Por su parte los conservadores y las almas piadosas, atribuyeron la preservación de los cuerpos al olor de santidad que los había caracterizado en vida. Los más sabios y cultos explicaron la causa de su momificación natural: sin contacto del aire, la sequedad del sitio donde mantenían los cadáveres, una temperatura un poco elevada y además la cal que ponían en los féretros como en los sepulcros.  Pero los chismes se aprestaron a explicar el por qué unos estaban de rodillas, otros con muestras horrorosas, otras con las manos juntas intentando defenderse o evitar algún peligro. Para muchos, fueron castigados por la Inquisición.

Manuel Payno escribió al respecto: “Era el destino del Doctor Mier no descansar ni después de muerto”. Cuando los liberales entraron al convento en 1861 y revisaron todos los rincones, creían que a los sacerdotes los enterraban con todo y joyas. Al ver que los restos no guardaban las riquezas que buscaban, pusieron las trece momias a la vista de todos. La noticia atrajo a un cirquero de nombre Bernabé de la Parra que las vio y compró tres de ellas. Se las llevó exponerlas  en Chile y Argentina. Una de esas momias era la de nuestro Doctor Mier, y quizá la mejor conservada. Mientras todas daban pavor, la de fray Servando fue hallada de pie y se “asomaba alta y enhiesta, con su mejor aire espectacular”. Todas fueron exhibidas como "víctimas atroces de la Santa Inquisición". La última vez que vieron al circo fue a fines del siglo XIX en Bélgica y desde entonces, el paradero de los restos mortales de fray Servando siguen siendo un misterio en donde se hayan ubicados.

Pero algunos historiadores aseguran que los frailes dominicos cambiaron el cadáver por el de un lego llamado “Sumaita”. Entonces queda la duda de si el cadáver se quedó en México o si fue a Buenos Aires o alguna ciudad de Holanda como de Bélgica. Lo cierto es que con las momias se construyó la leyenda negra contra España y la Santa Inquisición, pues las momias fueron trasladadas a una exposición por varios países para demostrar las “atrocidades” de España y la Inquisición cometían en contra de sus libre pensadores y opositores en las mayoría de las veces.


Edmundo O’ Gorman escribió: “el padre Mier es lectura imprescindible para quien se interesa por conocer los problemas que en raudal les salieron al paso a aquellos incipientes republicanos, tan sinceros como alucinados”. Por eso conviene recordar a fray Servando y a su momia viajera. Hace tiempo un gobernante dispuso que sus restos se quedaran en la explanada de los héroes en frente del palacio de cantera donde despacha el gobernador de Nuevo León en turno. Como que no sabían el destino del cadáver de fray Servando.

domingo, 13 de noviembre de 2016

El Palacio de Gobierno del Estado de Nuevo León

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

A lo largo de nuestra historia, hemos tenido al menos cuatro sedes que han ocupado los gobernadores. Desde la Ciudad de León en el actual municipio de Cerralvo; a las orillas del arroyo de Santa Lucía en donde gobernó don Diego de Montemayor a partir de 1599 y que una inundación destruyó lo poco que se había levantado en 1611. El justicia mayor Diego Rodríguez dispuso un nuevo centro, con sus casas consistoriales, los dos templos con sus respectivos camposantos (el convento y el parroquial) y la plaza de armas. Con la llegada de Martín de Zavala en 1626, resolvió gobernar en las llamadas Casas Reales o Consistoriales, convertido en palacio municipal de Monterrey y ahora sede del Museo Metropolitano de Monterrey. 

El año de 1815, el gobernador y comandante militar del Nuevo Reino de León don Joaquín de Arredondo decidió ocupar el edificio que alguna vez fuera la capilla y colegio de los jesuitas a principios del siglo XVIII, ubicado en la esquina noroeste de las calles del Comercio y del Teatro conocidas ahora como de Morelos y Escobedo. Gradualmente lo fueron habilitando para convertirlo en la sede del poder ejecutivo del Estado. Tenemos pocas imágenes del mismo, pero lo vemos con dos plantas y unos balcones en el segundo nivel.

