miércoles, 3 de julio de 2024

A 14 años del Álex

 Antonio Guerrero Aguilar/



Tenemos la creencia de que el periodo de lluvias torrenciales, ocurre desde agosto a septiembre, tal y como han ocurrido la mayoría de los desbordamientos del río de los ancestros. Fuera de ahí, tan solo los aguaceros de mayo, como la estrofa del canto triste: “Hoy que veo llorar al cielo, yo lo acompaño en su llanto” y las del 24 de junio día de San Juan como las anheladas al inicio de la canícula. Pero el ciclo está roto y prueba de lo mismo, es que hace un mes las “h. autoridades”, advirtieron que no llegaban las precipitaciones deseadas y de pronto: nos cayó el Alberto. Aclaro, no estoy en contra de que llueva, mi preocupación tiene que ver con la falta de previsión y la terquedad de construir sobre ríos y arroyos. Hace 14 años, dijeron que el Álex trajo “lluvias inusuales” como inesperadas, bueno; ya nos dimos cuenta que no tanto y ahora los dones de Tláloc caen cuando se les da la gana.

Con el inicio de verano del año 2010, se formó un ciclón tropical que, por su dimensión; alcanzó la categoría de huracán. Por ser el primero de la temporada le llamaron Álex. Se desarrolló lentamente en el mar Caribe y se desplazó hacia el Golfo, mientras se intensificaba hasta tocar tierra en el noreste de México. Para fines de junio, ya era una tormenta tropical, nos trajo una tempestad de casi tres días en toda la región, siguiendo más o menos la misma ruta del huracán Gilberto en septiembre de 1988. La Comisión Nacional del Agua indicó que los acumulados, excedieron la cantidad de agua por el huracán Gilberto, la cual provocó que varias represas se llenaran por toda la comarca. En Nuevo León, los ríos pronto se desbordaron y en consecuencia, las presas de La Boca, Cerro Prieto, El Cuchillo y Don Martín, excedieron su capacidad de retención. Para el 1 de julio del 2010, los daños eran evidentes: puentes y avenidas destruidas, cientos de colonias anegadas por lodo y escombro; muchos damnificados y la evacuación forzada de quienes vivían en las zonas de alto riesgo y peligro. Diez días sin agua potable y electricidad. Nuestros municipios y el estado de Nuevo León ya no fueron los mismos. Todas las obras e inversiones se fueron para reparar los daños incuantificables, cancelaron las conmemoraciones del Bicentenario y Centenario y todo nuestro entornó cambió, para dejarnos expuestos a las crecientes de los ríos que no cuidamos. Después el siguiente gobernador, mandó desazolvar el río, convirtiendo a la zona metropolitana en la región más contaminada de nuestro país. ¡Oh Monterrey de las montañas, tú que estás a la par del río!


martes, 2 de julio de 2024

Dad de beber al sediento..

 Antonio Guerrero Aguilar/

Las matronas nos enseñaron, que un vaso con agua no se le niega a alguien. Es más, debe ser en el mejor vaso, si es de cristal mejor. El recipiente es tan esencial: el cáliz donde está la promesa de la vida eterna. Leonardo Boff lo pone como sacramento de la vida y la colección de Mauricio Fernández, guarda el tesoro más valioso para el mecenas: un jarro hecho de piedra o cantera que localizaron en el río Santa Catarina. Donde ahora están las oficinas municipales de Santa Catarina, estaba un campo deportivo denominado “Juárez”. Por cada equipo, los futbolistas llaneros llevaban un aguador, que portaba una tina llena. No iban a la acequia que la tenían a pocos pasos: era compartirla, aunque tuvieran las manos sucias y tan solo una taza de peltre para tomarla.



Los evangelios hablan de generosidad y bondad: la samaritana y Jesús, quien después les advirtió: “porque me viste sediento…”. Precisamente una de las obras de misericordia es “dar de beber al sediento” y los derechos humanos como la Constitución lo refrendan. Para dar acogida y recibimiento a los paseantes, había aguajes y fuentes en las entradas de los pueblos: a lo largo del viejo camino a los Saltilleros, tenían puntos donde podían calmar la sed y refrescarse un poco: los Muertos, Casa Blanca, el Sesteo, la cuesta de Carvajal y dos charcos: el Verde y el de las Anacuas.

Quien la niega es mal portado: “al enemigo, ni agua”, para hacer el mal, cortar los suministros de agua, tapar los pozos y los caudales, para que ya no llueva, basta con poner un machete en medio del campo para que el monte se convierta en un erial. Los ojos de agua y los aljibes se secan cuando hay envidias, por eso también sentenciaban los antiguos: cuando el corazón está seco no se puede amar…

¿Cómo hacer buen uso de la abundancia? Haciendo estanques y presas, tan solo para cuando bajaban los caudales. Los gobernantes propusieron unas, pero los vecinos siempre se negaban: dudaban de su beneficio porque tan solo ponían el disfrute para unos cuántos y no para todos, hagan de cuenta la sentencia: “donde no hay pa´todos, hay patadas”. Robertson propuso una cortina en la entrada del cañón, pero llegaron a la conclusión de que podía destruir todo cuando bajara una avenida. Entonces hicieron las galerías subterráneas, la piedra y la grava las limpiaban a su paso. En 1948 sucedió la primera sequía considerable y racionaron el agua, provocando en 1957 la rebelión de los vecinos de la colonia Independencia porque no la tenían a su alcance. Rangel Frías y Eduardo Livas fueron efectivos: desde 1964 propusieron las presas de Cerro Prieto, Independencia y Libertad, en 1967 una en Icamole. Tiempo atrás, criticaron a Pepe Benítez porque hicieron unas en el Ayancual y sobre el río Pesquería allá rumbo a Herreras.  

