Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa
Catarina
La catedral es un templo donde tiene su sede el obispo.
Sobre la parte visible del presbiterio está un sillón, mejor conocido como
cátedra y desde el cual, el prelado se dirige a su pueblo. Como se advierte, catedral viene de cátedra.
Hoy en día se le considera el templo principal de la diócesis o de cada iglesia
particular. Es el lugar desde donde el obispo como pastor preside la comunidad
a su cargo, enseñando la vida de fe y la doctrina de la Iglesia. A lo largo de
la historia, las catedrales surgieron como una nueva construcción o como
evolución de una iglesia monacal elevada al estatus de sede del obispo al igual
que del cabildo eclesiástico. Regularmente se asocia la palabra catedral a un
carácter monumental sobresaliendo del resto de los templos por lo grandioso y
las amplias dimensiones que tiene.
La iglesia católica dejó ser perseguida cuando
Constantino quedó como emperador, reconociéndola como la religión oficial del
imperio. En consecuencia se vio obligada a estructurar una jerarquía más formal
de la establecida hasta entonces. En el siglo VI aparecieron los primeros
obispos con ese nombre en las cinco diócesis de la cristiandad: Roma,
Antioquía, Alejandría, Jerusalén y Constantinopla. Todas a cargo de un obispo.
Obispo es una traducción del griego “episkopos”, palabra formada con el prefijo “epi” con la cual se designa a lo que está sobre o encima de algo y “skopos” relacionado con ver, mirar o
inspeccionar. En consecuencia, en sentido estricto el obispo es alguien que
está por encima y en una posición privilegiada. De la palabra viene telescopio,
microscopio, oftalmoscopio entre otras más. Con el crecimiento de la Iglesia,
algunos obispos asumieron posiciones más altas. Ellos fueron llamados los “arkhiepiskopos”, algo así como los jefes
de los obispos. En latín medieval quedó en “archiepiscopus”
y al castellano como arzobispo. Arqui es un derivado de “arkhein”, cuyo significado
tiene que ver con el primero, el superior; también está presente en numerosos
vocablos españoles, como archipiélago, archiduque, arquitecto, monarquía,
oligarquía, anarquía y también en arquidiócesis la cual es una jurisdicción
territorial y pastoral del arzobispo.
En el 2013, la catedral como sede del arzobispado de
Monterrey cumplió 180 años. Pero como templo tiene sus orígenes en la llamada
Iglesia Mayor o templo parroquial. Cuando llegaron los primeros pobladores a
Monterrey en 1596, destinaron un lugar para la construcción de la iglesia
mayor. Seguramente su hechura fue muy sencilla y susceptible a la destrucción.
En 1611 llovió tanto que destruyó a la primitiva ciudad y se buscó un lugar más
seguro y menos riesgoso. La traza de la nueva ciudad a partir de 1612
comprendía un lugar para la iglesia mayor, otro para la plaza de armas y las
casas consistoriales. El templo de la nueva ciudad comenzó a construirse en
1626 con la autorización del obispo de Guadalajara. La hechura se hizo gracias a
pobladores como Miguel de Montemayor, Pedro de Romero, Martín de Zavala y León
de Alza. Para 1638 quedaron cerradas algunas bóvedas de la única nave que tenía
y la obra del retablo para 1643 aún estaba en construcción. En 1673 el templo
contaba con las condiciones normales
para el culto. No obstante para 1681 el templo otra vez se hallaba en mal
estado. Por ese tiempo los fieles se daclaraban devotos de San Miguel Arcángel.
A principios del siglo XVIII decidieron construir un templo acorde a las necesidades
espirituales de la feligresía regiomontana. Por ejemplo en 1705 se había caído
y para 1709 estaba siendo reedificado. Mientras se hacían las reconstrucciones
se usó el templo de San Francisco Javier situado en las actuales calles de Morelos
y Escobedo. De acuerdo a un informe de 1719 el templo estaba aún en
construcción y sin techos capaces de resguardarlo de lluvias y temporales.
Entre 1729 y 1731 comenzó a construirse la base de la cúpula. Nueve años
después el templo constaba de una sola nave, con muros de cal y canto. Gracias
a donaciones de familias como las de Francisco Ignacio de Larralde, Domingo
Miguel Guajardo y José Salvador Lozano se pudo avanzar en su construcción. El
maestro constructor se llamaba José Montalvo, quien murió el 10 de agosto de
1771 a consecuencia de una caída en uno de los andamios. Era un mulato libre
casado con María Josefa Zambrano. En 1775 faltaban tres bóvedas. A su muerte
continuaron las obras el maestro José Sorola y Medrano quien murió en 1782 y otro
de nombre José Luis Alanís.