Durante el gobierno del general Porfirio Díaz, Monterrey se convirtió en la pujante e industria fábrica la frontera. Fue cuando el general Bernardo Reyes dispuso la construcción de un nuevo palacio, acorde a la importancia de nuestra entidad y la posición de nuestra ciudad capital que se consolidó como unas de las principales ciudades de nuestro país, junto con la Ciudad de México, Puebla y Guadalajara.

Para levantar el inmueble eligieron una plaza que originalmente se llamó de la Concordia y que desde 1864 honraba la célebre batalla del 5 de Mayo en Puebla, a unas seis cuadras al norte de la plaza Zaragoza. El 4 de abril de 1895 comenzaron los trabajos: el diseño casi en su totalidad corresponde al Ing. Francisco Beltrán y la edificación al contratista constructor don Marín Peña, quienes se apoyaron en las propuestas del Gral. Bernardo Reyes. Tanto Beltrán como Peña habían participado en la construcción de la penitenciaría enfrente de la Alameda Porfirio Díaz, ahora llamada de Mariano Escobedo.

Trajeron cantera rosa de San Luis Potosí y unos canteros que se dieron a la tarea de darle forma al palacio. Supuestamente los albañiles y trabajadores se quedaron a vivir al sur del Río Santa Catarina en donde formaron el barrio de San Luisito y luego colonia Independencia. Planearon terminarlo en 1900, pero por presupuestos, ampliaciones y detalles tardaron 13 años en levantar el majestuoso edificio que tuvo un costo de 859,453 pesos. La gente de la época se burlaba y se referían a la obra como “el palacio de los naipes”, pues el gobernador recurrió a un impuesto especial para los juegos de azar y casas de apuesta, con la intención de reunir el capital requerido para su conclusión. La inauguración oficial se hizo en las fiestas del 16 de septiembre de 1908.

El palacio de gobierno cuenta con detalles neoclásicos y algunas decoraciones de estilo afrancesado. En la fachada principal que da al sur, podemos apreciar ocho columnas con capiteles corintios y otras dos adosadas a los muros. En la parte superior resalta un sobrio conjunto escultórico: una diosa griega de La Victoria que mide 2.80 metros. Descansa sobre un globo terráqueo y el conjunto se apoya en un pequeño frontón, cuyo frente se encuentra ornamentado con el emblema nacional del águila volteando hacia su derecha y las alas extendidas. A los extremos hay dos peristilos. Encima de ellos hay dos niños que tienen amarrados a dos leones con unas guirnaldas. Cada uno mide un metro con 26 centímetros. El de la derecha corresponde al balcón de la oficina del gobernador y el de la izquierda al del secretario general de gobierno.

Cuenta con cinco entradas en la fachada principal, dos a los lados y otras dos en la parte posterior. Mide 55 metros de largo y 88 metros de ancho. Consta de un gran patio central y cuatro pequeños a los lados. Por cierto, en uno de ellos colocaron un vitral de Efrén Ordóñez que contiene la Sierra Madre Oriental, la Silla, las Mitras, el Cañón de Santa Catarina y el Cerro del Topo y en el patio central estuvo una escultura de Federico Cantú conocida como “La Ola” que ahora está en la Pinacoteca de Nuevo León.

Para acceder a la entrada principal en forma de arco de medio punto, se debe subir unos escalones en donde vemos las ocho columnas. En el muro frontal hay seis vitrales que solo se pueden ver desde el interior del vestíbulo. Los mandaron hacer a la Casa Pellandini de la Ciudad de México. Hay dos en tamaño natural con las figuras de Miguel Hidalgo y Benito Juárez y cuatro en forma de medallón con las imágenes con Fray Servando Teresa de Mier, Mariano Escobedo, Ignacio Zaragoza y Juan Zuazua. Sobre el remate de la puerta interior está instalado el escudo de Nuevo León. Ya en el vestíbulo, al fondo vemos el patio central y a los lados dos escalinatas de granito que fueron terminadas en 1926. Además de la oficina del señor gobernador y del secretario general de gobierno, en el segundo piso hay dos salones, uno de ellos llamado Benito Juárez, en donde vemos la obra del pintor italiano Annibale Guerini y el otro dedicado a Fray Servando Teresa de Mier Noriega, que alguna vez fue sede del Tribunal Superior de Justicia de Nuevo León.