A 13 días sin servicio de agua potable…


domingo, 30 de junio de 2024

El agua nuestra de cada día

 Antonio Guerrero Aguilar/

Memorable escena, cuando Luis Aguilar entona: “la lluvia la manda Dios, el agua la da el alcalde”, luego Pedro Infante completa la estrofa: “en casa la quiero yo, ¡ay, mamá, yo la pido en balde!”. La historia del agua como recurso, uso y consumo, tan esencial para la agricultura, la minería y la ganadería, así como por la industria tiene vigencia. Mucha documentación de nuestros acervos así lo constata: donde no había norias ni pozos, el suministro se hacía directamente en las acequias y a veces, para llevarlas a La Fama como a la Leona, la gente se quedaba sin ella para la limpieza y preparación de alimentos. Seguramente las señoras se alborotaban “para llenar la palangana”.

 


No había escusados, por lo que se bañaban lo mismo en la cocina como en cualquier habitación o patio. Por eso no debían faltar dos recipientes: un lavamanos como la bacinica. La primera para lavarse la cara, peinarse y despabilarse, la otra para evitar salir a la letrina, ubicada regularmente en rincones más o menos alejados de la casa. Todavía recuerdo cuando debíamos advertir: “voy pa´fuera”, lo cual me recuerda un episodio, durante una cena en la casa de un alcalde de un municipio norestense. A cada rato el cronista salía para hacer sus necesidades, lo cual se me hacía extraño. Entonces le pido amablemente a la primera dama y anfitriona que me preste su baño y muy quitada de la pena, me señaló un mezquital para “desaguar” el cuerpo.

Las letrinas se hacían con una profundidad de unos tres metros, al fondo colocaban piedras de cal para desinfectar el punto, cubierta por un tablado y unas bancas agujeradas para sentarse cómodamente. No tenían papel higiénico y debían “limpiarse” con lo que tenían a su alcance. Con las epidemias de cólera, debían taparse de inmediato y el reglamento de policía y buen gobierno municipal, exigía la limpieza periódica. Cuando Bernardo Reyes inició las pláticas con una compañía canadiense, para ofrecer los servicios de agua potable para Monterrey en 1904, convinieron la construcción de una tubería especial, en la cual trabajó ni más ni menos que el general Victoriano Huerta. Una para conducir el líquido y otra para llevarlo a una hacienda de General Escobedo, a la que llamaron precisamente “El Canadá”. Con las aguas negras regaban y obtenían buena producción de ajos y maíz.  

A 120 años de distancia, aún se batalla para el suministro de agua, al menos en Santa Catarina. Donde yo vivo, tenemos once días sin servicio.


sábado, 29 de junio de 2024

Agua y natura, identidad y cultura

Antonio Guerrero Aguilar/



Llegué a Santa Catarina en 1965, en el seno de un solar situado por la calle Colón, marcado por el cordón umbilical. Dos años después las lluvias del Beulah, en los lindes del verano y otoño de 1967. No lo recuerdo, excepto por lo contado por doña Veva y doña Inés. La primera etapa marcada por dos escenarios: de la acequia madre rumbo al Lechugal, con notables arboledas y fincas para el descanso y de la plaza al poniente todo lo contrario: una zona urbana con unas cuantas calles en donde estaban la loma Pelona y el monumento a Morazán. El pueblo comenzaba en Culebra y terminaba en el panteón, a los bordes La Huasteca y la López Mateos. Rumbo al entronque a García, los agostaderos de la comunidad de accionistas y por el arroyo del Obispo, los llamados temporales, en donde se instalaron colonias como la Norberto Aguirre, Pio XII, San Francisco y Tepeyac.

Hasta 1943, el agua del río Santa Catarina estaba repartida entre la comunidad de accionistas, herederos de los fundadores y los usufructuarios que se quedaron con sus derechos. Al interior del cañón, Buenos Aires, Nogales y Los Horcones se beneficiaban con los remanentes del río Santa Catarina y el médico Eduardo Aguirre Pequeño disponía del ojo de agua denominado el Palmar. La mayor parte del caudal se iba a La Fama, La Leona, San Pedro y La Décima y otra, destinada para los usos industriales y propios de la ciudad de Monterrey. Conocí al último de los representantes y sin tener vela en el entierro, me pidió que cuidara el agua y que ya no se la llevaran a Monterrey. Nomás que le faltó darme derechos de propiedad, pero el encargo moral y la preocupación queda vigente.

Es de sobra conocido, que los Treviño y el Lechugal, fueron convertidos en zonas industriales, quienes se beneficiaron también del vital líquido. Entonces cambió la forma de vida de los santacatarinenses: de pastores y agricultores a obreros. En 1948 se padeció una escasez de agua, que continuó hasta 1957. Hubo racionamiento y para paliar la situación, en 1954 se hizo el sistema de galerías en las montañas ancestrales. Sin embargo, no fue suficiente y con el proyecto hídrico Monterrey II en 1974, terminaron por llevarse el agua de las acequias. Pero indemnizaron a los accionistas: tantas horas de agua, equivalentes a hectáreas, desde la Huasteca al Rodeo, vendieron terrenos al mejor postor.

jueves, 27 de junio de 2024

Las piedras rodando se hallan...

 Antonio Guerrero Aguilar/

Así como invoca la plegaria: “Envía Señor tu espíritu y se renovará la faz de la tierra…”, el agua es vida, es bendición, purificación, alivio. No pongo en duda los beneficios que nos brinda. Pero cuando prodiga, se torna todo lo contrario. Me imagino el principio de los tiempos: las aguas cubrían todo. Después por un soplo o movimiento, lo subterráneo se levantó en pliegues que formaron montañas. Los torrentes quedaron separados, unos en el mar y otros en la tierra, creando pozos o mantos freáticos que buscan salir, para luego formar manantiales y luego arroyos como ríos. Son mansos y tranquilizantes, hasta que las lluvias copiosas derivadas de las bandas de nubosidad, las cuales; gracias a los vientos, semejan espirales. El ciclo vital se cumple: son expulsadas en culebras, trombas, chubascos, mangas… Es tanto lo que baja, que se inician los torrentes, las avenidas precedidas por aluviones. Todo lo de la superficie, así como la vegetación, la basura como el escombro, descienden por pendientes. Es un lodo denso, una masa café dispuesta para hacer adobes, la cual provoca un olor en el ambiente extraño, un aire cálido y húmedo, impregnado como si fuera algodón de dulce. Luego los ruidos como un bramido: son las piedras rodando y con ellas, ramas, troncos, demás objetos que son empujados por el caudal.  El paisaje se trasforma, todo queda distinto o como alguna vez fue.



Se generan los deslizamientos de tierra, llevándose guijarros y sedimentos que se mueven con furia por una pendiente. La peligrosidad aumenta, debido a los incendios forestales o a la tala desmedida en las tierras altas, así como el uso de material de construcción que invade los espacios naturales. El flujo se torna amenazante y destruye todo lo que hay en su camino. De una cosa estoy seguro: los torrentes fueron delineando lo externo y visible hasta formar las cajas y cauces. Luego llegaron otros y los taparon. La corriente fluvial impregnó su marca, sacando vueltas a los obstáculos y dando la impresión de ser serpientes que se arrastran. Luego viene la vida, semillas, larvas y huevecillos, sapos y caramuelas resurgen de su letargo. Una cosa extraña: esta ocasión dejó destrucción, pero no charcos ni estanques. Algo raro sucedió…

miércoles, 26 de junio de 2024

El río que se sale de su caja...

Antonio Guerrero Aguilar/

 


Los libros de geografía regional, ponen que el río Santa Catarina nace en las tierras altas del municipio de Santiago, otrora pertenecientes a mi solar nativo. Conozco donde nacen el Ramos, el San Juan y el Pesquería. El primero allá por el Colmillo, el segundo en el Cañón de la Boca y el tercero en Ojo Caliente como de las lagunas desaparecidas en el viejo Marquesado de Aguayo. Unos en unos barrancos donde brotan hilos de agua que caen a charcos, que gradualmente reúnen otros y así se van hasta conformar estanques, arroyuelos, arroyos y finalmente ríos. ¿De dónde viene su majestad el río Santa Catarina? De muchos lados: desde los deshielos de la Sierra de Arteaga como de los escurrimientos que se concentran en los matorrales y el subsuelo, así como de los cañones que vienen desde San Juan Bautista, Laborcitas y la Ciénega de González, para entrar al territorio con el que comparte su territorio, allá en San Cristóbal como el Marrubial y Tinajas. Ahí se juntan los torrentes aglutinados en la Mesa del Pajonal, enriquecidos por los desfiladeros que vienen desde San Antonio de la Osamenta como de los Llanitos y el Refugio de los Aguilar. En Tinajas quedan alineados en un cañón delineado por las rocas que bifurcan las corrientes, luego las del Barrial y Rodeo al oriente, mientras las de las Escaleras y Cortinas al poniente. Luego los torrentes se alimentan desde la cuesta del Cañón de Ballesteros como de San Pablo y Santa Juliana. Todo el caudal prevalece desde la finca del finado Marín Torres en los Horcones, para salir imbatible, fortalecido, como fiera bramante en la Boca del Potrero de Santa Catarina, delimitada por la Huasteca y la Ventana.

Dicen que los ríos tienen memoria, que siempre recorren los caminos andados y que ellos mismos abrieron con el trascurso de los tiempos. El doctor Martín Bremer, quien fuera por muchos años maestro en el Tec de Monterrey, no piensa igual: riegan por donde les toca y habitaron alguna vez. En días pasados, alguien habló que no hay desbordamientos, sino líquido que regresa al cauce. Aquí es al revés: corre más agua por las avenidas que por los canales de estiaje. Tan sencillo, vean los planos de Guadalupe y verán que su traza está sobre tres arroyos, lo mismo que Santa Catarina y San Pedro Garza García quedó entre la cordillera y el río. Los antiguos no hablan de desbordamiento: hablaban que “se sale de su caja” como de su “madre”. El centro de Monterrey es una “Mesopotamia” en pequeño: entre el Santa Lucía y el Santa Catarina. El “barrio antiguo” está en lo que fue una represa, los condominios Constitución en una isleta. Retaron al río, invocando constantemente su presencia que se hizo patente, vigente en la destrucción como en los daños. Aunque con presas repletas, a siete días sin agua para lo esencial…

Cosas del agua y yo

Antonio Guerrero Aguilar/

Dicen que los caminos pertenecen a la historia y los ríos a la geografía. Esto no es mío, es de Giovanny Guareschi, autor de “Del pequeño mundo de Don Camilo”. También considera que los hombres no hacen la historia, sino que la soportan y por ende, procuran corregir la geografía para creer que le dieron un cambio a la historia. ¿Cómo lo hacen? Dañando montañas considera él. Hermoso libro que presté y jamás regresó. Ese cronista recuerda en una de sus líneas: “Nací en una entonces aldea soleada y esparcida”. Yo también, el domingo de Ramos de 1965, en un solar que la bisabuela rentaba y permitía a la nieta mayor, anidarse en el mismo. No teníamos servicio de agua potable y debían trasladarla desde unas tomas situadas en algunas esquinas del pueblo. Teníamos una acequia, pero no la podíamos tomar, por lo turbio del caudal y porque debían repartirla para el riego de regadíos y temporales. Era triste pero aleccionador ver a mi papá, agarrar un trozo de mezquite, algo curveado y con dos cadenas y sus ganchos, para llenar tinas y caminar como nazareno cargando la cruz. Tuvimos llaves hasta 1977, aunque los servicios tan solo llegaban a unos cuántos, que pagaban la cuota respectiva en una oficina situada frente a la plaza, en una casa propiedad de Chita Villaseñor.



