lunes, 4 de mayo de 2015

La batalla de Puebla, cuando las armas nacionales alcanzaron la gloria

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista Municipal de Santa Catarina

Sobre la gloriosa batalla del 5 de mayo se ha dicho, discutido y escrito demasiado. Hace tres años el gobierno de la República como del estado de Puebla hicieron una conmemoración en grande. Incluso cada año preparan escenificaciones que nos recuerdan el día cuando las armas nacionales se cubrieron de gloria. El 5 de mayo como el 15 de septiembre son los días que justifican la conciencia nacional. Es más, hasta en los Estados Unidos realizan ceremonias y festejos, organizados por las autoridades en donde involucran no solo a paisanos sino a residentes de origen hispano en alguna entidad norteamericana. Para la raza de bronce que habita más allá del río Bravo, el 5 de mayo es tan importante y por eso es considerada como la segunda fecha de la independencia nacional.

Cada 5 de mayo la Casa Blanca en Washington abre sus puertas para comer antojitos mexicanos, tomar tequila y escuchar música con mariachi. Alrededor del presidente se congrega a lo más selecto de la industria del entretenimiento. Aquí en México pasa un poco desapercibido, pues un secretario de educación que llegó a la presidencia a fines del siglo XX, quitó la solemnidad y la obligatoriedad de la famosa batalla de Puebla. Nuestras autoridades tenían la idea de que el mexicano, entidad festiva por naturaleza y relajiento a más no poder; tenía muchas fiestas en el mes de mayo para descansar: 1, 5, 10 y 15. Como el trabajo es sagrado, se descansa en ese día. Las mamás también corresponden a un nivel de sacralidad equiparable a la virgen guadalupana y el 15, por ser quincena además de pagarle a los mentores, se les festeja y se le da muestras de cariño.

Para los mexicanos el 5 de mayo es la batalla de Puebla. Pero a decir verdad, hubo otros dos sitios en donde pelearon liberales  contra los conservadores. Los primeros a favor de la República y los segundos apoyando a la intervención francesa y al imperio de Maximiliano. En efecto, el 5 de mayo de 1862 se detuvo el avance del ejército expedicionario procedente de Francia. Luego los franceses se reorganizaron con la intención de apoderarse de la ciudad de México. Durante los meses de marzo, abril y mayo de 1863, el ejército francés mantuvo en estado de sitio a Puebla que finalmente cayó el 17 de mayo del año citado.  

Puebla es un lugar estratégico. Sitio obligado de paso, al pie de los volcanes, entre el puerto de Veracruz y la ciudad de México. Por eso durante la intervención norteamericana en 1847, las tropas solo defendieron la ciudad de México y Puebla. Cuando Puebla cayó el 2 de abril de 1867, el imperio se desmoronó y colocó a Porfirio Díaz, “el héroe del 2 de abril” en la antesala de la presidencia de la República. Los apoyos extranjeros se cortaron y evitaron la huida del ejército que apuntalaba el imperio de Maximiliano, haciendo posible su derrota y el triunfo de la República sobre el imperio el 15 de mayo de 1867 en la ciudad de Querétaro.

Hablar de la batalle del 5 de mayo, nos recuerda esa relación extraña, casi de amor y odio entre Francia y México. Ya en 1838 habían provocado la famosa “guerra de los pasteles”. México para salir a flote recurrió a deuda externa con Francia, Inglaterra y España. Mediante los tratados de la Soledad negoció con las tres potencias. Entonces España e Inglaterra aceptaron los buenos términos propuestos por el gabinete del presidente Benito Juárez, pero Francia no. Para presionar al gobierno mexicano, en abril de 1862 llegó a costas mexicanas el considerado mejor ejército del mundo, un cuerpo expedicionario que se había levantado la victoria en algunas regiones de ocupación francesa en África como en Europa. El entonces emperador de Francia, Napoleón III, guiado y mal informado por José Manuel Hidalgo y Juan Nepomuceno Almonte, pensó que con solo seis mil hombres, podían invadir y someter a México. Avanzando con rumbo a la ciudad de México, el 27 de abril las tropas francesas salieron de Orizaba, Veracruz.


La defensa mexicana se concentraba especialmente en algunas regiones de Puebla y de Oaxaca. Fue cuando Ignacio Zaragoza al frente de otra cantidad similar a la ejército invasor, se apresuró a cerrarles el paso en la ciudad de Puebla de los Ángeles. Para ello comisionó a José María Arteaga y Porfirio Díaz para que desde las cumbres de Acultzingo, atacaran a los expedicionarios franceses para que se replegaran en Puebla en donde el general Lorencez se preparaba para el ataque. El día 28 ocurrió el primer enfrentamiento.

Las cosas no salieron como pensaban, pues los franceses llegaron a Puebla el 5 de mayo de 1862. Zaragoza había dispuesto a sus fuerzas en los fuertes de Loreto y Guadalupe. Lorencez ordenó a tres de sus columnas el ataque al fuerte de Guadalupe. Las estrategias militares de Felipe Berriozábal y Miguel Negrete, detuvieron el avance de los franceses. Estos no siguieron las recomendaciones de Juan Nepomuceno Almonte y atacaron al fuerte de Loreto. Tras cuatro intentos de avanzar sobre el camino a Puebla, Porfirio Díaz quiso enviar a su columna formada por cerca de mil soldados. Pero Zaragoza, cauto en su actuar pidió mesura en la defensa del heroico sitio.

Durante cuatro horas los dos ejércitos, el republicano al mando de Zaragoza y el extranjero al mando de Lorencez tuvieron la famosa batalla de Puebla. El francés ordenó la retirada y cuando vio el balance quedó asombrado: 177 muertos, 305 heridos y 25 prisioneros. Las bajas del ejército mexicano fueron menos. Fue cuando Ignacio Zaragoza sentenció en una parte de guerra: “El ejército francés se ha batido con bizarría, su general en jefe se ha portado con torpeza en el ataque. Las armas nacionales se han cubierto de gloria”.

Lorencez se regresó en Orizaba, en donde no daba crédito a lo ocurrido. Culpó a Saligny y Almonte de la falta de un apoyo popular mexicano que nunca llegó. Mientras tanto, la victoria de Ignacio Zaragoza corrió como reguero de pólvora. En la ciudad de México y muchos lugares recibieron con júbilo la noticia. Después de tantos tropiezos y derrotas, los mexicanos se sobrepusieron ante la adversidad y mostraron la valentía y la gallardía necesarias para la defensa de la integridad y de la soberanía nacional.

El ejército francés regresó a Orizaba en donde procuró replantear una nueva estrategia de ataque y ocupación de la región situada entre el puerto de Veracruz y Orizaba. Mientras tanto, González Ortega al frente un batallón compuesto por seis mil soldados arribó a Puebla y junto con Zaragoza planearon el avance hacia Orizaba. Por su parte Napoleón III organizó una nueva expedición para salvar el honor del imperio, quedando como responsable el general Elías Federico Forey.


Este si consideró las recomendaciones de Almonte y Saligny. Atacaron la ciudad de México, nombraron a una junta de notables para que preparara la entrada y el nombramiento de un emperador. Con ello, Francia geopolíticamente aseguraba sus posesiones y pretensiones de ampliar su influencia en América Latina. En el verano de 1862 arribaron los primeros refuerzos para apoyar la situación de los invasores que se hallaban en Orizaba molestados por las fuerzas de Zaragoza. Forey gradualmente se hizo de sitios estratégicos para de nueva cuenta llegar hasta las inmediaciones de Puebla.

Ahí los mexicanos y franceses se volvieron a enfrentar. Faltaba la figura de Zaragoza quien murió en septiembre de 1862, tomando el control militar Jesús González Ortega. El 16 de marzo de 1863, un contingente formado por 34 mil expedicionarios inició el ataque. El sitio se prolongó dos meses. La estrategia militar de González Ortaga era debilitar las fuerzas de Forey para contratacar apoyado por una línea de siete mil hombres al mando de Ignacio Comonfort, de quienes esperaban romperían el sitio.


Las tropas al mando de Forey entraron a Puebla que se defendió en forma heroica. Entretanto, la tropa de Comonfort salió con rumbo a Tlaxcala. Ya no llegaron las armas y los alimentos para los defensores. El 16 de mayo Puebla ya no pudo continuar con el asedio. Ya para el 10 de junio de 1863 los franceses tomaron el control de la ciudad de México. Juárez con su gabinete itinerante se refugió en el norte. 

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Santa Catarina, Nuevo León, Mexico