En 1900 se congregaron los tres poderes ejecutivo, judicial y legislativo de Nuevo León. Los del poder judicial dejaron el inmueble en 1978 y el congreso hasta 1985. En el 2006 una parte fue convertida en el Museo del Palacio. Con el trascurso del tiempo, el inmueble se llenó de oficinas. Incluso dividieron en dos plantas cada una de las habitaciones. Corre el rumor que hasta un helipuerto operó durante el gobierno del Dr. Pedro Zorrilla Martínez. A decir verdad, cada gobernador ha invertido en la restauración o modificación del inmueble, pero resaltan los trabajos que hicieron Jorge Treviño Martínez como José Natividad González Parás. Aquí fue la entrevista de los presidentes Manuel Ávila Camacho y Franklin D. Roosevelt en 20 de abril de 1943, como da fe una placa colocada a la entrada principal, siendo gobernador el general Bonifacio Salinas Leal.

Don Alfonso Martínez Domínguez convirtió la plaza central en una explanada llamada de los Héroes. Hay dos columnas, una dedicada a Benito Juárez que fue inaugurada en 1907. Otra corresponde a Miguel Hidalgo y Costilla y dos monumentos ecuestres con Mariano Escobedo y el padre José María Morelos y Pavón. La explanada de los Héroes tiene una extensión de 14 mil metros cuadrados. Limita desde Juan Ignacio Ramón hasta el palacio. En las columnas están los restos de unos insignes hombres de Nuevo León como Juan Zuazua, Francisco Naranjo, Silvestre Aramberri, Bernardo Reyes, José María Mier, Antonio I. Villarreal y Pablo González Garza. Todo con la intención de convertirlo en un espacio cívico similar a las rotondas de los hombres y mujeres ilustres.


Muchas de las obras y trabajos que se hicieron durante el gobierno de Bernardo Reyes han desaparecido lamentablemente. Pero aún tenemos al Palacio de Gobierno del Estado Libre y Soberano de Nuevo León, como fiel testigo de la historia política de nuestra entidad en el siglo XX.   

domingo, 6 de noviembre de 2016

San Jerónimo de Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

Quién dijera que una de las zonas comerciales y con corporativos y oficinas de Monterrey, fue un día una comunidad agrícola.  Entre La Leona y el Obispado está San Jerónimo. Es curioso pero en los alrededores de Monterrey hay dos poblaciones con nombres de santos pertenecientes a la patrística cristiana como San Agustín y San Jerónimo. San Jerónimo de Estridón (347-420) tradujo la biblia del griego y el hebreo al latín. Es considerado padre de la Iglesia y uno de los cuatro grandes padres latinos. En su honor hay una población muy importante y de las más antiguas de Monterrey junto con San Bernabé del Topo Chico y Los Urdiales. Primero como lugar de paso de los colonizadores y luego como un importante centro agrícola. 

San Jerónimo está situado al pie de la sierra de las Mitras y del río Santa Catarina, por eso se benefició por los escurrimientos que alimentaban los mantos acuíferos del sector. La gente de aquellos tiempos hablaba de la existencia de un jagüey. A toda la comunidad se le puede limitar al poniente con el arroyo del Obispo y al oriente con las inmediaciones del cerro del Obispado. Una parte de las tierras de San Jerónimo le fueron mercedas a Lucas García en 1596, luego a Alonso de Molina en 1608; mismas que vendió a Diego Rodríguez. Este las pasó a su hija Mónica, casada con Miguel de Montemayor. Doña Mónica es considerada  la fundadora de la hacienda de San Pedro los Nogales  a partir de 1624. Poco antes de morir declaró en su testamento cuatro caballerías de tierra que dejó en herencia a sus hijas Bernarda e Inés. En 1709 San Jerónimo pasó a ser propiedad de los hijos de Mateo Rodríguez y Leonor Fernández. 


El 22 de septiembre de 1787, el bachiller Alejandro de la Garza, comisario del santo oficio de la Inquisición, cura interino, vicario y juez eclesiástico de Monterrey, vendió en 2 mil pesos al señor obispo fray Rafael José Verger, las tierras y aguas que integraban la capellanía fundada por María González Hidalgo y su esposo Antonio López de Villegas.  Se componía de seis caballerías de tierra con el agua que sale del potrero de Santa Catarina en la hacienda del mismo nombre. También tenía bajo su control, las partes de potrero y las demás tierras de agostadero que están fuera de los potreros del cerro de las Mitras, incluyendo dos caballerías de tierra en San Jerónimo. Cada caballería de tierra medía unas 43 hectáreas.

El 5 de enero de 1832, llegó a Monterrey el religioso José María de Jesús Belaunzarán y Ureña, para tomar posesión como obispo de la diócesis. Venía en una pequeña carreta movida por una mula. La grey regiomontana lo esperaba con júbilo en el arroyo conocido como de Las Encinillas. Cuando lo vieron le quitaron la mula para empujarla ellos mismos. Desde entonces se le conoce como el arroyo del Obispo en honor al ilustre prelado que gobernó la diócesis hasta 1838. Precisamente en éste punto, Jacinto Lozano estableció unos molinos en 1841 a los que llamaron de Jesús María. Para cruzar de los molinos a San Jerónimo; se hizo un vado, luego un puente de madera o simplemente bordeando sus lados. En 1883 construyeron el puente para el ferrocarril y desde 1935 la carretera que recorre hasta Saltillo.

San Jerónimo es un pueblo heroico. El 21 de septiembre de 1846, unos “Rangers texanos” que llegaron con el ejército de los Estados Unidos,  destrozaron al regimiento de los “Lanceros de Jalisco” al mando del general Anastasio Torrejón y Juan Nepomuceno Nájera.  Los voluntarios texanos al mando del capitán John Cofee Hays avanzaron hacia el Obispado por San Jerónimo para atacar a la caballería al mando del coronel Juan Nepumuceno Nájera. Con ese triunfo controlaron las entradas y salidas por el camino a Saltillo, pues San Jerónimo era la única vía por la que Monterrey podría recibir auxilio del resto del país.

De acuerdo a testimonios de la época, el camino entre Monterrey y San Jerónimo estaba cubierto por una capa de tierra suelta de unos 15 centímetros, que al paso de las carretas formaban una espesa nube de un terregal que impedía la visibilidad. El polvo parecía talco  y cuando llovía se convertía en un lodazal que impedía el trayecto de los viajeros y jinetes. Pasando el arroyo del Obispo hacia Santa Catarina, el paisaje era más amable; había labores por ambos lados.  Como se advierte, San Jerónimo fue un lugar estratégico y de paso. Era el punto de convergencia con el camino del Topo, Santa Catarina y San Pedro con Monterrey. Lugar pintoresco repleto de huertas con nogales y aguacatales y campos donde sembraban maíz y frijol. Ahí don Jesús Llaguno estableció su residencia llamada Santa María, ahora repleta de construcciones muy altas que alojan oficinas, hoteles y centros comerciales. Desde 1943 San Jerónimo quedó unida a la colonia del Valle a través del puente Miravalle, nombre de la colonia que se estableció en sus dominios y de Santa María accedían a San Pedro por el vado de Santa Bárbara. 

En el año de 1896 fue construida una capilla que albergó la devoción a María Santísima y era dependiente de la parroquia de la Purísima Concepción. Luego se hizo templo cuya hechura comenzó un señor de apellido Treviño Garza el 2 de enero de 1901. La primera piedra fue colocada el 24 de enero de 1901 por el padre Manuel P. Viramontes. Desde 1939 se le empezó a llamar Iglesia de Nuestra Señora del Carmen.


