Antonio
Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de Santa Catarina
Una
ocasión mi amigo Javier Francisco Solís, un linarense asentado en Santa
Catarina y ahora residente en Fort Worth, Texas me pidió lo acompañara a una
terapia que recibía en su espalda. Necesitaba de alguien para traerlo de regreso
a su casa, pues no podía conducir después de la rehabilitación expuesta. Acepté
y una noche acudimos a un consultorio situado en la avenida Eloy Cavazos, cerca
de la avenida México en Guadalupe, Nuevo León. Cuando el médico nos atendió
inmediatamente me hizo recordar: “¿tú
eres el que escribió la historia de los panteones?”.
Efectivamente
entre 1992 y 1993 realicé un proyecto al amparo de la beca del Centro de
Escritores de Nuevo León para escribir un texto con la historia de los
camposantos. Esto me obligó a recorrer los 51 municipios de Nuevo León
visitando la mayoría de los panteones. Mientras realizaba la terapia a don
Javier me explicaba una cosa muy rara: “una
vez entraste a un panteón con la energía muy baja y desde entonces te sigue el
espíritu de un viejito”. De nueva cuenta le expliqué el verdadero sentido
de mi estudio y que jamás había cometido alguna travesura o acto que dañara a
la memoria de quienes esperan la resurrección de los muertos en un cementerio.
Lo más interesante es que me advirtió: “yo
puedo hacer que ese espíritu ya no te siga, ¿Cuándo vienes a verme?”. Por
cortesía contesté: “un día de éstos vengo
para ver qué espíritu me sigue”. Y obviamente nunca regresé.
Pasado
el tiempo, mientras exponía una clase en la carrera de ciencias de la
información y de la comunicación en la Universidad de Monterrey, una alumna de
pronto tuvo convulsiones. Inmediatamente le pregunté: “¿se siente bien?, si quiere puede acudir a la enfermería…” Ya
repuesta me dijo estar bien, no era algo de preocuparse. Al concluir la clase
me quedé platicando con la joven y le hice saber que me había dejado asustado
por la forma en que había padecido unos espasmos. Respondió tenerlos pues más
bien eran visiones que le llegaban a menudo. Estuve a punto de burlarme y
mostrarle mi escepticismo cuando me quitó prácticamente el habla: “usted piensa que estoy jugando, pero no es
cierto, prueba de ello es que lo sigue un viejito”. Quedé atónito,
asombrado por las palabras de la joven, de un sector muy lejano y de un estrato
social muy distinto al del médico con quien platiqué y me hizo saber de la
existencia de un viejito que me seguía. Lo más curioso hasta me dio el nombre: “¡a usted lo sigue el espíritu de un militar
que fue gobernador y está enterrado en el panteón de San Pedro!”. Para que
ya no me siguiera, (ella incluso me aseguró haberlo visto en el salón de clases),
me sugirió ir al panteón y llevarle una ofrenda floral. Le hice saber que el
único militar y ex gobernante de Nuevo León, cuyos restos estaban en el panteón
de San Pedro eran los del general y licenciado Lázaro Garza Ayala. Fui al
panteón, hice lo que me pidió y ya no supe más del asunto.
Luego
se unió a las fuerzas republicanas del general Ignacio Zaragoza, con las que participó
en las acciones de Guadalajara y Calpulalpan. Durante la intervención francesa
combatió en Acultzingo y asistió como secretario de Ignacio Zaragoza en el
sitio de Puebla el 5 de mayo de 1862. Existe la posibilidad de que a Garza
Ayala le correspondió redactar el parte oficial que inició con la frase "Las armas nacionales se han cubierto
de gloria", pues historiadores de Coahuila sostienen que el autor de
la frase en realidad fue don Manuel Blanco y Múzquiz, en ese entonces ministro
de Guerra del gabinete republicano.
Garza
Ayala resistió en el sitio de Puebla que las fuerzas liberales sostuvieran
durante 61 días, del 16 de marzo al 17 de mayo de 1863, hasta que finalmente las
tropas mexicanas se vieron obligadas a rendir la plaza. Cayó prisionero, logró escapar
y se reincorporó a las tropas republicanas. En este mismo año continuó
combatiendo en la zona de Puebla y obtuvo el grado de general. De nueva fue
aprehendido por los franceses, quienes mediante una corte marcial lo condenaron
a prisión en la isla de la Martinica en donde permaneció cinco meses. Indultado
por los franceses, el licenciado Garza Ayala volvió a México y en 1864 se unió
a Juárez en Monterrey. Fue designado comandante militar de esta ciudad y jefe
de la línea del río Bravo para la defensa de la frontera.
Restaurada
la República, Lázaro Garza Ayala presidió el Tribunal Superior de Justicia. Durante
una licencia concedida al gobernador Ramón Treviño en noviembre de 1869, ocupó
en forma interina el poder ejecutivo de Nuevo León. En junio de 1872 Garza
Ayala volvió a gobernar el estado al asumir los mandos político y militar tras
la renuncia de Genaro Garza García. A raíz de la muerte del presidente Juárez,
el 18 de julio de 1872, el gobernador Garza Ayala dispuso que los empleados y
funcionarios públicos portaran una flor de tela negra en señal de luto. Otra
vez el 4 de octubre de 1887 tomó posesión como gobernador constitucional. Su
administración (1887-1889) se caracterizó por el impulso que otorgó a la
industria, a la educación y a la realización de obras públicas. El gobernador
Garza Ayala favoreció la exención de impuestos a la inversión y al capital
durante cierto tiempo, a fin de estimular la industria, la agricultura y la
construcción.
Murió
en Monterrey el 3 de mayo de 1913. Durante su sepelio en el palacio de gobierno
de Nuevo León, acudieron miles de personas a despedir al héroe de la Reforma
que nació en San Pedro Garza García, condecorado con doce medallas al mérito
militar, maestro del Colegio Civil y del Seminario de Monterrey. En su tiempo,
fue líder del grupo político contrario a don Genaro Garza García, Francisco
Naranjo y Jerónimo Treviño. Dicen que don Genaro le puso Garza García al nuevo
municipio creado en 1882, lugar en donde había nacido don Lázaro Garza Ayala
como una forma de venganza política.
El 5 de mayo de 2013, nuestras autoridades
le hicieron un homenaje en la casa donde falleció, situada en la calle de
Abasolo a menos de 50 metros de la catedral de Monterrey. Pero a decir verdad,
nos falta reconocer y dimensionar la talla histórica de un personaje que decían
me seguía y nunca vi, más que en fotos y a través de sus descendientes en una
finca situada en Icamole allá en García. A 102 años de su muerte, mi más
sincero reconocimiento a don Lázaro Garza Ayala.
Felicidades Antonio por tan sensacional historia y biografía del General Lazaro Garza Ayala, saludos Amigo
ResponderBorrarMuy buena Anécdota y semblanza biográfica de Don Lázaro. Felicitaciones porque ha dejado de seguirlo también.
ResponderBorrarfelicidades por su narración y por su pasión, excelente don Lázaro ojala pudiese conocer mas de él.
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