El templo quedó concluido en 1791 y llegó la orden del
rey para habilitarla como catedral interina, pues estaban definiendo en dónde
quedaría la sede el obispado establecido en 1777 en Linares; concluyeron los
arcos y su forma respectiva más o menos como la tenemos hoy en día. Cuando
Monterrey quedó como sede de obispado, se hicieron las reformas necesarias para
su dignidad. Al llegar el tercer obispo don Ambrosio de Llanos y Valdés en
1792, trajo a un arquitecto francés llamado Juan Crousset con el fin de
edificar la nueva catedral y para ello le asignaron un salario de diez pesos
diarios. Al cabildo de la ciudad de Monterrey se le hizo excesivo el pago y
hubo problemas entre el obispo, el gobernador y el cabildo a tal grado de que
se pensó cambiar la sede episcopal a Saltillo. No obstante el obispo continuó
con la construcción de la nueva catedral, eligiendo para ello un sitio al noroeste
de los ojos de agua.
Llanos y Valdés planeaba una nueva traza urbana para
Monterrey y gracias a su visión y esfuerzo comenzaron los trabajos que duraron
unos tres años, en los cuales invirtieron unos 70 mil pesos. En 1798 Crousset
dejó un informe señalando el estado de la catedral, quedando su construcción
interrumpida. Proyectaron la apertura de
una calle para comunicar a la ciudad antigua con la nueva: la calle del Roble
ahora llamado Juárez. Muerto Llanos y Valdés en 1799 y al quedar la sede
vacante, el nuevo señor obispo Primo Marín y Porras que llegó en abril de 1803,
no quiso continuar con la construcción de la nueva catedral, dejando al templo
parroquial o iglesia mayor como sede episcopal. Gradualmente lo que se había
construido en la nueva catedral, específicamente unos muros ya muy altos y
fuertes, quedaron como sitios de protección y resguardo en contra de ataques a
la ciudad.
La portada y la torre quedaron concluidas en 1800. En
este templo le dieron la bienvenida y se rezó un TE DEUM cuando el jefe
insurgente Mariano Jiménez entró a Monterrey en enero de 1811 y también fue
testigo del asalto insurgente en el verano de 1813. En 1827 le fue colocado un
reloj que trajeron desde la ciudad de México. Originalmente era solo una nave a
la cual se le añadieron dos laterales con sus respectivas capillas y altares
menores. En ella trabajaron Nicolás Tadeo Hernández, quien anteriormente había
trabajado en los templos-catedrales de Zacatecas, Fresnillo y Saltillo y José
Antonio Jiménez.
El 4 de junio de 1833 la catedral quedó consagrada por el
entonces obispo José Belaunzarán y Ureña, dedicándola a nuestra señora de la
Inmaculada Concepción. A la construcción siguieron quitando o añadiendo
elementos arquitectónicos de acuerdo a la mentalidad de la época y al gusto de
los obispos. Durante la ocupación norteamericana en 1846, las tropas mexicanas
guardaron la pólvora y las municiones, corriendo el peligro latente de ser
destruida. Para 1849 los canónigos estimaban su valor en 200 mil pesos. Entre
1886 y 1900 estuvo como obispo don Jacinto López Romo quien elevó a sede
arzobispal el 23 de junio de 1891 mediante la Bula “Illud in primis “ del papa León XIII.
La única torre que tiene se comenzó a construir en enero
de 1891 y la terminaron en 1899. El primer arzobispo pagó con su peculio estas
obras, como la reparación del interior, la instalación de piso mosaico, la reconstrucción
de la sacristía, el inicio de la capilla sagrario, las balaustradas y la
pavimentación del atrio. Tenía un retablo churrigueresco y se luego se le quitó
de acuerdo a las exigencias conciliares, quedando definida la fachada al
poniente, con una sola torre de tres cuerpos. En el lado opuesto de la fachada
está el reloj que tenía un reloj instalado en la noche del 15 de septiembre de
1904. Y se adquirieron muchas esculturas realizadas por el artista queretano
Manuel Núñez Fuentes. En 1943 se decoró el altar mayor con los frescos de Ángel
Zárraga por encargo del señor arzobispo Guillermo Trischler y Córdoba.
Debajo del altar mayor están las criptas en donde
descansan los restos de quienes han gobernado la diócesis, ahora convertida en
arquidiócesis; como sede metropolitana y de la provincia eclesiástica
correspondiente al noreste mexicano. Desde el siglo XVIII para recibir los
cuerpos de los primeros prelados como fray Antonio de Jesús Sacedón y fray
Rafael José Verger, luego los de Ignacio de Arancibia y Hormaegui y Primo
Feliciano Marín y Porras.
La catedral de Monterrey, es testigo silente y activo de
la historia de Monterrey y de la evolución religiosa del noreste mexicano. Dicen
que está comunicada por túneles a las principales casonas de los alrededores.
Uno de los templos predilectos para bodas de la sociedad regiomontana y desde
ella, nuestro actual arzobispo Rogelio Cabrera López nos recuerda la labor del pastor que cuida y
da la vida por sus ovejas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario