domingo, 28 de junio de 2015

El porfiriato

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

Si el general Ignacio Zaragoza es el héroe de la batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862, Porfirio Díaz es el héroe de la batalla ocurrida en Puebla el 15 de mayo de 1867. Con ésta le cerraron la salida al ejército imperial rumbo a Veracruz y evitaron los refuerzos al sitio de Querétaro. La república quedó restaurada y apoyada en una especie de triunvirato compuesto por Benito Juárez, Mariano Escobedo y Porfirio Díaz. Entonces el presidente tuvo temor de la influencia y de la popularidad de sus dos generales.  En las elecciones de 1867 Díaz se inscribió buscando la presidencia de la república, pero Juárez resultó reelecto para el periodo correspondiente de 1867 a 1871. Después de varias derrotas políticas y de una mala actuación parlamentaria, Porfirio Díaz contendió otra vez en las elecciones presidenciales de 1871.


Ganó  Benito Juárez por lo que Díaz proclama el “Plan de la Noria”, mediante el cual desconoce a Benito Juárez y se levanta en armas. La revolución lucha para que “ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el ejercicio del poder”. Curiosamente el lema representativo que abanderaron los seguidores del plan era: “Sufragio efectivo, no reelección”. Los rebeldes fueron derrotados por lo que Díaz salió del país. Juárez murió el 18 de julio de 1872. Entró a suplirlo Sebastián Lerdo de Tejada quien ofreció la amnistía a los alzados y Díaz se amparó en ella. Lerdo de Tejada  intentó reelegirse en 1875, logrando el reconocimiento del congreso de la unión; pero Porfirio Díaz lo evitó lanzando el “Plan de Tuxtepec”.  El 16 de noviembre de 1876 las tropas de Díaz apoyadas por las de su compadre Manuel González, vencieron a los ejércitos del gobierno. Por coincidencia, Díaz entró triunfante a la ciudad de México el 20 de noviembre de 1876. Lerdo huyó rumbo a los Estados Unidos. Inmediatamente el gobierno se dedicó a exterminar a los simpatizantes lerdistas entre los cuales se hallaba don Mariano Escobedo.

Durante el siglo XIX, la nación estaba en pésimas condiciones políticas, económicas y sociales. Por ello, Porfirio Díaz tuvo la imperiosa necesidad de pacificar al territorio;  reducir el excesivo bandolerismo, hacerle frente a las constantes invasiones extranjeras, y a las  incursiones de los llamados indios bárbaros en el norte del territorio nacional; de los constantes pronunciamientos en los gobiernos estatales, rebeliones campesinas e indígenas y de los fuertes cacicazgos en varias zonas del país que imponían su ley con fuerza.

Díaz fue presidente por primera vez entre el 28 de noviembre y el 6 de diciembre de 1876 en forma provisional. El congreso reconoció a Juan N. Méndez y una vez cumplida la ley, el mismo congreso lo nombró presidente para el periodo de 1877 a 1880. Ya en la presidencia, impuso una política de conciliación y equilibrio a través de una política dictatorial. Metió en cintura a los gobernadores para imponer una paz social que permitiera a su vez, una paz económica y material. Para entender al porfiriato, debemos entender la imagen y la figura de de un hombre fuerte que dio paz y unidad a la nación. Se dedicó a realizar obras de infraestructura, reformó la constitución para impedir la reelección en periodos sucesivos, disminuyó el poder de los gobernadores, reorganizó y ordenó el erario y aplastó cualquier levantamiento que se hiciera en su contra.

Don Porfirio le dejó la presidencia a su compadre Manuel González en 1880. Con él de 460 kilómetros de vías férreas se pasó a una red de 5,731 kilómetros. Implementó el sistema decimal, se restablecieron las relaciones con Gran Bretaña y se reconoció la deuda con ellos. Se hicieron emisiones de moneda en níquel en vez de plata, trató de erradicar la corrupción y propuso una ley de reforma agraria que tiene por nombre: Deslinde y colonización de los terrenos baldíos.  Hubo problemas limítrofes con Guatemala y con los campesinos que dejaron sus tierras para trabajar en el tendido de las vías férreas, excesivo reclutamiento en forma de leva y los principales militares simpatizantes del Plan de Tuxtepec se beneficiaron con las tierras baldías, a tal grado que se generaron latifundios. Díaz aprovechó todos los problemas para atacar a la presidencia de su compadre Manuel González: azuzó a la población de que las monedas no tenían valor e hizo más grande el problema con Guatemala, debido a que éste solicitaba como suyo una porción de Chiapas.

En 1884 Díaz regresó a la presidencia, en donde la imagen del hombre fuerte y duro se impuso al desorden y al caos nacional. Su política se traduce en el lema: “poca política y mucha administración”. Y ya no la dejó su renuncia el 25 de mayo de 1911. En el ámbito político, el sistema presidencialista se hizo más fuerte, teniendo la ventaja sobre los otros dos poderes. Gracias al apoyo de sus ministros que tenían una confianza ciega hacia el presidente, hizo que el sistema político se abriera al progreso material tan añorado, manteniendo el orden y la paz como condiciones necesarias. En su cuarto periodo presidencial (1892-1896) instó al congreso a aprobar la reelección indefinida.Su fórmula trajo beneficios al país, pero la brecha entre los necesitados y los pobres con los ricos se agrandó. Lo idóneo para el progreso - según Díaz-  era seguir el modelo de crecimiento de las principales potencias económicas. Pensaba que la sociedad era una pirámide a la cual si se le dan recursos, éstos chorrean y llegan a los de abajo. El problema es que la estructura piramidal de esa época y tal vez la actual- era anchísima y escasa en su altura y la movilidad social era muy limitada.

Hábilmente Díaz estableció una política de conciliación, concedió cargos políticos a los grupos rebeldes y restableció las relaciones diplomáticas con el Vaticano. Pacificó el territorio a la fuerza, puso excesiva confianza en el extranjero y fomentó las vías de comunicación para el desarrollo económico, llegando a 19 mil kilómetros de vías férreas  y las líneas telegráficas alcanzaron más de 40,000 kilómetros de longitud  con más de 400 oficinas en todo el país debido a la fuerte inversión extranjera por la que abogaba el mandatario. Tanto el ferrocarril como el telégrafo formaron parte primordial durante el período revolucionario e incluso para la organización del derrocamiento de Porfirio Díaz. Realizó grandes obras materiales, promovió la electrificación, protegió al máximo las inversiones extranjeras. Su ministro José Yves Limantour, cabeza del grupo llamado los científicos, saneó las finanzas públicas y sus ministros de instrucción pública y bellas artes iniciaron las campañas de alfabetización.

Para principios del siglo XX, surgieron grupos de jóvenes que se planteaban la validez del rumbo nacional. La entrevista Diaz-Creelman en 1907 y publicada en marzo de 1908, dio la señal de que México estaba listo para la democracia. Un hacendado de Parras, Coahuila llamado Francisco I.Madero le creyó y publicó un libro llamado “La sucesión presidencial en 1910”. Díaz se quiso reelegir por última vez en 1910 y triunfó en las elecciones. Los partidos políticos solicitaron que la elección del vicepresidente fuera libre. Díaz los desatendió. Esto ocasionó un descontento nacional que se tradujo en el movimiento revolucionario de 1910.


En síntesis, encontramos en el porfiriato dos etapas: una que va de 1877 a 1896; es cuando  inicia y consolidó el régimen y la otra que va de 1896 a 1911, conocida por la dictadura predominante en el modelo político nacional, apoyada por el grupo de los científicos y los militares leales al régimen. Los aspectos relevantes los podemos ubicar de la siguiente manera: un gobierno fuerte centralizador del poder  que renunció en parte a los principios liberales. Logró la estabilidad política y la paz interna, impulsando el crecimiento material mediante una política conciliatoria a veces y las demás, represiva en casos de rebeldía controlada por el ejército y los rurales; apoyada por los caciques para luego someterlos al poder central. Dando por resultados una estabilidad política y paz social, condiciones que favorecen el crecimiento económico. Esto justifica la prolongada estancia de Díaz en el poder en 31 años (1884-1911), teniendo la oposición de la clase media y de grupos liberales ilustrados.

En lo económico: se impuso un sistema capitalista dependiente que marca los inicios de la industrialización en México. Un notable crecimiento económico apoyado por extranjeros.
México se consolidó por sus actividades económicas basadas en la agricultura, minería y petróleo, la mayoría de la producción destinada al exterior. Pero la explotación del trabajador asalariado es evidente. Se promueve la formación de un grupo de empresarios mexicanos y de una élite intelectual conocida como los científicos que controlaban la economía y las finanzas nacionales y de un sector medio de la sociedad, resultado de las actividades económicas diversas: agricultura moderna, incipiente industria, profesionistas y burócratas.

Si algo no hemos aprendido, es la conciliación del desarrollo social y el crecimiento económico. Pero en materia social, el porfiriato nos dejó una realidad marcada por el contraste de los estratos sociales. Escasa movilidad social. Aplicación de la educación positivista y el afrancesamiento de la cultura. El inicio de los estudios del pasado prehispánico. La clase media rechazó el control económico establecido por la oligarquía de los científicos. Una situación de rebeldía social debido al despojo de tierra por la ley de deslinde y colonización de baldíos. Influencia ideológica de varias y distintas corrientes ideológicas: anarquismo, socialismo, doctrina social de la Iglesia, socialismo utópico y marxismo. Surgen los movimientos de huelgas.



Díaz renunció a la presidencia de la republica el 25 de mayo de 1911 y partió al exilio el 31 de mayo de 1911 y con ello, se terminó la considerada “belle époque”. El porfiriato se quedó como una etapa más en la historia de México y gracias a los constructores de la memoria y de la identidad, un periodo cruel, amargo e injusto con todos los mexicanos. Debemos analizar mejor las consecuencias que nos dejó porfiriato, sin duda alguna.

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Santa Catarina, Nuevo León, Mexico