Costumbre recurrente, la de tomar agua directamente del glifo o de la punta de la manguera y anteriormente en cantaros que mantenían el agua fresca. En la escuela, todos revueltos, pero la clase social se distinguía entre los limpios y sucios de mugre, porque debíamos esperar el fin de semana para el aseo, porque decían que la “cáscara guarda el palo”. Por ese tiempo, de cuando Santa Catarina se hizo ciudad en 1977, desaparecieron todos los signos que nos hablaban del líquido vital: la fuente de los patos en la plaza, los mojones en las esquinas, la acequia, así como el entubado definitivo del río de los ancestros, donde muchas veces calmaba la sed como los calorones. Ya de regreso a la casa, era obligado mojarse en las pantorrillas, porque decían que solo así no se subía el calor hasta la nuca. No se olvida la estrofa de la canción “Hipocresía”: “Morir de sed habiendo tanta agua”. Vi cómo la gente de Horcones, Nogales, Buenos Aires y otras comunidades no tenían agua potable, aunque en su jurisdicción tenían las estaciones de bombeo de Agua y Drenaje de Monterrey.

viernes, 14 de junio de 2024

Arnulfo y yo

 Antonio Guerrero Aguilar/



Arnulfo Vigil Jiménez, vio la luz primera hace 67 años en Montemorelos. La gente del Valle del Pilón, enlaza su nombre con uno de los agricultores más afamados, don Arnulfo Berlanga. Vivir fuera de la zona metropolitana se complica en muchos aspectos: un joven de aquellos rumbos, tienen preparatorias en Terán, Allende y Montemorelos, donde también hay una universidad y una escuela normal. Arnulfo quiso ser sacerdote y para ello, debió inscribirse en el Seminario Diocesano de Linares, para luego trasladarse al Instituto de Ciencias y Humanidades del Seminario de Monterrey. En ese tiempo, la prepa del Seminario Menor estaba al amparo de la Universidad de Monterrey. Conforme pasan los ciclos, si la providencia y las cosas coinciden; se sigue a los estudios de filosofía como de teología para acceder al orden sagrado. Lo conocí en ese tiempo, porque llegaron tres jóvenes procedentes de Montemorelos a la parroquia de Santa Catarina, para realizar apostolado y dar catecismo: Francisco Gómez, Francisco Flores y Arnulfo Vigil.

Algo pasó: Vigil ya no continuó con la teología. Como el programa académico de la insigne institución, la más antigua en el noreste mexicano no tenía validez oficial, obligaba el traslado a Guadalajara a quienes cambiaron su vocación. Allá tienen un plantel que combinaba la formación periodística con la filosofía: el Instituto Superior Autónomo de Occidente, convertido en la Universidad del Valle de Atemajac, en donde revalidaban toda materia cursada en algún centro religioso.

Gracias al doctor Basave, la Universidad Regiomontana se hizo un semillero compuesto por ex sacerdotes y ex seminaristas. De ahí pudo completar la licenciatura en filosofía. Tenía la base para docencia, pero no quiso seguirla: no era dado a la paciencia para cuidar alumnos a quienes no les interesa la base del pensamiento occidental. Se hizo periodista como en los gremios medievales: desde aprendiz, oficial y maestro precisamente en El Porvenir, posteriormente en Más Noticias y La Jornada. Luego el gran salto, con una impresora y cortadora iniciarse en la industria editorial para fundar la famosa revista Oficio en 1989.

Dicen que quien comienza la formación religiosa, ya tiene prevista la sentencia de ser sacerdote eternamente según el rito de Melquisedec. Arnulfo supo conjuntar la palabra y el verbo, la poesía y la teología. Se hizo poeta, ensayista y cronista. Seguramente influido por la teología de la liberación, comprendió el compromiso social de la fe, apoyando las causas justas contra la injusticia y el maltrato. Analista crítico que nunca renunció a la vocación profética de anunciar y denunciar las causas estructurales que provocan el pecado y hasta se inscribió como candidato a la alcaldía de Monterrey en el 2003 apoyado por el Partido de la Revolución Democrática. Se casó y formó familia.

No les miento: en su imprenta fueron editados unos 400 libros. El mismo hizo 12 publicaciones de poesía, dos ensayos y tres de crónica urbana, más lo que no pudo imprimir. Su taller itinerante como peregrino, rodeado de libros, sin importar el ruido de las máquinas como de los amigos, se sentaba a escribir a máquina el artículo comprometido. Buen cocinero, también preparaba ricos almuerzos para quienes ahí estaban: desde ex rectores, poetas, intelectuales y visitantes.

Yo le debo cinco libros: el de panteones, tres de Villa de García y uno de la plaza de Santa Catarina. El primero tiene su historia, fruto del Centro de Escritores de Nuevo León cayó ante la mirada de Celso Garza Guajardo a quien le gustó. Me ofreció sacarlo a la luz pública bajo el sello de la UANL. No le creí, porque ya me había rechazado tres. Ya no supe más, de no ser por Vigil quien me llamó por teléfono para decirme que le habían pagado una publicación, la mía y que le llevara los originales. También pensé que se trataba de una broma, porque nunca pude publicar en Oficio. En efecto, en 1996 salió “Los pueblos de los cruces”, prologado ni más ni menos que por Arnulfo Vigil.

