Antonio Guerrero Aguilar, Cronista de Santa Catarina
Cuando hablamos de machacado nos referimos a uno de los
platillos más representativos y típicos de Nuevo León, el cual es
característico de municipios con tradición ganadera como Los Herreras,
Cerralvo, China, General Bravo, Los Aldamas, Doctor Coss y Los Ramones, además
del que se prepara en el antiguo Valle del Carrizal de los Aiguales, en
donde el más conocido de todos,
indudablemente es el de la señora
Fidencia Quiroga.
Ella nació el 16 de noviembre de 1884 en Ciénega de Flores,
hija menor del matrimonio formado por Telésforo Quiroga y Florencia Chavarría.
Tuvo por hermanos a Juan, Ambrosio, Celestina y Longinos. Al morir su madre,
don Telésforo volvió a casar con su cuñada Severa, con quien tuvieron un varón
al que llamaron Juan de Dios.
Fidencia contrajo matrimonio con Reynaldo Quiroga,
también originario del lugar. No tuvieron hijos legítimos, por lo que adoptaron
a dos niñas a las que llamaron Victoria y Emma. Doña Fidencia, como fiel
matrona, mujer típica de nuestros pueblos, era sencilla y afable en el trato,
alegre y vivaz, acostumbrada a trabajar en un entorno en donde la tierra aunque
amada y querida, regularmente se torna ingrata.
Por su forma de ser, entrona y de iniciativa se dedicó a
la preperación de comidas para completar los gastos de su casa. La recuerdan
con estima y respeto, pues tenía la costumbre de saludar a todos de mano y
servir la comida personalmente. Una típica mujer del noreste, querida y
respetada por la gente que la conoció y preocupada por sus semejantes, dando de
comer a todo aquel que se le acercaba. No hacía diferencia entre los clientes
que llegaban: no importaba si era un peón, arriero o ingeniero. Gracias al duro
efectivo trabajo, se convirtieron en una de las familias más respetadas del lugar.
El machacado surge como una necesidad de conservar la
carne en tiempos donde no había forma de mantenerla en buen estado. Entonces
utilizaban el método de desecación para su conservación, el cual consistía en
someter la carne a la acción de los rayos del sol. A veces le añadían vinagre o
jugo de limón para darle un sazón especial.
La gente de nuestros pueblos extendía las tiras de carne
por dos o tres día sobre unos anaqueles en ganchos y para protegerla de los
insectos, los ponían en el interior de unas jaulas, construidas con tela
mosquitera. La carne se volteaba
periódicamente y el proceso concluía cuando se doblaba con facilidad para
quebrarse. Secaban la carne al sol y la temperatura, dependiendo del clima y
con esto la carne adquiría un sabor muy apreciado. Originalmente la carne seca
se hacía con carne de burro tierno y luego con el lomo de la res. Con la carne
seca se hacía el tasajo.
Doña Lencha tenía la costumbre de pasar las tiras de
carne sobre un bracero con leña de mezquite y luego la golpeaba para hacerla
más delgada en un tronco grueso de mezquite que le servía como base. La carne
la golpeaba con un mazo de madera. Una vez que la carne estaba “machaqueada”, la
desmenuzaban manualmente para preparar el machacado con huevo. O también la
dejaba en tiras y le ponía sal y limón para comerla como botana.
El platillo se popularizó cuando en 1928, durante la
construcción de la carretera Monterrey-Nuevo Laredo, atendía a los trabajadores
que participaban en la obra. Por su don de gentes, pronto se ganó el cariño y
respeto de quienes acudían a su local llamado Merendero Quiroga, el cual estaba
en el rancho Los Pozos a orillas de la carretera; quienes llamaban “tía” a doña
Lencha por el respeto y cariño que le prodigaban. Ahí en el rancho Los Pozos,
situado a 15 kilómetros de Ciénega de Flores, había un parador oficial para que
los pasajeros de los Transportes del Norte llegaran a comer ahí.
La tía Lencha preparaba el machacado con huevo, poniendo
la carne seca a freír en manteca de puerco hasta cocerse. Luego le añadían
huevo acompañada de una rica salsa molcajeteada, en la cual mezclaban tomate
asado con chile serrano y un diente de ajo para incluirla en el guisado,
procurando no batir los huevos con el machacado, hasta ver que los huevos estaban
casi en su punto, comenzaba a envolver una cosa con la otra y así lograba el
famoso “Machacado con Huevo”, acompañado por tortillas de maíz o de harina
recién hechas y tomando un taza de café preferentemente preparado con
piloncillo.
Tía Lencha enviudó en 1935 y con el apoyo de sus hijas y
de su medio hermano, atendió su negocio y dos años después, se cambió a una
cuadra de la plaza principal del municipio, en donde se hizo muy famosa. Ahí
acudieron personajes de la política, la cultura, las artes y la industria para
degustar el riquísimo machacado con huevo. Doña Lencha falleció el 2 de febrero
de 1975, a la edad de 91 años. Quien siguió con su negocio de comercialización
de la carne seca fue un sobrino suyo.
Pero la herencia continúa en un ambiente en donde los
restaurantes de comida rápida, tienen el
empeño de llamarle “machaca con huevo”. Este platillo es común en el noroeste
mexicano, que comprende los estados de Sonora, Sinaloa y las dos "Bajas
Californias". Aquí en el noreste, decimos con todo orgullo: “machacado con
huevo” y si es de Ciénega de Flores, pues mejor. Aunque también puede ser de
otros pueblos tan queridos por nosotros, siempre y cuando sean de Nuevo León.
Pero si es de Ciénega de Flores, entonces nos acordamos a la “Tía Lencha”.
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