El templo actual comenzó a construirse cuando el entonces arzobispo de Monterrey, Alfonso Espino y Silva bendijo y colocó la primera piedra el 23 de julio de 1953 y que fue concluido el 21 de septiembre de 1965. Tiene categoría de parroquia desde el 4 de julio de 1962, quedando el padre Miguel Alanís Cantú como su primer párroco. Tres años después nombraron párroco al sacerdote Jesús Huerta. El 31 de Mayo de 1977 fue nombrado párroco el Pbro. David García Limón y recientemente el padre Miguel Neftalí González Pérez.  Las colonias que pertenecen a la parroquia son El Carmen, Fuentes del Valle, La Escondida, Santa María, Pedreras, Balcones del Carmen, Rincón del Valle, San Jerónimo, Miravalle y Sendero San Jerónimo.


En frente del templo, se instaló el Colegio Mexicano en la década de 1950, detonando el crecimiento en el sector. Muchos de los pobladores originales de San Jerónimo tenían nexos familiares con La Fama y Santa Catarina.  Ahora zona exclusiva con oficinas corporativas, clínicas y centros comerciales. Lugar de paso entre Saltillo, Santa Catarina y Monterrey, pero repleto de historia que vale la pena conocer y apreciar.

domingo, 30 de octubre de 2016

Leyendas y relatos de tesoros y relaciones ocultas (segunda parte)

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

El cañón de la Guitarrita es la entrada a un cañón más grande que se conoce como Las Escaleras.  Ese lugar está plagado de misterios y leyendas. Entre 1910 y 1920, varios contingentes de revolucionarios y bandidos pasaron por ese cañón. En 1924, un bandido llamado Ricardo Gómez, se llevó unos lingotes de oro de un tren que estaba en Rinconada, Atravesando por el cañón de Rinconada llegó hacia el cañón de Las Escaleras, para luego pasar a un poblado que se llama Canoas que está en plena Sierra Madre y ahí bajaron por ese cañón otra vez a las Escaleras.

Ese relato se relaciona a su vez con una leyenda que habla de una familia de los alrededores, quienes viajaban en una carreta llevando provisiones para vivir en su rancho; como estaba lloviendo se metieron a una caverna y grande fue la sorpresa de que encontraron ocultas, sobre heno o sobre ramas, unas cargas con lingotes de oro. Dicen que los familiares hicieron un pacto: para que los recursos no pasaran a otra familia, nadie se iba a casar. Que el que se casara, iba a perder parte de la herencia. Una mujer o dos personas de ellos ya estaban casadas, pero el resto de los hermanos permanecieron solteros.


Cuentan que en ese cañón hay más lugares con leyendas de tesoros enterrados. Todavía hay gente que va y los busca. Un vecino de un rancho cercano,  me platicó que una vez una norteamericana  pasó por la sierra buscando datos de su esposo que tiempo atrás había cruzado por ese cañón y que llevaba un cargamento que decían eran barras de oro. Nunca encontraron las recuas o el material que, presuntamente, llevaba. También se dice que muchas de esas riquezas pertenecen al diablo y que por eso, lo mejor es no buscarle.

Una vez fuimos un viernes santo a la hacienda del Muerto en Mina, Nuevo León, con la intención de tomar unas fotos del lugar. Pero se nos hizo raro que había una camioneta repleta de herramientas. Como ellos nos miraban con recelo y nosotros con temor, les hicimos plática. Ahí se dijo que iban a buscar un tesoro y esperaban la señal de la relación. Una relación se refiere a la identificación, la señalización y la localización de un lugar en donde hay un tesoro oculto, mostrada a veces en los "fuegos fatuos". Pero también tiene que ver con peligros: si alguien tiene malos pensamientos el tesoro se convierte en carbón. También pueden ser los restos de un difunto y en consecuencia espantan en el sitio y se pueden contraer maldiciones. La relación se puede dar con una señal como un gas luminoso que sale de la tierra.