Hablé poco con Vigil y me hubiera gustado estar más cerca de su círculo cercano de amigos y colaboradores. Llevaba unos 15 años sin verlo. Buen anfitrión y promotor cultural: trajo a la ciudad a Leonardo Boff, Frei Betto y Ernesto Cardenal. Con valentía salía a las marchas sin considerar los riesgos o prohibiciones. Cuando ganó el premio nacional de poesía Efraín Huerta en el 2002, nos contaba que durante la cena, abrió el baile en la pista y conminó al alcalde de Tampico quien también se puso a danzar. Como buen promotor de la lectura y la cultura (batallando por dinero claro está), me confió que el monto del premio sería destinado a deudas que le agobiaban. No le gustaron mis palabras: un personaje como Rufo con tanta obra escrita sumaba pocos reconocimientos, porque en Monterrey las cosas son al revés: muchos premios para poca obra. Pero como que eso no le preocupaba: sin embargo obtuvo en el 2000 el Benemérito de las Américas de la Universidad Juárez de Oaxaca, en el 2002 el estatal de periodismo, en el 2004 el de Crónica Literaria por el Ayuntamiento de Monterrey y en el 2022 el Premio a las Artes por la UANL.  Pero a él no les interesaban los membretes: tan solo escribir y procurar la lectura porque sabía que ahí está la base de todo. Nos vemos un día Arnulfo.



lunes, 4 de marzo de 2024

El 4 de marzo de 1943: la historia de hoy

 Antonio Guerrero Aguilar/



El gran artista Lucio Dalla nació el 4 de marzo de 1943 en Bolonia, Italia. Rondando las casi tres décadas de vida, participó en el Festival de San Remo de 1971, cantando una singular canción cuyo título nos refiere al “4 de marzo de 1943”. Esa hermosa balada tiene su origen en un poema de la profesora Paola Pallotinno. Originalmente se llamaba Gesú Bambino: “El niño Jesús”.  Narra la historia de una mujer enamorada de un soldado aliado, quien muere durante la invasión aliada a Italia. Meses después ella da a luz a un bebé, al quien arrulla en la taberna como si fuera “La Virgen María”: Dice la estrofa: “Tal vez fuera por juego o quizá por amor, pero ella quiso ponerme el nombre de nuestro Señor…”.



A los organizadores no les pareció el título pues le faltaba el respeto a la Iglesia católica. Por eso Lucio Dalla lo cambió por la fecha de su nacimiento, “4 de marzo de 1943: Historia de hoy”. La pieza no es autobiográfica y Dalla debió aceptar además que le censuraran varios versos. Por ejemplo, el final del poema decía: E ancora adesso mentre bestemmio e bevo vino, per i ladri e le putanne sono io Gesù bambino: “Y aún ahora, mientras blasfemo y bebo vino; para los ladrones y las putas yo soy El niño Jesús.”. Finalmente, la estrofa quedó así: E ancora adesso che gioco a carte e bevo vino, per la gente del porto mi chiamo Gesù bambino. “Y aún ahora cuando juego a las cartas y bebo vino, para la gente del puerto me llamo El niño Jesús.”. La canción obtuvo el tercer lugar, pero a mi juicio, es la más hermosa y nostálgica que he escuchado en mi vida. Nos enseña que la Redención y la esperanza, operan en todo lugar a pesar de las adversidades.

Lucio Dalla, estaría cumpliendo 81 años de vida.


lunes, 1 de enero de 2024

“‘Colombia, Nuevo León; la visión de Bernardo Reyes” Segunda parte

Antonio Guerrero Aguilar/ Becario PECDA Nuevo León 2023

El Río Bravo

El 2 de febrero de 1848 se firmaron los Tratados de Guadalupe Hidalgo. Con ello definieron al Río Bravo o Grande del Norte como la nueva frontera entre las dos naciones. Tamaulipas llegaba hasta el río Nueces que desemboca en Corpus Christi. En esa porción territorial, había una franja poblada por lipanes y apaches que mantenían en zozobra a la región. Eran terrenos que le pertenecieron a las Villas del Norte como Laredo, Revilla, Mier, Camargo y Reynosa a los cuales recortaron sus extensiones originales. Por eso Tamaulipas quedó así. No es cierto lo que dicen del “Brazo de Juárez” que quitó jurisdicción a Nuevo León para entregarla a Tamaulipas, a consecuencia del castigo del presidente hacia los caudillos del noreste, entre los cuales figuraban Santiago Vidaurri y Julián Quiroga. El recorte fue del lado izquierdo.

Los norteamericanos vieron en el Río Bravo, la promesa del derecho divino a poseer la tierra. Una forma de comunicar al Golfo de México con las costas del Pacífico, poniendo a Santa Fe como el epicentro de las caravanas y productos que llegaban de todos los puntos. Si el Misisipi dio vida a toda una cuenca del llamado “Medio Oeste”, el “P´osoge” para los “Indios Pueblo” (como así denominaban al Río Bravo), haría posible el traslado de mercancías desde puerto Bagdad hasta el Paso del Norte. Hasta Manuel Payno lo vaticinó, considerándolo un elemento esencial para el crecimiento económico de dos naciones que convergen en una región. Pero algo sucedió: equivocaron sus creencias y proyectos. Más que de navegación, es una línea limítrofe, una cicatriz que divide a la América del Norte y América latina; una herida de poco más de 3 mil kilómetros que nos remite a muchas historias como contextos.

Sin embargo, instalaron colonias militares para contrarrestar el traslado de mercancías de forma ilegal, la presencia de “Rangers” como filibusteros, ladrones de ganado como mexicanos que reclamaron sus tierras después de los Tratados de Guadalupe-Hidalgo. La posición del Puerto del Refugio-Bagdad, hizo posible el comercio río arriba a través de la navegación a vapor, facilitando que los buques remontaran las aguas turbias, turbulentas como engañosas. A veces pudieron llegar a Laredo, porque lo impedían unas cascadas que se forman en las adjuntas del Salado con el Bravo, cerrando el paso en Guerrero. Mier dependía más del río Álamo como de Cerralvo, cediendo su comunicación con Roma. En cambio, por el Sendero Nacional rumbo a Camargo, situado a unas 55 leguas del delta, exploraron el San Juan y a veces pudieron llegar a puntos de Nuevo León, en donde colocaban caballada, mulada, cebo, piloncillo, hechizos (así le decían a las frazadas y sarapes), esclavos y viajeros. ¿Sabían que hasta ganado caballar y mular, salieron desde el Camaján en Higueras rumbo al Golfo, para ser vendidos en Cuba?



Al quedar fijados los límites internaciones, se hicieron comisiones con la intención de recorrer la vía fluvial entre 1849 y 1851, pero se dieron cuenta que dependían mucho del caudal, de las lluvias y de la forma de un río sinuoso como cambiante en muchos tramos. El comercio apuntaló la riqueza de comerciantes y marinos, que dejaron altamar para remontar obstáculos y problemas, como los ganaderos Kings y Kennedy entre Corpus Christi y Brownsville, y los comerciantes españoles que desde Monterrey, controlaban las principales casas comerciales en Matamoros como los Penilla, Calderón, Hernández y Armendáiz. Para promover las poblaciones en los vados del Bravo, más allá de Lampazos, surgieron dos colonias militares: la de Monclova convertida en Piedras Negras y la de Monterrey en Nuevo Laredo. Ambas desplazaron en importancia a Guerrero, Coahuila y a Guerrero como a Camargo de Tamaulipas.

Nuevo León y su anhelo para quedarse con las Villas del Norte

Como ya les había señalado, siempre se han referido como “el Brazo de Juárez”, a la extensión de Tamaulipas que cubre desde China hasta Colombia, porque tienen la creencia de que Benito Juárez le quitó a Nuevo León, esa porción que comprende hasta el Río Bravo. Nada que ver. Desde mediados del siglo XVIII, José de Escandón y Helguera, el Conde de la Sierra Gorda y promotor del establecimiento del Nuevo Santander en el denominado Seno Mexicano, se propuso fundar 22 villas en aquella jurisdicción. Entre 1750 y 1755 nacieron Santa Ana de Camargo, Guadalupe de Reynosa, San Ignacio de Revilla-Gigedo, Nuestra Señora de la Concepción de Mier y San Agustín de Laredo, a las que titularon las Villas del Norte. En todas se asentaron familias del Nuevo Reino de León, lo cual ocasionó pérdida considerable de población en el siglo XVIII.

Al respecto, hay un caso singular: ¿sabían que Mier, Tamaulipas perteneció a Nuevo León? El 18 de diciembre de 1852, el pueblo como el ayuntamiento de aquella emblemática Villa del Norte, solicitó al gobierno del Estado su intención de incorporarse en lo político y territorio a Nuevo León. Por mucho tiempo, todos los pueblos del norte y oriente de la entidad, así como de las llamadas Villas del Norte, estuvieron expuestos a diversos problemas de inseguridad y de pésimos caminos. Rara vez llegaban los recursos desde la capital de la República, provocando una solidaria colaboración entre los mismos. Después del cambio de la línea fronteriza, habían perdido demarcación territorial en la franja del Nueces, quedando expuestos a la inseguridad y al poco socorro que recibían.



La pretendida anexión de Mier, le daba al Estado la posibilidad de llegar hasta la rivera de la frontera internacional. Por eso, el 5 de enero de 1853, la legislatura local pidió prontitud al Congreso de la Unión para resolver la petición de los vecinos del Paso del Cántaro. El 10 de abril de 1853, el entonces gobernador don Juan Nepomuceno de la Garza Evia, reconoció a Mier como municipio nuevoleonés, perteneciente al distrito de Cerralvo. Pero a las autoridades del vecino Estado, no les gustó perder un enclave que podía extenderse hasta Guerrero como a Nuevo Laredo. Entonces convencieron al presidente Antonio López de Santa Anna, para que decidiera si el pueblo y ayuntamiento de Mier, permaneciera en su jurisdicción original. Los residentes se inconformaron, argumentando que los apoyos de Ciudad Victoria nunca llegaban, en cambio sí recibían la ayuda de Monterrey, Cadereyta y Cerralvo. Su alteza serenísima y el gobierno de Tamaulipas, declararon el 13 de junio de 1853, para que Mier se quedara tal y como estaba.

Los empeños no se perdieron, incluso desde tiempo atrás. Si hubo intentos previos de los pobladores del Nuevo Reyno de León, por quedarse en aquellos lares. Tanto Alonso de León y Juan Bautista Chapa las describen en sus crónicas. Hasta los vecinos de San Gregorio de Cerralvo y de San Juan Bautista de Cadereyta acudían por aquellos rumbos para traer cargas de sal y piezas de cacería, allá por el rumbo del Valle de Texas. Pero siempre estuvo latente, el ataque de los llamados indios bárbaros y luego de exploradores de origen francés, que andaban buscando territorios para incorporarlos a la Lousiana.

En 1887, el entonces gobernador Lázaro Garza Ayala, inició un litigio con Tamaulipas y Coahuila para recuperar territorio, hasta el Rio Bravo basándose en el mapa de Nigra de San Martín de 1853, llevando el asunto hasta la suprema corte de Justicia, para de tal forma, establecer una aduana propia vinculada al ferrocarril. No se pudo construir el ramal ferroviario a la Jarita, porque esas tierras se las había otorgado Porfirio Díaz a Francisco Naranjo desde 1888.

Las ansias de añadir territorio, provocó a fines del siglo XIX, la política anexionista del general Bernardo Reyes, quien organizó un grupo de agrimensores y abogados para lograr que una parte de las Villas del Norte pasaran a nuestra entidad. Por ejemplo, siempre se ha dicho que una parte de Mier, en realidad corresponde a Los Aldamas. No contó que el entonces gobernador de Tamaulipas, era Alejandro Prieto (1841-1921), un ingeniero topógrafo, geógrafo e historiador, cuyo archivo (parece que lo resguarda la Universidad de Texas en Austin) impidió tales afanes.

 La permuta con Coahuila de Zaragoza

 Es cuando buscan la salida por el lado de Coahuila. Pasado ese trance histórico, Nuevo León compró a Coahuila el territorio del rancho de la Pita, perteneciente a la Congregación del Pan y pagó a cambio con territorios de Lampazos que cedió una buena parte a Candela como a la región carbonífera y Santa Catarina que pasó territorio a Ramos Arizpe y Arteaga. De tal forma, Colombia se convirtió en la única frontera de Nuevo León con Estados Unidos. Los primeros edificios que se construyeron fueron los del ayuntamiento, la escuela y el cuartel. Los pioneros fueron 180 familias que sumaron aproximadamente 700 habitantes. Para 1900 ascendieron a 861, descendieron a 428 en 1910 y para 1921 llegaron a 692 pobladores. Gradualmente la mayoría se fue. Por ejemplo, muchos de sus residentes originales se asentaron en la región carbonífera de Coahuila.



La población vivió rezagada y sin afán de ofender: con la construcción del puente en 1991, dentro del pueblo nació un enclave, con todos los adelantos propios de su tiempo, útiles para los pasos fronterizos, las declaraciones y pagos fiscales, con servicios e infraestructura y un pueblo casi deshabitado que carecía de lo más esencial para sobrevivir, haciendo que muchos se fueran a Nuevo Laredo o incluso a Piedras Negras o se pasaban por el río, en búsqueda del llamado “Sueño americano”.

 ¿Por qué del nombre?

Se trataba de conmemorar el cuarto centenario de la llegada de Colón y cuando se hizo el puente, lo dejaron en “Solidaridad”, en alusión a todo el proyecto de política social y económica del presidente en turno. Así surgió la Congregación de Colombia el 16 de diciembre de 1892. Entonces procuraron la población, invitando a colonos a asentarse y trabajar las tierras, dándoles facilidades para su establecimiento y al cuidado de una sección de caballería que vigilaba toda aquella porción territorial. No había camino y el del ferrocarril quedaba muy lejos, entonces dejaron una vía de terracería para comunicar lo mismo hacia las demarcaciones de Coahuila como de Tamaulipas y las correspondientes a Lampazos.



La vida de quienes ahí habitan, ha sido complicada como menospreciada. Un trozo de 16 kilómetros de largo y 14 de ancho junto al Bravo. Un pueblo sufriente que nos recuerda el cuarto centenario de la llegada de Colón a las Antillas, reflejo de dos mundos, donde se junta la Pacha Mama, la Patria Grande con los Estados Unidos de Norteamérica y se reflejan, el poco cuidado de un estado, que de ser fronterizo, poco aprovecha una situación envidiable. Tanto, que hasta un canciller alemán dijo una vez, que ellos necesitan tan solo un kilómetro de frontera con los Estados Unidos para comprar, vender y comunicarse entre los de la Unión Europea y los mercados de América del Norte. De los 3,500 kilómetros de frontera, nosotros tenemos una parte muy pequeña, pero ahí está con puente e instalaciones eso sí, de vanguardia, gracias al programa Solidaridad y a los acuerdos que se lograron entre los presidentes Carlos Salinas de Gortari y George W. Bush.

En conclusión

Finamente el 26 de febrero de 1864 decreta la separación de Nuevo León y Coahuila. Juárez garantizaba el control sobre el tráfico de armas y evitaba que su enemigo nuevoleonés se preparara para combatirlo con fuego. Pasado ese trance histórico, Nuevo León compró a Coahuila el territorio de Colombia. La fundación de Colombia (1892) se enmarca en un amplio proceso de búsqueda de control político, militar y fiscal del territorio, por lo que les resultaba urgente para definir de limites interestatales, encaminado a ubicar los terrenos baldíos para convertirlos en propiedad privada. 

La construcción del puente de Colombia en 1991, da la cara al TLC con estados unidos y Canadá firmado en 1994, significó una gran oportunidad para revivir a la congregación Colombia que había sido anexada al municipio de Anáhuac en 1978.

También, cerró un capítulo de casi un siglo en que los nuevoleonenses tuvieron que usar puentes tamaulipecos para trasladar sus mercancías hasta Monterrey. La transformación de Colombia en Zona Franca, la construcción de ferro puerto y de toda una infraestructura aduanera, abre un nuevo capítulo de su historia y de la frontera norte nuevoleonesa, integrada al proyecto de los Estados Unidos y de Canadá. No se diga, a los afanes de Roberto González Barrera y de Gregorio Ramírez, quienes propusieron el famoso plan 14 XXI para establecer un corredor desde Colombia a China.

Lo cierto: el Estado de Nuevo León se convirtió a partir de 1892 en entidad fronteriza, porque Bernardo Reyes le urgía tener colindancias con Texas, para participar en el comercio como en los procesos de extradición de los rebeldes contra el régimen de don Porfirio. Pero también, procuraban que las mercancías producidas en la región, se colocaran en los mercados de Texas como la Luisiana y algunos estados circunvecinos. La entrada del ferrocarril en 1882, hizo que dejaran de trasladarse bienes a través de los trenes de carretas y comenzó a declinar la influencia del puerto Bagdad en la desembocadura del Río Bravo, más debajo de Matamoros.

Luego el otro problema: la construcción de la Carretera Nacional en 1930, que tocó terrenos de Ciénega de Flores, Sabinas Hidalgo y Vallecillo, desplazando la ruta del ferrocarril a Laredo, consolidando a Nuevo Laredo en el principal puerto fronterizo de la nación. La carretera a Colombia se hizo gracias a los esfuerzos de don Miguel Villarreal, el viajero incansable de la fábrica de dulces “La Imperial”, patrocinó la carretera a Colombia en tiempos de Raúl Rangel Frías entre 1955 y 1961. Una vez terminada, hizo todo lo posible para consolidar a Colombia, como “único puente fronterizo de Nuevo León”, con artículos promocionales.

Por cierto, me voy a detener en este detalle: el ferrocarril se hizo con inversiones de Jerónimo Treviño, Francisco Naranjo y Genaro Garza García, quienes ayudaron a Porfirio Díaz en el Plan de Tuxtepec en 1876. Los jefes norteños agarraron tanta fuerza, que temieron de ellos y propiciaron la rivalidad entre los prohombres de la región como Lázaro Garza Ayala y Viviano Villarreal, quien era el abogado de don Evaristo Madero y yerno suyo. Entonces llegó Bernardo Reyes para calmar los ánimos y en una de esas o tantas más bien, se quedó con el poder ejecutivo y la comandancia militar de la región a partir de 1885.

El gran mérito, es que continuó con las medidas de apoyo a la industria y al comercio, además, se convirtió en el “Procónsul del Noreste”, un brazo ejecutor y extensión de la fuerza de don Porfirio en éstas tierras que pronto de convirtieron a decir de don Alfonso Reyes: en la fábrica de la frontera.

Cuando casi todo el norte de Nuevo León pertenecía a Lampazos, yendo por la ruta del tren a Nuevo Laredo que fue trazada a partir de 1882, se instaló una estación llamada Camarón; a unos 60 kilómetros al sur de Nuevo Laredo. Por ser el último punto de nuestro estado, ahí llegaron las primeras familias para buscar tierras en donde sembrar. Y es que tan solo existían Rodríguez, Camarón y más allá en La Pita, al margen del Río Bravo, se levantó la Congregación de Colombia en 1892. En enero de 1927 comenzó a construirse la presa Venustiano Carranza, que la gente de la región carbonífera como de río abajo del Salado, conocían como de Don Martín. De aquel lado, en los terrenos que alguna vez fueron de los Sánchez Navarro y que les entregaron a quienes lucharon contra el régimen de Maximiliano, están las adjuntas de los ríos Sabinas, Nadadores y Salado, en el municipio de Juárez, Coahuila. Don Porfirio vio que aquella comarca bien podía equipararse a Torreón y pidió unos estudios. Aquel proyecto tardó como 20 años en gestarse, hasta que otro presidente, Plutarco Elías Calles lo recuperó. Con la presa, los ríos y arroyos y un buen sistema de canales iban a hacer un distrito de riego que sería ejemplo en el ámbito mundial. Y la Estación Camarón era el punto idóneo para detonar aquel crecimiento.  Les dejo éste mapa de 1888.

El río Salado

Al norte, entre Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, tan solo hay un torrente tributario del Bravo. Se llama El Salado. Gonzalitos lamentaba que sus aguas no se usaban para la agricultura, porque sus orillas no presentaban vegetación. Seguramente también, por ser ruta obligada y punto de reunión de los llamados indios bárbaros para cometer sus albazos en la región. Como les decía, eso evitó el avance y expansión de la jurisdicción reynera. Sin embargo, por órdenes del virrey, se fundó en su margen derecha la Villa de la Candelaria de Asanza, pero fue arrasada por una creciente en 1800. Sin embargo, era la otra ruta para comunicar a la Boca de Leones y la Punta de los Lampazos con San Agustín de Laredo. Quienes se atrevieron a recorrer esos caminos, los misioneros como exploradores y soldados presidiales; los refieren como inseguros y peligrosos. Entonces el Salado viene desde Coahuila, entraba a Nuevo León por el Paso de los Reyneros o del Nogal. A decir de la Reseña Geográfica y Estadística de 1910, recorría unos 120 kilómetros por las tierras pertenecientes a Lampazos como a Vallecillo. Lo vio la Comisión de Límites a principios de 1829 y lo tocó Manuel Payno. Los vecinos de aquel rumbo, se aprovecharon de sus recursos: “cría excelentes pescados y perlas finas, no muy buenas, por ser angulosas” y además vivían muchas nutrias. 



Para dar seguridad a aquella dilatada comarca, en 1873 el gobierno de Nuevo León intentó establecer una colonia militar en donde había estado la extinta villa de Asanza, pero por alguna razón no se logró. Con la fundación de Colombia en 1892 y la anhelada línea fronteriza con Texas, comenzaron a darse las primeras concesiones para riego al comenzar el siglo XX. En tiempos de Plutarco Elías Calles, Aarón Sáenz y José Benítez, hicieron la presa Venustiano Carranza, para promover la producción algodonera, el llamado “oro blanco” que dio origen a Ciudad Anáhuac en 1933.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico