Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina
Italia es el nombre del país que inmediatamente
reconocemos en un mapamundi, pues su forma similar a una bota es inconfundible.
En su territorio podemos distinguir cinco regiones, la del norte más apegado al
continente europeo en cuyos paisajes predominan los Alpes, a sus pies la llanura del Río Po, una zona
central articulada por los Apeninos en la cual vivieron los etruscos y los
romanos, repleta de joyas
arquitectónicas e históricas y un sur que va desde Nápoles hacia la parte baja
de la península en el golfo de Tarento y el estrecho de Messina y otra que integra
las dos islas de Sicilia y Cerdeña. Italia es un país mediterráneo y está en
medio del Mar Tirreno y del Mar Adriático y al sur el Mar Jónico.
La palabra Italia es de origen griego y tiene que
ver con la palabra toro. En latín tiene parecido con “iutulus” que significa becerro, tal vez por la abundancia y la
belleza de éstos animales que se crían en la península itálica. Originalmente
se denominaba Italia a la región de la Calabria y luego se extendió a toda la
península. La región de Calabria está en el sur, prácticamente en la punta del
pie de esa bota. También la palabra
Italia tiene que ver con una rebelión de los esclavos en contra de Roma y que
para ello mandaron hacer unas monedas en las cuales se confrontaba un toro con
una loba, el animal representativo del imperio romano. El nombre también puede estar relacionado con
las prácticas totémicas que los antiguos habitantes de la península realizaban
en honor al toro que consideraban un animal sagrado.
Italia es la cuna del imperio romano y uno de los
pilares de la cultura europea. A la caída de Roma, después de la invasión de los bárbaros, la región se fragmentó para conformar estados
independientes. Sucesivamente fue controlada por los reyes lombardos (siglos V
al VII), por el rey Carlo Magno y su dinastía entre el siglo VIII y el XI y
luego por familias de nobles germanos entre los siglos XII y XIII. Así
surgieron ciudades como Milán, Nápoles, Pisa, Génova, Venecia y Florencia. También los franceses en un tiempo gobernaron
sobre la península, entre los siglos XVI y XIX, borbones españoles ejercieron
su control en Sicilia, Nápoles y Parma; los Habsburgos austriacos dominaron la región
de Lombardía y del Véneto, la Casa de Saboya en Liguria y el papado en los estados pontificios cuya capital era
Roma.
Los italianos tienen fama de ser galanes y
románticos y de mujeres muy hermosas que hablan precisamente una lengua que nos remite al amor y a la
pasión. De hecho el italiano es la base de la música y de la ópera. El origen de la lengua italiana es el
dialecto toscano, que Dante Alighieri difundió a través de sus obras “La Divina Comedia”. Es un pueblo orgulloso de su historia y de su
tradición, con grandes arquitectos y diseñadores, de buenos vinos, autos y fútbol.
Su selección representativa tiene cuatro títulos mundiales solo superados por
los brasileños que tienen cinco. De su música vibrante y de su buen cine.
La lengua oficial del imperio romano fue el latín y
tiene que ver con la región del Latio; ahí donde los romanos establecieron la
capital de su gran imperio. Ese idioma se impuso en todas las regiones que
gobernaron y luego al adquirir
características regionales propias, dieron origen a las llamadas lenguas
romances, entre las que se encuentra el francés, el portugués, el italiano, el
rumano y el castellano.
Como se mencionó en un principio, Italia es la cuna
de grandes civilizaciones: el sur de Italia fue sede de la llamada Magna
Grecia, sus costas fueron colonizadas también por los fenicios y por los
árabes. En la antigua Toscana y Emilia Romagna vivieron los etruscos antes de
la llegada de los romanos. Ahí en la región central se asentó un imperio que
llegó a controlar en su tiempo a todo el mar Mediterráneo y sus confines
llegaban hasta Gran Bretaña y Alemania, casi todo el norte de África y desde el
Medio Oriente hasta las costas de Portugal a la cual llamaban Porto Cale, “lugar del puerto”. Los romanos sintetizaron
y adoptaron diversas culturas propias de los pueblos que dominaron, como los
griegos, los egipcios, los etruscos, los fenicios, los celtas y los galos.
Ahí surgió la primera universidad en Bolonia en el
siglo XII. Es la cuna del Renacimiento y de las repúblicas estado como Venecia,
Génova, Milán, Florencia, Nápoles, Sicilia y Cerdeña. Pero también fue
escenario de las confrontaciones entre las principales potencias medievales que
se adueñaron de sus tierras. Italia que vio nacer al más italiano de los santos
y al más santo de los italianos, al “poverello”
de Asís, precursor del Renacimiento, de la ecología, de la espiritualidad, de
la alegría de vivir predicando con el ejemplo: San Francisco de Asís. Cuna de
grandes artistas y arquitectos como Leonardo, Miguel Ángel, Rafaello di Sanzio,
Filipo Brunelesqui entre otros más y de grandes astrónomos como Galileo. En la edad media, Italia fue testigo de cómo
los pontífices edificaron un imperio bajo la premisa de que ellos también de
ejercer un dominio terrenal y a la vez espiritual. Así surgió el llamado Sacro
Imperio Romano Germánico en el siglo VIII.
Se dice que Italia por naturaleza de su gente, es un
país trágico, con inclinación a procrear familias numerosas, proclives al
machismo y a la mamitis, por aquello de que se vive en un sistema en donde el
matriarcado y la madre tienen mucha influencia; con gobiernos demócratas
cristianos o socialistas, inestables y efímeros, que lo mismo caen por ineptitud
o corrupción, con una política en la cual se meten los curas, las religiosas,
socialistas y los masones, con mafias siniestras, con ladrones de carteras por
doquier, con policías de opereta, con guardias civiles a quienes llaman “Carabinieris”.
Los italianos son dados a discutir de todo y por cualquier provocación, en las
cuales gritan y gesticulan. Pero a la vez Italia es un país hermoso,
maravilloso y feliz. Un país que lo
tiene todo a su alcance y en donde la actitud de sus habitantes, los italianos
lo dice todo. Para ellos la vida es bella y hay que vivirla plenamente a pesar
de las adversidades.
Italia es el país que prácticamente rodea a la Santa
Sede, la Ciudad del Vaticano y a la República Serenísima de San Marino. La
Santa Sede surgió cuando Benito Mussolini y el papa Pío XI firmaron el Tratado
de Letrán que puso fin a la cuestión romana; es decir, a los problemas que se
generaron cuando el rey Víctor Manuel II despojó a los papas de sus territorios.
Con ello, el papa reconoce a las autoridades italianas a cambio de que Italia
reconociera al pontífice romano con autoridad en un pequeño territorio en donde
se asienta el estado Vaticano.
Al mediar el siglo XIX, Italia no estaba unificada
sino dividida en multitud de países y regiones independientes unas de otras.
Fue cuando la familia reinante del Piamonte, la Casa de Saboya se dio a la
tarea de unificar a todos los pueblos con una cultura, historia y lengua común.
Ya desde 1849 se pretendía echar a los austriacos del norte de la península
pero sin éxito alguno, hasta que el rey Víctor Manuel II, sin abandonar los
ideales de la unificación y apoyado por Camilo Benso, el conde de Cavour, su ministro
inteligente quién logró el apoyo de franceses para echar a los austriacos.
En 1859, después de la batalla de Magenta y
Solferino, la región de Lombardía y el Véneto pasaron a formar parte del reino
del Piamonte. Luego con el apoyo de José Garibaldi se logró la unificación del
sur. Solo faltaban Venecia y Roma. Para 1861 la reina del Adriático se sumó y
con ello Víctor Manuel se proclamó Rey de Italia. Fue hasta el 2 de julio de
1871 cuando entró a Roma con su corte y ésta quedó convertida en la capital de
la nación italiana. La misma casa de Saboya gobernó con Humberto I que fue
asesinado en 1900 y Víctor Manuel III que gobernó hasta 1946. Por cierto, el
color representativo de la casa real de Saboya es el azul, el representativo de
la selección italiana de futbol.
¡Forza Italia!