Y precisamente esos señores que eran de Hidalgo, Nuevo León, estaban esperando que la relación les indicara en donde estaba el dinero. Uno de ellos sostuvo  que había soñado con una persona que le decía que viniera a buscarlo para desenterrarlo y llevarlo a un panteón cercano. Decían que eran los restos de un revolucionario que murió en el combate de Icamole en 1915. Una vez que lo encontraron se lo llevaron a enterrar y en sueños se le volvió a aparecer y le informó que atrás de la capilla de la hacienda del Muerto, en un arroyo que pasa por el lugar verían la relación. Ya no supe si encontraron o no el dinero.


En la sierra que está arriba de la cabecera municipal de Villa de Santiago hay una cueva que llaman del Indio y en la que dicen hay un tesoro, pero que un indio la cuida. Una vez que encuentran la entrada, se aparece el indio y les dice: “O todo o nada”. Como es tanta la riqueza acumulada y no pueden llevársela, cuando regresan ya no hay cosas.

Decían que cuando se enterraba un tesoro en la tierra o se colocaba sobre una cueva, mataban a alguien para que cuidara el sitio o que también mataban un burro o una mula y con su sangre untaban la entrada de la caverna para sellarla y evitar su profanación. Cuenta la tradición de que si una persona iba a enterrar un tesoro o un costal de pesos de plata limpia, debían dar una arrastrada al lugar con una ristra de ajos o con cabestro de cerda hecho preferentemente con la crin de un caballo negro. De esa manera, quien buscaba el tesoro nunca lo iba a localizar porque se le aparecía una víbora que inmediatamente mordía al ambicioso intruso. Pero si el buscador era muy valiente, agarraba pronto la cabeza de la serpiente y la mataba. Entonces el animal se convertía en la ristra de ajos que se desparramaban por el suelo.

 El derrotero es propiamente el famoso plano del tesoro. Y una familia de Villa de García me facilitó un documento muy interesante que por su rareza voy a trascribir porque nos habla de la existencia de un tesoro:

Saltillo, mayo 24 de 1838

Dedico este derrotero a mi tío Nicolás Sánchez. En el camino de Saltillo a Monterrey, en el punto llamado Carrizalejo, en ese cerro del rancho que está yendo hacia donde el sol se mete, está una cueva donde se encierran grandes cantidades y al pie de la cueva están unos resumideros de agua y como digo está la puerta viendo hacia el sol se mete.

Como señas particulares son en la puerta está una cruz de fierro embutido en piedra que sirve de puerta. Esta es la seña principal y está además numerada con números negros. Está la puerta tan bien embutida en el cerro que parece hecha por Dios. En los brazos o en los pies, está la cueva en un reliz. Se recomienda que paguen una manda que tengo y es acabar la torre de la iglesia de Saltillo y el demás dinero tómelo Usted que al cabo ay para que se haga millonaria su última generación. El dinero que hay está sellado en costales de ixtle y el demás de oro y plata en barras, pero del puro sellado se puede hacer millonario. No se olvide que está con el cadáver de mi esposa.

Yo tuve acceso a una copia de ese documento, que data del 21 de mayo de 1853. El que escondió el dinero puso la cruz para que encontraran el dinero y se le diera cristiana sepultura a su esposa. Pero no vayan a buscarlo, pues yo ya fui y no existe tal señal. Es probable que otros ya dieran con él. En cierta ocasión, unos albañiles que tiraban una casa y en cuyo patio había una noria, bajaron para ver si tenía agua. En una de las paredes vieron un tubo de metal que al abrirlo, estaba un documento que daba el derrotero a seguir de un tesoro oculto en el Cerro de la Silla. Estos para quedar bien con su dueño se lo dieron y éste a su vez decidió regalarlo a un conocido comunicador de la localidad. Ya no se supo más del lugar.


