Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la
Ciudad de Santa Catarina
Si el general Ignacio Zaragoza es el
héroe de la batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862, Porfirio Díaz es el héroe de
la batalla ocurrida en Puebla el 15 de mayo de 1867. Con ésta le cerraron la
salida al ejército imperial rumbo a Veracruz y evitaron los refuerzos al sitio
de Querétaro. La república quedó restaurada y apoyada en una especie de
triunvirato compuesto por Benito Juárez, Mariano Escobedo y Porfirio Díaz. Entonces
el presidente tuvo temor de la influencia y de la popularidad de sus dos
generales. En las elecciones de 1867
Díaz se inscribió buscando la presidencia de la república, pero Juárez resultó
reelecto para el periodo correspondiente de 1867 a 1871. Después de varias derrotas políticas y de una mala
actuación parlamentaria, Porfirio Díaz contendió otra vez en las elecciones
presidenciales de 1871.
Ganó Benito Juárez por lo que Díaz proclama el “Plan de la Noria”, mediante el cual
desconoce a Benito Juárez y se levanta en armas. La revolución lucha para que “ningún ciudadano se imponga y perpetúe en
el ejercicio del poder”. Curiosamente el lema representativo que
abanderaron los seguidores del plan era: “Sufragio
efectivo, no reelección”. Los rebeldes fueron derrotados por lo que Díaz
salió del país. Juárez murió el 18 de julio de 1872. Entró a suplirlo Sebastián
Lerdo de Tejada quien ofreció la amnistía a los alzados y Díaz se amparó en
ella. Lerdo de Tejada intentó reelegirse
en 1875, logrando el reconocimiento del congreso de la unión; pero Porfirio
Díaz lo evitó lanzando el “Plan de
Tuxtepec”. El 16 de noviembre de
1876 las tropas de Díaz apoyadas por las de su compadre Manuel González,
vencieron a los ejércitos del gobierno. Por coincidencia, Díaz entró triunfante
a la ciudad de México el 20 de noviembre de 1876. Lerdo huyó rumbo a los
Estados Unidos. Inmediatamente el gobierno se dedicó a exterminar a los
simpatizantes lerdistas entre los cuales se hallaba don Mariano Escobedo.
Durante el siglo XIX, la
nación estaba en pésimas condiciones políticas, económicas y sociales. Por
ello, Porfirio Díaz tuvo la imperiosa necesidad de pacificar al territorio; reducir el excesivo bandolerismo, hacerle
frente a las constantes invasiones extranjeras, y a las incursiones de los llamados indios bárbaros en
el norte del territorio nacional; de los constantes pronunciamientos en los
gobiernos estatales, rebeliones campesinas e indígenas y de los fuertes
cacicazgos en varias zonas del país que imponían su ley con fuerza.
Díaz fue presidente por
primera vez entre el 28 de noviembre y el 6 de diciembre de 1876 en forma
provisional. El congreso reconoció a Juan N. Méndez y una vez cumplida la ley,
el mismo congreso lo nombró presidente para el periodo de 1877 a 1880. Ya en la
presidencia, impuso una política de conciliación y equilibrio a través de una
política dictatorial. Metió en cintura a los gobernadores para imponer una paz
social que permitiera a su vez, una paz económica y material. Para entender al
porfiriato, debemos entender la imagen y la figura de de un hombre fuerte que
dio paz y unidad a la nación. Se dedicó a realizar obras de infraestructura,
reformó la constitución para impedir la reelección en periodos sucesivos,
disminuyó el poder de los gobernadores, reorganizó y ordenó el erario y aplastó
cualquier levantamiento que se hiciera en su contra.
Don Porfirio le dejó
la presidencia a su compadre Manuel González en 1880. Con él de 460 kilómetros
de vías férreas se pasó a una red de 5,731 kilómetros. Implementó el sistema
decimal, se restablecieron las relaciones con Gran Bretaña y se reconoció la
deuda con ellos. Se hicieron emisiones de moneda en níquel en vez de plata,
trató de erradicar la corrupción y propuso una ley de reforma agraria que tiene
por nombre: “Deslinde y colonización de los terrenos baldíos”. Hubo problemas limítrofes con Guatemala y con
los campesinos que dejaron sus tierras para trabajar en el tendido de las vías
férreas, excesivo reclutamiento en forma de leva y los principales militares
simpatizantes del Plan de Tuxtepec se beneficiaron con las tierras baldías, a
tal grado que se generaron latifundios. Díaz aprovechó todos los problemas para
atacar a la presidencia de su compadre Manuel González:
azuzó a la población de que las monedas no tenían
valor e hizo más grande el problema con Guatemala, debido a que
éste solicitaba como suyo una porción de Chiapas.
En 1884 Díaz regresó a
la presidencia, en donde la imagen del hombre fuerte y duro se impuso al
desorden y al caos nacional. Su política se traduce en el lema: “poca política y mucha administración”.
