Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina
Como Ustedes saben, los días de la Semana Santa se fijan a partir de la primera luna llena de
primavera. Se recortan cuarenta días y queda el Miércoles de Ceniza. La gente
acude al templo a recibir el polvo que se hace con las palmas y las hojas
dominicales que se quedaron durante el año anterior. Es día de ayuno y con eso
también inicia la Cuaresma. Cada viernes del periodo, quedaban prohibidos el
consumo de carnes rojas y en consecuencia, se hacían comidas tan ricas y nutritivas
como el pescado preparado en muchas formas, los nopalitos guisados, las
tortitas de papa o de camarón y la tradicional capirotada.
Hoy en día se plantea un nuevo sentido a evitar el
consumo de carnes rojas durante los viernes de cuaresma. Es más bien la
intención de renunciar a los “placeres de la carne” y especialmente para dejar
de consumir “carne humana” con nuestros malos comentarios, chismes y envidias
hacia otras personas.
En el templo se preparaban los ejercicios espirituales y
la liturgia orientada a la vivencia del Misterio Pascual: la pasión, la muerte
y la resurrección de Cristo, contenidos en tres días que dan razón a la llamada
Semana Mayor: los días santos del jueves, viernes y sábado. En el Jueves Santo se conmemora cuando Cristo instituyó el sacramento de la
Eucaristía, también conocido como la Última Cena. Durante la ceremonia antes
del ofertorio, se hace el “Lavatorio” de
los pies. Ahí el sacerdote celebrante toma una toalla y una bandeja con agua y
lava los pies de doce varones, recordando el mismo gesto de Jesús con sus
apóstoles en la Última Cena. Se renuevan las promesas del sacerdocio por
quienes optaron por ese seguimiento. En la mañana de este día o el anterior,
preferentemente en las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a los
sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran los Santos
Óleos que se usan en los sacramentos del bautismo, confirmación, del orden
sacerdotal y para la unción de los enfermos.
También se recuerda la oración de Jesús en el huerto de
Getsemaní, la gente acude a visitar los siete templos y se reparte el pan.
Algunos lo comen como señal de gratitud y otros lo guardan para que la
Providencia no deje de brindarnos su generosidad. La gente ya salió de vacaciones y son días de
convivencia, de descanso. Pero a veces también de excesos en lugares públicos o
privados. Los ríos y balnearios repletos de bañistas. Otros en fincas de
descanso y algunos de comunidades alejadas haciendo trabajo comunitario en las
tradicionales misiones. El jueves comienza el llamado Triduo Pascual que nos
anuncia la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Luego acuden a visitar los siete templos para continuar
con la tradición. Todavía en la década de 1980 los feligreses debían
trasladarse hasta Monterrey para visitarlos o en vehículos acudían a los
templos y capillas aun escasos en el municipio. Se hace la vigilia en honor al
Santísimo Sacramento. El único día en que no hay ceremonia litúrgica de la misa
es el viernes de la Semana Mayor. En el Viernes Santo se conmemora el
sacrificio y la crucifixión con el vía crucis. Originalmente se hacía alrededor
del templo, y desde hace unos 20 años la feligresía acude hasta el templo de
Corpus Christi situado entre las colonias Santa Martha y Balcones de Santa
Catarina. En el templo escuchamos y reflexionamos las Siete Palabras como
testimonio profético del martirio de Cristo y le damos el pésame a la Virgen
doliente y dolorosa. En éste día celebramos la pasión del Señor y con
reverencia adoramos a la Cruz no como signo de muerte, sino como símbolo de
Resurrección y triunfo sobre ella.
A punto de completarse, la Luna llena ilumina al cielo. A
veces con los climas tan cambiantes en el noreste y lo mismo puede llover,
sentirse el calor o padecer las inclemencias del tiempo. Si en el Jueves Santo
actualizamos la promesa de la Eucaristía: “hagan
esto en conmemoración mía”. El Viernes Santo recordamos la pasión y la
muerte; mientras el día sábado, en la Gloria del Señor, la victoria sobre la muerte. Desde entonces el
camino a la eternidad está abierto y la puerta al cielo se nos presenta como
promesa cumplida de aquel que venció a la muerte para darnos vida en
abundancia.
De acuerdo a la liturgia cristiana, el Sábado de Gloria
es el eje y el culmen del misterio pascual. Cristo resucitó de entre los
muertos y subió al cielo en donde está a la derecha del Padre. En éste día se
hace la Vigilia Pascual, la misa, la bendición del agua, de los cirios y de las
velas. Hoy damos testimonio de la vida eterna y de la victoria sobre la muerte.
Para refrendar la promesa bautismal llevamos agua al templo. En algunos sitios
para recordarlo se tiran y bañan con el agua. También se bendice el cirio
pascual con el cual se presiden todas las ceremonias y acciones litúrgicas y
nos hacemos partícipes llevando velas al templo para que también den garantía de
la Luz del Sol que nace de lo alto y que vino a iluminar a los que viven en
tinieblas y en sombras de muerte.
¡Qué curioso!, dicen que una veladora bendecida durante
la ceremonia, puede calmar las lluvias torrenciales. Esta noche enlazamos el
misterio de la Resurrección con el de la Encarnación y con la presentación de
Jesús en el templo. El agua bendita asegura el don de la vida para los hijos
del Padre Eterno. Y la vela ilumina nuestra existencia, aleja los malos
espíritus y nos enlaza a la eternidad. Si el sábado es de gloria, el domingo es
la fiesta del Señor, es la señal evidente de su Resurrección.
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