Y así podemos seguir hablando de tesoros ocultos, pero yo prefiero encontrar uno en la felicidad, en la tranquilidad de saber que en la vida, la salud y el amor está la fuente de toda riqueza y eso es precisamente lo que deseo para ustedes mis estimados lectores.

domingo, 23 de octubre de 2016

Leyendas y relatos de tesoros y relaciones ocultas (primera parte)

Por Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

Hablar de tesoros y relaciones, son temas enigmáticos, interesantes; un anhelo que muchos quisieran encontrar para que salve y solucione los problemas económicos. Sin embargo hay quienes piensan que el mejor tesoro está en el amor, en la salud, en la amistad, la dicha y en la felicidad. Pero ¿quién de nosotros en nuestra infancia no soñó con encontrar grandes riquezas o le gustaba escuchar cuentos y relatos que tenían que ver con los tesoros?

La palabra tesoro viene del griego theseo que significa guardar o tener bajo cuidado. Un derivado de ella es thesaurus, concepto relacionado con la liturgia cristiana y con la cual llamaban a una colección de escritos o de diccionarios que se usaban en las ceremonias religiosas. Es probable que en su sentido original tuviera más que ver con la riqueza espiritual que material.  Ahora se considera que el tesoro es una fuente de riqueza ya sea de metales o de piedras preciosas, pero también de objetos únicos y valiosos.

La idea en torno a la existencia de tesoros ocultos es muy antigua, pues se tenía la  creencia de  que eran escondidos por personas poderosas y a lo que solo se podía acceder a ellos de una forma especial. Dicen que el tesoro elige a quien lo encuentra y no al revés. De ahí que muchos buscadores aun esperen el sueño de los justos para encontrar una relación como también se les conoce. En todo esto sobresale la mentalidad mágica. Por ejemplo, en el siglo XVI, los colonizadores españoles soñaban con encontrar una ciudad mítica repleta de oro y piedras preciosas, y nunca las encontraron.


Muchas de las leyendas en torno a los tesoros, tienen que ver con riquezas extraordinarias y ocultas, que eran señaladas por fantasmas, animales, ruidos, luces o huesos. Hasta tenemos un refrán que dice: “en donde llora el muerto está el tesoro”. Una vez que localizan con el tesoro se oye una voz que dice. “O todo o nada” o que también, si alguien de quienes encuentran el tesoro tiene malos pensamientos, el tesoro se mueve de lugar o se pierde otra vez o puede caer una maldición.  Regularmente se dice que los tesoros son el fruto de un robo cometido ya sea por indios, salteadores, revolucionarios, bandidos o personas ricas que ocultaban sus riquezas en lugares alejados y de difícil acceso en las montañas, en las viejas paredes de las casas o encima de los marcos de las puertas. En casi todo el siglo XIX y parte del XX hubo movimientos armados en nuestra nación, por eso decían que el dinero se guardaba en la casa porque no había bancos y los padres de familia ocultaban sus recursos, con el temor de que les quitaran sus ganancias. Lo raro es que con el trascurso del tiempo hasta los mismos propietarios y sus familiares se olvidaban de ello.

En Santa Catarina también existen leyendas en torno a riquezas ocultas como en todos los pueblos de Nuevo León. En la cabecera municipal hay una loma que llaman de la Santa Cruz y sobre la cual está un castillo. Cuando era niño decían que por los alrededores se aparecía una marrana que arrastraba unas cadenas. Si alguien se atrevía a agarrarle las orejas, el animal se convertía en un cazo con monedas de oro. 

Durante mucho tiempo yo viví en una casa que era del siglo XIX. Una vez mi abuelo vio un pato que paseaba por el patio cuando en ese lugar no había aves de corral. Fue y le platicó a mi mamá que le dijo que ahí no había patos. Cuando abandonamos la casa para cambiar de domicilio, los nuevos propietarios tiraron una barda y por todo el barrio corrió el rumor de que se habían encontrado una relación como también se le conoce a los tesoros.


Una vez la señora María Lares de Cabral, me contó que en la casa donde vivía, situada sobre la calle Juárez, había una chimenea muy antigua. En las madrugadas veía como un niño se metía en ella pero ya no salía. Cuando las casas fueron destruidas, se dice que un albañil dio con los huesos de un niño y con un cazo con monedas de oro. Cerca de ahí, una viejita llamada doña Sixta, cada vez que pasaba por un tramo de la calle aun sin pavimentar, se tropezaba (y decía una palabrota) para luego exclamar que seguramente ahí había dinero. Un vecino acostumbrado a escuchar la maldición de la señora, una madrugada decidió excavar y encontró precisamente un cantarito repleto de monedas de plata. Ya no supieron más del agraciado ni de su familia.

En el centro de Santa Catarina había una panadería en una casona muy antigua, que perteneció a don Nemesio Ayala Luna. Cada domingo nos llevaban a comprar pan. Como tenían mucha clientela decidieron construir otro horno. Cuando tiraron parte del muro, vieron una caja de madera con monedas de oro. Los panaderos obviamente desaparecieron de Santa Catarina. Pero también sé de casos infructuosos: un conocido de la infancia vivía en una casa muy antigua. Decían que sus papás tenían centenarios y cuando éstos murieron, el hijo ya con una familia que mantener, se dedicó a buscar y hacer perforaciones por toda la propiedad y jamás encontró el tesoro. En cambio, a dos cuadras de ahí, en una casa de adobe abandonada, cuando fue derruida dicen que los albañiles dieron con una relación y que huyeron del lugar sin saber más de ellos. Pero los que se sacaron la lotería sin comprar boleto, fueron los de un salón de fiestas, quienes al tirar la casa vieja encontraron la relación. Con ese dinero reconstruyeron el local y compraron otro terreno sobre la calle Guerrero entre Colón y Zaragoza, y otra vez hallaron la relación.  

Había un señor en Santa Catarina al que apodaban “Celso patas mochas” porque traía prótesis de palo en ambas piernas y se sostenía por unas muletas de hechura muy burda. El señor recorría las calles del pueblo allá por la década de 1950, recogiendo aguacates y nueces que caían de los árboles. Pedía limosna y a cambio de alimentos para llevar, (porque decía que tenía una esposa que la esperaba en una majada cercana al cerro de las Mitras, en donde actualmente están las pedreras), ofrecía polvo de oro que llevaba en una bolsita de cuero.

Se les hacía raro que una persona con aspecto desaliñado y descuidado llevara consigo polvo de oro suficiente como para cambiar de domicilio y de vida. Una vez unos niños lo fueron siguiendo y cuando ya estaba cerca del lugar en el que se decía que vivía se desapareció. Pasaba el tiempo y otra vez se le veía deambular por el centro de Santa Catarina. Hasta mi papá en compañía de unos tíos recorrieron muchas de las cuevas existentes allá por la Sierra de las Mitras y del Fraile. Hasta que alguien les dijo que no perdieran el tiempo, pues el verdadero tesoro estaba en la cabeza y en los brazos.


Cierta ocasión, unos buscadores de tesoros llegaron a la carnicería de un señor llamado Manuel García. El señor que era muy mula, comenzó a platicar con ellos. Ellos le preguntaron donde estaban las casas más antiguas y en donde vivían los que eran más ricos del pueblo. A lo que don Manuel les dijo que en Santa Catarina había mucha pobreza y que por eso la gente tenía que trabajar para vivir. Les dio santo y señas de las familias que destacaban por sus recursos y que eran muy pocos, para luego rematar: “aquí la gente lo único que enterraba era el chile y eso es lo único que van a encontrar”. O de aquella ocasión, cuando estaban pavimentando el centro de Santa Catarina, a la altura de Manuel Ordóñez y Privada Reforma, dieron con una castaña. Al abrirla tenía monedas de oro como de plata. Como no podían con ellas se quitaron los pantalones para echar su preciada carga y salir todos contentos para no verlos más.

En el año 2008, mientras hacían un puente sobre la Carretera Nacional, los albañiles dieron con un viejo puente de piedra. Lo destruyeron y vieron una caja. En ella estaba un mosque y monedas de oro. Dejaron la maquinaria, el arma vieja y se fueron con las monedas. Mientras trabajaban en la Gran Plaza de Monterrey, muchos trabajadores dieron con tesoros ocultos que cambiaron su vida.


Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico