Antonio
Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de Santa Catarina
Según
la creencia popular, se hacían túneles en las casonas los cuales entroncaban a
los templos, para ocultarse de los peligros y de los ataques de los llamados indios
bárbaros. Decían que ellos respetaban los lugares sagrados. Luego la
imaginación de las personas, relacionaba esos lugares con tesoros ocultos. Efectivamente,
en la mayoría de los municipios de Nuevo León hay leyendas que relatan la
existencia de túneles que coinciden en los templos y comunican a las
construcciones más antiguas de las localidades. Por ejemplo, a principios de
2008 en García, Nuevo León, se hallaban
realizando obras para convertir al casco en un centro histórico. Para ello
mandaron tumbar el kiosco de la plaza del pueblo y abrieron nuevos andadores.
Fue cuando se dijo en la población de que el alcalde en realidad andaba
buscando la entrada al supuesto túnel que atravesaba la plaza. También la gente
de Hidalgo, Nuevo León sostiene que una casa de los alrededores tenía comunicación
con el viejo templo de nuestra Señora del Pueblito y que pasaba exactamente por
debajo de la plaza.
En
1974 estaban construyendo las nuevas oficinas parroquiales del templo de Santa
Catarina, cuando encontraron un muro de sillar como de 1.70 de altura y unos
cuatro metros de ancho debajo de la casa parroquial. Los congregados le
solicitaron al párroco la posibilidad de explorarlo pero éste se negó. Los más
grandes del pueblo recordaron la existencia de una pequeña bodega debajo de la
troje, convertida con el paso del tiempo
en cocina y actual dormitorio del párroco, en la cual había una pequeña
biblioteca de uso particular y unas imágenes antiguas. Manuel Mendoza quien durante muchos años fue
sacristán del templo, me platicó que siendo niño le ayudaba como acólito al
padre José María Villarreal y alguna vez vio que debajo de la sacristía estaba
la entrada de un supuesto túnel que comunicaba con la casa parroquial y que
estuvo a punto de ingresar pero por temor decidió no hacerlo.
Durante
muchos años estuvo oculto un pozo de agua en el atrio del templo. Tan antiguo y
usado por los fieles y los presbíteros que lo han atendido. Cada vez que había
una sequía la gente acudía para pedir "el agua del Padre" como
le decían al vital líquido. El padre José María Villarreal mantenía una huerta
mientras estuvo al frente de la comunidad entre 1931 y 1951. Quienes vivieron
esa etapa recuerdan los alrededores del templo repleto de una cubierta vegetal
tan extensa y exuberante. Había todo un sistema de irrigación que llevaba el
vital líquido por todo el atrio y los patios. Inmediatamente la creencia
popular relacionó a la noria con la entrada al viejo túnel que supuestamente
enlaza al templo con las principales casas de los alrededores y los más osados
decían que llegaba hasta el antiguo templo de Guadalupe, destinado desde 1942 a
ser monumento a Morazán y la loma de la santa Cruz también conocida como la
Loma Pelona.
En
1991 llegó como párroco el padre Antonio Portillo quien hizo destapar el pozo
de agua para el uso del templo. Y para cerciorarse de la leyenda del acceso del
túnel, la cual decía que a cinco metros
de profundidad más o menos, estaba un tragaluz o acceso para recoger el agua.
El presbítero bajó hasta donde estaba el agua apoyado por el sacristán y una
polea, tomó muestras del agua y regresó a la superficie. Al poco tiempo la compañía
de agua y drenaje se dio cuenta de la intención del padre y pidieron que fuera
cerrada otra vez. Y no vio la entrada al túnel. Para Emeterio Garza Treviño quien
también sirvió también como sacristán por muchos años, la entrada al túnel
estaba en la vieja noria y sostenía que a tres metros de profundidad había un
respiradero en el cual el presbítero iba a surtirse de agua.
Antiguamente
se tenía la costumbre de construir trojes que servían para almacenar granos y
debajo de ellos unos sótano que a la vez servían de bodegas para guardar
objetos de valor y algunos comestibles. Posiblemente eso fue lo que vimos como
sótano en la casa parroquial. El padre Juan Héctor Garza contaba que cada vez
que llovía, se formaban remolinos en algunos patios del solar. De acuerdo a la
dueña del lugar, en su casa construida a fines del siglo XIX y que afortunadamente
aún está en pie en la esquina de Constitución y Juárez, cuando las carrancistas
pasaron por el pueblo en 1915, las jovencitas fueron ocultadas en ese sótano
por varios días. Ahí se quedaron los del
estado mayor del general Francisco Coss. La señora de la casa les preparaba la
cena a muchos militares. Estos se preguntaban cómo le hacía para hacer las
cosas ella sola. Con el paso del tiempo, se supo que las jóvenes salían de su
escondite cada vez que los revolucionarios salían para realizar sus recorridos.
Pero
sin duda alguna, la leyenda más famosa es la del túnel que comunica desde la
catedral hasta el Obispado. Incluso se dice que en ese trayecto, en el subsuelo
hay calles y casas en donde viven personas que no quieren ser molestadas. Yo
conocí a quien fuera uno de los promotores en la formación del Museo del
Obispado y el primero de sus directores, el profesor Felipe García Campuzano,
quien siempre negaba esa posibilidad por ser muy dura la piedra del cerro y de
Monterrey; por los casi cinco kilómetros de extensión y porque nunca habían
visto pasadizos o puertas que llevaran a ese famoso túnel.
Estoy
seguro que existen más historias y leyendas en torno a los túneles y sótanos,
como aquella, cuando unos albañiles
dieron con un sótano que estaba en el viejo edificio del hospicio León
Ortigoza, pero las religiosas que cuidan la institución
decidieron no buscar más. Muchas de esas leyendas a mi parecer tienen que ver
con el anhelo del ser humano, de enlazarse a cosas mágicas y misteriosas, que
le permiten a su vez salir del tedio de la cotidianeidad en la que vive. A decir verdad, conozco y he recorrido dos
túneles; uno es el de la Hacienda San Pedro en donde están las oficinas del
Centro de Información de Historia Regional de la UANL. Ese túnel conduce a su
vez a la noria del lugar y el otro que se hizo a principios de siglo XX en la
comunidad de Los Nogales en Santa Catarina.
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