Y ya no la dejó su renuncia el 25 de mayo de 1911. En el ámbito político, el
sistema presidencialista se hizo más fuerte, teniendo la ventaja sobre los
otros dos poderes. Gracias al apoyo de sus ministros que tenían una confianza
ciega hacia el presidente, hizo que el sistema político se abriera al progreso
material tan añorado, manteniendo el orden y la paz como condiciones
necesarias. En su cuarto periodo presidencial
(1892-1896) instó al congreso a aprobar la reelección indefinida.Su fórmula trajo beneficios al país, pero la
brecha entre los necesitados y los pobres con los ricos se agrandó. Lo idóneo
para el progreso - según Díaz- era
seguir el modelo de crecimiento de las principales potencias económicas.
Pensaba que la sociedad era una pirámide a la cual si se le dan recursos, éstos
chorrean y llegan a los de abajo. El problema es que la estructura piramidal de
esa época y tal vez la actual- era anchísima y escasa en su altura y la
movilidad social era muy limitada.
Hábilmente Díaz
estableció una política de conciliación, concedió cargos políticos a los grupos
rebeldes y restableció las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Pacificó el
territorio a la fuerza, puso excesiva confianza en el extranjero y fomentó las
vías de comunicación para el desarrollo económico, llegando a 19 mil kilómetros
de vías férreas y las líneas telegráficas alcanzaron más de 40,000 kilómetros de
longitud con más de 400 oficinas en todo
el país debido a la fuerte inversión extranjera por la que abogaba el
mandatario. Tanto el ferrocarril como el telégrafo formaron parte primordial durante
el período revolucionario e incluso para la organización del derrocamiento de
Porfirio Díaz. Realizó grandes obras
materiales, promovió la electrificación, protegió al máximo las inversiones
extranjeras. Su ministro José Yves Limantour, cabeza del grupo llamado los
científicos, saneó las finanzas públicas y sus ministros de instrucción pública
y bellas artes iniciaron las campañas de alfabetización.
Para principios del
siglo XX, surgieron grupos de jóvenes que se planteaban la validez del rumbo
nacional. La entrevista Diaz-Creelman en 1907 y publicada en marzo de 1908, dio
la señal de que México estaba listo para la democracia. Un hacendado de Parras,
Coahuila llamado Francisco I.Madero le creyó y publicó un libro llamado “La sucesión presidencial en 1910”. Díaz
se quiso reelegir por última vez en 1910 y triunfó en las elecciones. Los
partidos políticos solicitaron que la elección del vicepresidente fuera libre.
Díaz los desatendió. Esto ocasionó un descontento nacional que se tradujo en el
movimiento revolucionario de 1910.
En síntesis,
encontramos en el porfiriato dos etapas: una que va de 1877 a 1896; es
cuando inicia y consolidó el régimen y
la otra que va de 1896 a 1911, conocida por la dictadura predominante en el modelo
político nacional, apoyada por el grupo de los científicos y los militares
leales al régimen. Los aspectos relevantes los podemos ubicar de la siguiente
manera: un gobierno fuerte
centralizador del poder que renunció en
parte a los principios liberales. Logró la estabilidad política y la paz
interna, impulsando el crecimiento material mediante una política conciliatoria
a veces y las demás, represiva en casos de rebeldía controlada por el ejército
y los rurales; apoyada por los caciques para luego someterlos al poder central.
Dando por resultados una estabilidad política y paz social, condiciones que
favorecen el crecimiento económico. Esto justifica la prolongada estancia de
Díaz en el poder en 31 años (1884-1911), teniendo la oposición de la clase
media y de grupos liberales ilustrados.
En lo económico: se
impuso un sistema capitalista dependiente que marca los inicios de la
industrialización en México. Un notable crecimiento económico apoyado por
extranjeros.
México se consolidó
por sus actividades económicas basadas en la agricultura, minería y petróleo,
la mayoría de la producción destinada al exterior. Pero la explotación del
trabajador asalariado es evidente. Se promueve la formación de un grupo de empresarios
mexicanos y de una élite intelectual conocida como los científicos que
controlaban la economía y las finanzas nacionales y de un sector medio de la
sociedad, resultado de las actividades económicas diversas: agricultura
moderna, incipiente industria, profesionistas y burócratas.
Si algo no hemos
aprendido, es la conciliación del desarrollo social y el crecimiento económico.
Pero en materia social, el porfiriato nos dejó una realidad marcada por el contraste
de los estratos sociales. Escasa movilidad social. Aplicación de la educación
positivista y el afrancesamiento de la cultura. El inicio de los estudios del
pasado prehispánico. La clase media rechazó el control económico establecido
por la oligarquía de los científicos. Una situación de rebeldía social debido
al despojo de tierra por la ley de deslinde y colonización de baldíos. Influencia
ideológica de varias y distintas corrientes ideológicas: anarquismo,
socialismo, doctrina social de la Iglesia, socialismo utópico y marxismo. Surgen
los movimientos de huelgas.
Díaz renunció a la
presidencia de la republica el 25 de mayo de 1911 y partió al exilio el 31 de
mayo de 1911 y con ello, se terminó la considerada “belle époque”. El porfiriato se quedó como una etapa más en la
historia de México y gracias a los constructores de la memoria y de la
identidad, un periodo cruel, amargo e injusto con todos los mexicanos. Debemos
analizar mejor las consecuencias que nos dejó porfiriato, sin duda alguna.